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Medioambiente

Zarigüeyas y currucutús entre los animales más atropellados en dos vías del Valle de Aburrá

    Después de 272 recorridos realizados durante cuatro años y que abarcaron 3.456 km en vehículo y 720 km a pie, se registraron 279 animales atropellados en la vía El Escobero y la variante Las Palmas, que conectan el Valle de Aburrá con el Valle de San Nicolás (oriente), lugares de gran expansión urbana en Antioquia. Entre las especies más arrolladas están las zarigüeyas o “chuchas”, los currucutús (el búho más común del trópico) y el cusumbo mocoso.

    La vía El Escobero asciende a las afuera de la ciudad, trepa por la montaña y termina en el altiplano. La variante Las Palmas es un tramo de vía mucho más rápido, con mayor carga vehicular y sitios comerciales.

    El investigador Juan Manuel Obando Tobón, magíster en Bosques y Conservación de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, señala que “las dos vías son zonas biodiversas en las que se pueden encontrar cerca de 273 especies de vertebrados, muchos de ellos con algún tipo de amenaza o riesgo de extinción”.

    El magíster identificó cuáles son los vertebrados silvestres más impactados en la red vial periurbana, qué características ecológicas e historia natural se relacionaban con el atropellamiento, y qué condiciones del paisaje explicaban esas muertes.

    Mediante recorridos continuos adelantados durante cuatro años –al menos tres veces por semana– halló 127 mamíferos arrollados, de 21 especies, de los cuales los más afectados fueron la zarigüeya, el cusumbo mocoso, el conejo de monte, la ardilla colorada, el puercoespín y tres individuos de tigrillo lanudo, hoy vulnerable a la extinción.

    En cuanto a las aves, registró 116 pertenecientes a 36 especies, y entre ellas las más lastimadas son el currucutú, el barranquero, la pava cariazul y la mirla patinaranja.

    Por último, de los reptiles encontró 36 individuos de 7 especies, siendo la serpiente tierrera y la caracolera las más atropelladas.

    “Las aves más vulnerables son aquellas que están al borde de la carretera consumiendo animales muertos o insectos atraídos por las luminarias de las vías. En cuanto a los mamíferos, hay especies muy rebuscadoras y oportunistas como la chucha, lo que aumenta sus posibilidades de morir en carretera. Con respecto a los reptiles, el 80 % fueron serpientes nocturnas que a esa hora buscan calor sobre el asfalto”, explica el magíster.

    Características de cada vía analizada

    En el estudio, a cada animal encontrado se le asignó un patrón de actividad, es decir a qué horas tienen mayor actividad (si son diurnos o nocturnos) y cuáles son sus requerimientos de hábitat (si viven en zonas altas, medias o bajas).

    “Así, determinamos que en El Escobero –tramo de menor amplitud y rodeado con bastante cobertura boscosa– hubo mayor densidad de atropellamiento en especies con altos requerimientos ecológicos como los mamíferos arborícolas y las aves de interior de bosque”.

    Con respecto a la variante Las Palmas, un tramo más rápido y con mayor presión por urbanización, se evidenció un posible “efecto barrera”, es decir que a los animales –sobre todo aves de interior de bosque y mamíferos pequeños– les costaba mucho más movilizarse por ahí.

    Sin embargo, se identificó una alta densidad de atropellamiento en especies generalistas y oportunistas, pero con una particularidad: había varios puntos críticos de atropellamiento de mamíferos carnívoros. “Esto porque a medida que aumenta la urbanización ellos se desplazan más, y se ponen más en peligro. Los tres tigrillos lanudos que encontramos, por ejemplo, estaban todos cerca de algún proceso de construcción activo, con presencia de maquinaria, remoción de tierra y muy proclives a ser afectados por el ruido”.

    “La noche y las altas velocidades son determinantes en los accidentes. Las vías de tránsito lento permiten mayor maniobrabilidad, por lo que se pueden evitar atropellamientos. En tramos con las mismas condiciones naturales encontramos que las muertes se duplicaban o incluso triplicaban si se transitaba con más velocidad. Las carreteras que rodean la ciudad se deben manejar como zonas biodiversas y frágiles; allí se debería exigir una velocidad menor a 40 km/h”, agrega el magíster.

    Por último, señala que “en vista de que la urbanización es casi imparable, es necesario limitar la cercanía de las construcciones a fragmentos de bosque donde hay especies vulnerables. Todo esto, ruido, luz artificial, tránsito vehicular, genera desplazamiento de animales sensibles”.