“Tregua” del conflicto armado en Boyacá permitió registrar dos posibles especies nuevas de plantas
Ubicado a 343 km de Bogotá, este municipio es un valle rodeado por laderas y el río Cusiana, conocido por sus arepas rellenas y porque, a escasos minutos del pueblo, la vía presenta fallos con frecuencia debido o a los daños en el puente de los Grillos o porque las intensas lluvias provocan deslizamientos, por lo que debe ser cerrada, lo cual afecta a comerciantes y vehículos que transportan productos por todo el país.
Su historia también está ligada al conflicto armado, y a los enfrentamientos entre el gobierno y las extintas FARC en la década de 1990, que mantuvo en vilo a sus habitantes y restringió el acceso a ciertas zonas, una situación que impidió que los biólogos y científicos del momento siguieran describiendo y registrando su fauna y flora, trabajo que quedó pausado en el tiempo.
Sin embargo, de sus raíces creció el interés de nuevas generaciones de investigadores como Alejandro Tobos Jiménez, del grupo de Taxonómica Botánica de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), oriundo de Boyacá, y quien siempre tuvo curiosidad por continuar con la descripción de las aráceas, un grupo de plantas que tantas veces divisó entre Sogamoso (Boyacá) y Aguazul (Casanare), donde se encuentra ubicado Pajarito.
Las aráceas son una familia de angioespermas (plantas con flor), que abundan por Colombia, de hecho, puede que alguna vez haya regalado alguna y no se haya dado cuenta, entre las más conocidas están los cartuchos o alcatraz, que destacan por su hoja blanca de gran tamaño; los anturios o flamencos, que, como muchas especies de esta familia, tienen sus hojas en forma de corazón y flores color rojo intenso; además de la papachina, cuyos tallos y hojas suelen usarse como alimento.
En Colombia hay 820 especies y 31 géneros de aráceas, y en el mundo aproximadamente 3.700; pero este número podría ser mayor, ya que, como explica el investigador Tobos, aún hay muchas especies que pueden haber desaparecido durante el tiempo en que no se pudo llegar a zonas como Pajarito, o porque no han sido descritos a profundidad.
Con la dirección de los profesores Laura Clavijo y Julio Betancur, del Instituto de Ciencias Naturales de la UNAL, y Alejandro Zuluaga de la Universidad del Valle, el biólogo de la UNAL tomó seis puntos estratégicos de muestreo entre la vía de 122 km que conduce de Sogamoso a Aguazul, en donde la altura iba cambiando desde los 700 hasta los 3.300 metros sobre el nivel del mar.
Allí estableció transectos o porciones del terreno para recoger y analizar las plantas halladas en estos segmentos; el ejercicio lo realizó en lugares como Cupiagua, San Benito, Curisí, la Quebrada la Lejía, la Reserva el Manoba y Sincunsí.
Las especies encontradas se compararon con los especímenes que alberga el Herbario Nacional Colombiano, analizando características morfológicas como el tamaño de hoja, tipo de inflorescencia (eje que soporta las flores), forma del tallo y la espata (hoja modificada que recubre la flor)
Luego de múltiples análisis de comparación con los registros, se encontraron 48 especies de aráceas distribuidas en 9 géneros; en la zona de Siscunsí (Sogamoso) a 3.300 metros sobre el nivel del mar no se encontraron plantas de esta familia, pero, al contrario, en Pajarito, fue en donde más se presentaron registros. “Esto se explicaría por la humedad y temperatura de la zona, por lo que absorben más nutrientes y generan mayor abundancia”, menciona el investigador.
Un hallazgo interesante fue el de una población de una especie de arácea de la que solo se conocía un dibujo hecho por José Celestino Mutis, en la época de las expediciones botánicas del siglo XVIII, y que recientemente se había registrado en el municipio de San Antonio del Tequendama (Cundinamarca).
“Algo importante es que estos registros de aráceas permiten entender mejor su historia de vida, patrones de distribución, el por qué y en qué lugar crecen y proliferan, y cómo se pueden proteger ante posibles cambios en el suelo de la región”, indica.
En la investigación también se encontraron dos posibles nuevas especies que aún están siendo estudiadas en laboratorio, para definir con precisión si no pertenecen a ninguna de las aráceas que se tienen registradas en el Herbario Nacional Colombiano.