Zoocría, alternativa a la ganadería en Caquetá, ¿por qué?
Durante su trabajo de campo, la investigadora Sofía Estrada Cely, magíster en Ordenamiento Urbano Regional de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), evidenció que varios de los dueños de fincas con los que conversó prefieren talar los árboles para tener más espacio para acumular ganado, “actividad que perjudica el suelo pues el peso de las vacas lo compacta afectando el hábitat de los microorganismos que viven allí, además de la productividad de la pastura”, señala.
Según el Centro de Memoria Histórica, a pesar de que en Caquetá predomina la mediana propiedad, en las adjudicaciones de baldíos se mantiene una distribución desigual de la tierra, pues mientras los predios de gran propiedad representan el 1,6 % de los adjudicatarios y controlan el 14,2 % de la superficie, los adjudicatarios de pequeña propiedad representan el 24,7 % y controlan solo el 3,1 % de la superficie adjudicada, es decir que “la mayor parte de la tierra del Caquetá está concentrada en pocas familias de la región”, anota la magíster.
La investigadora identificó que aunque la ganadería es la actividad que predomina en el departamento no es la principal fuente de subsistencia pues no deja ganancias, ya que por el clima la carne no se puede transportar hacia los mataderos para venderla porque se daña, esto debido a que las vías de acceso son precarias, lo que alarga los trayectos. En ese sentido, lo único que se aprovecha es la leche, por eso el departamento es reconocido por sus quesos y productos lácteos.
“Los bosquesinos, que son los campesinos que no viven del campo sino del bosque, se han visto obligados a buscar otra fuente de subsistencia cazando animales silvestres como micos, borugas, chigüiros e iguanas, es decir que su principal fuente de proteína proviene del bosque”, afirma.
La magíster propone crear zoocriaderos de subsistencia humana, y que la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) aplique una legalización menos estricta para la preservación de las especies en peligro de extinción. En otras palabras, “los mismos bosquesinos tendrían su criadero, se podrían alimentar y al mismo tiempo asegurarían un número específico de especies para su conservación sin afectar el suelo rural como lo hace el ganado”.
“Cuando un neonato es separado de su madre porque la cazaron para comercializar su piel o para diferentes fines, ese animal sufre de muerte ambiental, es decir que nunca más se podrá incorporar a la vida salvaje porque no sabe cómo sobrevivir, y si se deja libre muere, por eso es importante la zoocría”, explica la investigadora.
Señala además que esta forma de subsistencia garantizaría la incorporación al bosque de especies en peligro de extinción, con la certeza de que no morirán al ser liberadas. Un ejemplo de que estas iniciativas son viables y positivas está en Carmen de Apicalá (Tolima), donde existe un zoocriadero de babillas, en donde el caimán aguja, que estaba cerca de extinguirse, presentó cerca de 45 poblaciones nuevas.
También destaca que otro beneficio es que se puede realizar una variación genética evitando cruces entre familias que podría terminar en la propagación de enfermedades según los animales.
La propuesta de la magíster de implementar la zoocría en Caquetá representa una estrategia innovadora para mitigar la deforestación y ofrecer una alternativa económica sostenible para los campesinos locales.
“Además, no solo combatiría la deforestación, sino que también generaría variaciones genéticas saludables en especies amenazadas, contribuyendo a la biodiversidad y a la reintroducción exitosa de animales a sus hábitats naturales”.
La investigación fue dirigida por el profesor Gustavo Peralta Mahecha, de la Facultad de Artes de la UNAL Sede Bogotá.