Regaderos está ubicado en el municipio El Cerrito, lugar donde abundan los cultivos de pequeños agricultores, especialmente de hortalizas como fríjol y habichuela, y por ende algunos insectos que buscan perjudicarlos. Esto motivó a un grupo de investigadores de la UN en Palmira a realizar un inventario de las plantas que rodean los sembrados y a estudiar los controladores biológicos que las visitan (otros insectos), con el fin de definir la posibilidad de implementar un procedimiento alternativo al de la fumigación.
Al introducir el enemigo natural de los insectos plaga en el ecosistema, se sustituye o complementa el uso de insecticidas. A esto se le llama control biológico, que además resuelve inconvenientes presentes en las técnicas de fumigación, como el incremento de problemas ambientales y la ineficiencia económica, ocasionada por su bajo impacto en las plagas que busca combatir. El caso se ilustra con la aspersión aérea.
Estudios realizados en el Centro Integrado de Gestión y Control Social en California (Estados Unidos) determinaron que más del 40% de los plaguicidas que se aplican caen fuera del área objetivo, 15% fuera del cultivo y 41% lejos del insecto, que, a través de su sistema respiratorio y digestivo, absorbe menos del 1% del total aplicado. Además, señala que apenas el 0,03% de los insecticidas usados es aspirado por las plagas que atacan las plantaciones de fríjol, y 0,02% por los que devastan el cacao.
El problema radica en que "hoy las plagas han desarrollado resistencia a muchos plaguicidas, situación que el agricultor resuelve aumentando la dosis y generando mayor gasto", dice Luis Miguel Hernández, estudiante de último semestre de Ingeniería Agronómica e integrante del grupo investigador que estuvo en zona rural de El Cerrito.
Es el caso de la especie Trialeurodes vaporariorum, o mosca blanca, una plaga que regularmente coloniza ecosistemas por encima de los 1.000 metros sobre el nivel del mar, como los de Regaderos, se ha evidenciado su resistencia a insecticidas compuestos por metamidofos y cipermetrina, comunes en el mercado y utilizados con frecuencia por los agricultores.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) confirmó que más de 520 insectos y cerca de 110 malezas son resistentes a plaguicidas, fungicidas o herbicidas.
La nueva estrategia
Si una avispa de la especie Amitus fuscipennis, común en zonas montañosas del Valle del Cauca, pone un huevo dentro de la mosca blanca cuando está en estado de ninfa (previo a su adultez), la mata, cumpliendo la función de parasitoide o agente controlador. Aunque el efecto mortal no se visualiza de manera inmediata, como sí ocurre con un insecticida, los agricultores deben pensar en la disminución de costos y los beneficios medioambientales.
La investigación determinó que el agente controlador, la avispa, está presente en el 30% de las plantas cercanas a los cultivos, o dentro de estos. Además, el 20% de dichos insectos se encontró en estado adulto, por lo que identificar las plantas y sus características se convirtió en una tarea vital para implementar una estrategia de control natural.
El azúcar, gran atractivo
Los investigadores visitaron los cultivos una vez por semana, durante un año, y delimitaron un área al azar para recoger muestras de plantas que estaban adentro del sembradío y otras a 3 metros de distancia. En el herbario de la UN en Palmira las clasificaron según la familia, el género y la especie.
Algunas de las especies encontradas fueron: Citharexylum kunthianum (palo blanco), Iresine difusa (pluma), Austroeupatorium inulifolium (salvia amarga) y Delostoma integrifolium (guayacán morado).
Lo curioso es que los agricultores consideran que estas plantas son malezas e ignoran que, dentro de ellas, habita el remedio contra los efectos nocivos que la mosca blanca ocasiona en sus cultivos, según advierte el estudiante de Ingeniería Agronómica. Así, se está desaprovechando un potencial natural, al alcance de los agricultores.
Según la docente María del Rosario Manzano, directora de la investigación en la que también participa su colega Joel Tupac Otero, "la razón por la cual las avispas permanecen en estas plantas radica en las estructuras productoras de azúcar que poseen, de las que, aparentemente, se alimentan".
La plena comprobación de esta hipótesis está en proceso de análisis, pues ya se extrajo azúcar del tracto digestivo de las avispas, por medio de un proceso denominado HPLC (Cromatografía Líquida de Alta Eficacia), para compararlo con el de la planta.
Lo que ya se comprobó fue la presencia de vegetación que hace posible que las avispas ejerzan el control biológico de la mosca blanca. También se sentaron las bases de una nueva investigación que intenta determinar la distancia de dispersión de la avispa con respecto al cultivo, con el fin de hacer recomendaciones a los agricultores sobre el lugar en el que deben mantener las plantas, dijo la docente Manzano.
Agregó que se trata de un control biológico con dos efectos: por un lado, de conservación porque mantiene la planta para que el parasitoide pueda alimentarse. Por otro, de manipulación del hábitat, ya que se podrían sembrar las plantas a una distancia conveniente para garantizar la presencia de la avispa. Infortunadamente, prácticas como la aplicación de herbicidas eliminan este valioso recurso vegetal.
Los nuevos retos para el grupo investigador son la intervención en la comunidad, complementada con un trabajo de concientización, quizá con el apoyo de disciplinas de las ciencias sociales e instituciones del Estado.