La oferta ambiental de la orinoquia colombiana ha tenido un uso tradicional y fuerte en la ganadería y en la explotación del recurso forestal. En la llanura aluvial se han extendido los campos mecanizados (arroz) y en toda la región han aumentado los cultivos ilícitos y la explotación minera (en especial en límites con la región amazónica). De igual forma, figuran intentos de reforestación con especies foráneas y la explotación de hidrocarburos.
Siempre se ha esgrimido que la baja productividad de sus suelos, sobre todo en la altillanura, se debe a concentraciones altas de elementos tóxicos (aluminio). Sin embargo, los avances tecnológicos demuestran que es factible explotar estos paisajes, como ya lo hacen algunas multinacionales que promueven cultivos a gran escala, como los de palma aceitera.
Lo anterior seguirá transformando lenta y dramáticamente las condiciones originales del entorno natural. Por eso, se requieren esfuerzos para documentar la oferta ambiental y favorecer la toma de decisiones de los organismos gubernamentales sobre las maneras apropiadas de utilizarla.
Si se culmina el gran inventario de la Orinoquia, se facilitará el diseño de estrategias que incorporen la biodiversidad en los planes de desarrollo regional y nacional, de manera sostenida. También se incrementarán las áreas de conservación para el disfrute de las generaciones futuras y como fuente de germoplasma natural (semillas, esquejes, tubérculos). Es fundamental resguardar porciones representativas de la variabilidad ambiental, cultural, humana y económica de la gran Orinoquia colombiana.
La riqueza natural
Debido a lo anterior, vale la pena hacer un recuento de lo que contiene esta inmensa región. Los territorios al oriente del país forman parte de una macro-unidad (Venezuela, Brasil y porciones de las Guayanas) con patrones bióticos y físicos generales, pero con características diferenciales.
En la parte colombiana, se reconocen tres subregiones bien definidas. Primero se encuentra el piedemonte, una subregión que engloba la zona de cordillera hasta 500 metros de altitud (Cundinamarca, Boyacá, Casanare, Meta y Arauca), con montos de lluvia que van de 1.627 a 4.664 milímetros por año.
En segundo lugar, está la llanura aluvial, una zona sujeta a crecientes de los ríos, con territorios en los departamentos de Arauca, Casanare y Meta, que presenta precipitaciones de 1.460 a 3.033 mm/año. Esta subregión, a su vez, incluye un vasto sector denominado llanura eólica, con territorios de Meta y Casanare.
Por último, se encuentra la altillanura (con zonas de Meta y Vichada), la cual presenta lluvias de 1.592 a 3.100 mm/año. En la distribución de la lluvia hay dos épocas contrastantes, una de concentración (invierno), entre abril y octubre, y otra de baja precipitación (verano), que va hasta finales de marzo.
La mayoría de los 91 tipos de vegetación corresponden a pastizales (sabanas) que se han calificado como secos, húmedos o propios de áreas inundables. Igualmente aparecen representados numerosos tipos de bosque que constituyen el punto de enlace con las regiones naturales del Caribe y la Amazonia.
En el extremo oriental de la altillanura, se presentan afloramientos del Escudo guayanés (andén orinocense), cuya vegetación (herbazales y rosetales), dominada por Vellozialithophila y Pepinia pruinosa, presenta afinidad a la de los "tepuyes" o macizos guayaneses, inmersos en la planicie amazónica, especialmente la de Venezuela.
El inventario de la riqueza vegetal realizado por la Universidad Nacional de Colombia arrojó un registro de 4.179 especies de plantas con flores, de las cuales las familias con mayor número de ejemplares fueron Rubiaceae (quina),
Poaceae (pastos), Fabaceae (chochos), Asteraceae (girasol), Melastomataceae (tunos, esmeraldas) y Cyperaceae (totes, coquitos).
Los linajes (géneros) mejor representados fueron Psychotria (Rubiaceae, besodenegro), Miconia (tunos, niguitos) y Paspalum (pasto). El patrón regional de riqueza se repite en las subregiones, pero obviamente cambia su expresión. De las tres, la más variada es el piedemonte con 2.984 especies de plantas con flores, seguido por la altillanura con 2.153 especies y la llanura aluvial con 1.140.
Fauna prolífera
En el componente animal (inventarios que aún no culminan en su totalidad) hay una riqueza alta en aves con cerca de 650 especies, muy vistosas y frecuentes alrededor de los caños, esteros y madreviejas (antiguos cauces de ríos). Dentro de estas, se destacan los garzones, soldados, garzas y caracaras.
En cuanto a mamíferos, tanto terrestres como voladores, hay 221 especies que incluyen animales típicos como los chigüiros (Hydrochaeris), dantas (Tapirus), perezosos (Bradypus), jaguares, micos (aullador) y murciélagos, muy importantes por su papel en la polinización y la dispersión.
Los reptiles están representados por 123 especies, algunas de amplia connotación cultural, como el caimán llanero (Crocodylus), las tortugas matamata (Chelus) y numerosas serpientes como güios, anacondas, macabrel y cascabeles. El grupo menos diversificado y rico es el de los anfibios (sapos y ranas), con cerca de 45 especies.
Con resguardo oficial
Entre las áreas protegidas figuran los parques nacionales naturales La Macarena, El Tuparro y Tinigua; igualmente existen tres distritos de manejo integrado, siete reservas forestales protectoras y, en los últimos años, han cobrado importancia las reservas de la sociedad civil.
Con relación a los territorios de la macrounidad geográfica, las mayores relaciones biogeográficas y físicas se dan con los llanos y la región guayanesa (sabana) de Venezuela, con el cerrado brasileño y con las sabanas y áreas abiertas de las Guayanas (incluido Surinam).
También hay afinidades marcadas con áreas de pastizales (sabanas) de Costa Rica y México (península de Yucatán). Cabe resaltar que la riqueza vegetal de la Orinoquia colombiana y la oferta hídrica (con tan solo el 38% del total de la extensión de la macrounidad geográfica) superan, de lejos, las condiciones que se presentan en los llanos de Venezuela y constituyen cerca del 50% de la riqueza del cerrado brasileño, con una superficie considerablemente superior.
A nivel nacional, sus relaciones de similitud biótica más fuertes se presentan con el Amazonas y el Caribe. Recientes estudios del Grupo de Investigación en Biodiversidad demuestran que buena parte de la diversidad de los paisajes del piedemonte y de la llanura aluvial está igualmente representada en la región Caribe, resultado que sirve para recordar los lazos históricos muy antiguos de una extensa zona plana con patrones muy parecidos que se extendía desde el sur del continente hasta el norte de Colombia, antes de la elevación de la barrera geográfica de los Andes.