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UNAL Sede Medellín inicia la primera colección de polen de la ciudad

    No solo las abejas y otros insectos y aves persiguen el polen. En Medellín, estudiantes y profesores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) se dieron a la tarea de colectar este diminuto polvillo presente en las plantas para crear una colección pionera, que sería útil en medicina para el control de las alergias, y en la conservación de la biodiversidad frente a la crisis climática.

    La mayoría de las plantas producen polen: árboles, malezas e incluso pastos que generan semillas, y está ahí aunque no lo veamos, pues su tamaño microscópico va de los 10 hasta los 200 micrones, es decir, la mitad del diámetro de un cabello fino, y aproximadamente la séptima parte de un milímetro respectivamente. Hasta la fecha se ha identificado el polen de 30 especies de plantas representativas del Valle de Aburrá.

    Su función está relacionada con la reproducción, pues es el que fecunda los óvulos de las plantas, la mayoría de las veces transportándose a través del aire o sobre animales –como abejas y aves– que se alimentan de él. Gracias a su acción se forman los frutos y semillas.

    “La palinología es la ciencia que estudia el polen, basándose en una de sus características más importantes: su pared, compuesta por uno de los biopolímeros más resistentes del planeta, la esporopolenina, que es resistente a ácidos y bases”, explica la profesora Paula A. Rodríguez Zorro, adscrita a la Facultad de Ciencias y doctora en Paleoecología Tropical.

    Además es la coordinadora del Laboratorio de Paleoecología y curadora de la Palinoteca PALUN de la UNAL Sede Medellín, que alberga la colección de polen de ecosistema paramuno más grande del país, donde se conserva un inventario con 3.000 placas a partir de las cuales los grupos de investigación han estudiado la diversidad morfológica de estas partículas de distintos ecosistemas colombianos, especialmente los páramos.

    “Cada diminuto grano tiene una forma específica, es decir que la pared mencionada tiene diversas formas y es lo que nos permite caracterizar el polen según la especie de la planta”, agrega la experta Rodríguez.

    Aunque la Palinoteca PALUN tiene casi 30 años de historia, es reciente la idea de recolectar, clasificar e inventariar el polen de las más de 300 especies de árboles, más de 100 de palmas y otros tipos de individuos vegetales del campus El Volador, considerado como el segundo jardín botánico de Medellín.

    “Tenemos la colección de polen de páramo más grande del país. Sin embargo, es necesario hacer un inventario mayor de otros ecosistemas tropicales, de sabana, el Amazonas, el Chocó, las ciudades. Por eso, decidimos empezar en el campus, tomándolo como un gran laboratorio”.

    Hasta ahora el Semillero de Investigación Paleotropical ha registrado el polen de 100 especies de plantas del campus, representativas de la flora que se distribuye por todo el Valle de Aburrá. Entre ellas están la pomarrosa (Syzygium jambos), el árbol de las orquídeas (Bauhinia variegata) y la flor de reina (Lagerstroemia speciosa), con las que se inició la primera colección de este tipo en el país, que recopila las “huellas dactilares” de los individuos vegetales presentes en un entorno urbano.

    Colección útil para la conservación y la salud

    Para tomar el polen de una planta, esta tiene que estar florecida. Los estudiantes se comportan como abejas: actúan según la disponibilidad del recurso, porque la floración se da en distintos tiempos. “Los chicos y chicas tienen un permiso de colecta, se acercan a las flores abiertas, a las que se les vean las anteras para evitar trabajar con polen que no se ha formado completamente, lo depositan en tubos de ensayo y lo traen al laboratorio para procesarlo”, narra la profesora Rodríguez.

    Para dejar el polen “puro”, realizan un lavado con químicos que remueven sedimentos, azúcares, grasas, etc., para luego observarlo con claridad bajo el microscopio y caracterizarlo según su forma. “Entre las técnicas que utilizamos está la microscopía electrónica de barrido, que implica ponerle una capa de oro a los granos para que los haces de electrones reflejen cada zona y generen una imagen de hasta una micra de detalle”.

    Según la profesora Rodríguez, conocer el tipo de polen y las épocas en que circula es tan importante como conocer el material particulado y los momentos en los que más contamina el aire. “En ocasiones vemos aumentos en las consultas médicas, proliferación de alergias, y no sabemos qué está ocurriendo exactamente a nivel ecológico. Quizá cuando hay picos de contaminación también hay picos de circulación de polen u otro material biológico como esporas de hongos, lo que desencadena más problemas de salud y no lo sabemos. Todo esto se podría estudiar”, señala.

    De igual forma, estas colecciones son útiles para determinar qué están consumiendo los insectos, aves, murciélagos y otros animales. Además, y teniendo en cuenta la variación climática por la geografía, e incluso por la crisis ambiental, es crucial determinar los periodos de floración en cada lugar del país, además de establecer si se produce más o menos cantidad de la esperada.

    “Tener esta base inicial para caracterizar y monitorear la circulación de polen en Medellín es un gran paso para seguir entendiendo la biodiversidad, las dinámicas de floración y las relaciones ecológicas, lo que permitiría incluso elaborar un calendario polínico, a manera de libro, muy útil en áreas como la Medicina para diagnosticar alergias y diseñar de medidas de prevención”, finaliza.

    El Laboratorio de Paleoecología también trabaja en la identificación del polen contenido en las mieles, que se suele emplear como complemento alimenticio, y en Paleoecología, que utiliza el polen fósil –conservado durante millones de años en distintas estructuras de la Tierra– para entender las dinámicas de los ecosistemas tropicales en el pasado.