Sobrecubiertas y redireccionamiento de bajantes, entre las acciones de la UNAL para mitigar riesgos de inundación
La variabilidad climática sigue generando efectos visibles en ciudades como Bogotá, y la UNAL no ha sido ajena a este fenómeno. El 12 de noviembre lluvias torrenciales provocaron inundaciones en 37 de los 120 edificios del campus de la Sede Bogotá, comprometiendo la infraestructura y el normal desarrollo de las actividades académicas. En respuesta a esta situación, la Dirección de Ordenamiento y Desarrollo Físico ha emprendido un conjunto de acciones urgentes y preventivas para hacerles frente a los eventos climáticos de esta magnitud.
El profesor Carlos Torres, director de Ordenamiento y Desarrollo Físico de la Institución, explica que “el martes pasado las lluvias superaron los niveles habituales, desbordando la capacidad de los sistemas de drenaje y provocando la acumulación de agua en áreas críticas”.
“Las lluvias torrenciales generaron volúmenes de agua que desbordaron los sistemas de evacuación, problema que afectó no solo al campus sino también sus alrededores, lo que se evidenció en calles neurálgicas de la ciudad como la 26 y la carrera 30, donde los sumideros colapsaron”, agrega.
Para este histórico edificio, que alberga uno de los mayores acervos de la biodiversidad de país y del mundo, la UNAL está ejecutando un proyecto de redireccionamiento de bajantes, además de una estructura de sobrecubierta que protegerá la edificación en eventos futuros.
“La intervención en el Museo de Historia Natural implica colocar una serie de bajantes o tuberías para aumentar la capacidad de desagüe, evitando que el agua se filtre en el interior del edificio”.
“También estamos colocando una sobrecubierta adicional para ‘ponerle un sombrero’ al edificio y protegerlo no solo de esta lluvia, sino de otras que podrían presentarse”, explica el urbanista Torres.
Estas medidas pretenden proteger el patrimonio científico de la Universidad y asegurar la integridad de las colecciones, que incluyen muestras de flora y fauna nacionales.
La Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia, ubicada en una zona particularmente afectada por residuos sólidos y heces de los animales que se encuentran en el campus, también sufrió daños significativos. La acumulación de materiales en las tuberías de evacuación fue un problema que se agravó con la emergencia climática. Para atender esta situación se contrató un equipo de succión conocido como Vactor, que permite desobstruir las tuberías afectadas.
“Este es una ‘aspiradora gigante’ que succiona los residuos sólidos y limpia los conductos de drenaje para mejorar su capacidad”, explica el docente Torres.
Este equipo, que se utilizará inicialmente en dicha Facultad, también estará disponible en otros sectores del campus para labores preventivas, y su uso se gestionará mediante un convenio con una empresa especializada en su manejo. “Esto nos permitirá desobstruir de manera rápida y eficiente las tuberías saturadas, un problema que se hace más crítico en épocas de lluvias fuertes”, puntualiza.
Otra medida que se implementará es la adquisición de dos motobombas de alta capacidad, cada una con una potencia de 2 caballos de fuerza, que serán distribuidas en puntos estratégicos del campus. Estas permitirán realizar drenajes adicionales en caso de inundación y ayudarán a prevenir la acumulación de agua en áreas sensibles.
Al respecto, el profesor Torres menciona que “las motobombas son esenciales para drenar rápidamente el agua en momentos críticos, especialmente en zonas donde la infraestructura de desagüe no es suficiente”.
Estas motobombas serán particularmente útiles en la Sala de Ordeño y el estercolero de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia, que se vieron afectados por el exceso de agua. En esta área se realizarán obras para ampliar la capacidad de las tuberías y asegurar un manejo adecuado de los residuos generados en los procesos académicos y prácticos.
El colegio de la UNAL, el Instituto Pedagógico Arturo Ramírez Montúfar (IPARM), y la Biblioteca Central Gabriel García Márquez son otros espacios que experimentaron problemas por sistemas de drenaje insuficientes. En el IPARM se instalarán nuevas bajantes, mientras que en la Biblioteca Central, un edificio de valor patrimonial, se dispondrán elementos conocidos como gárgolas, que son tubos transversales adicionales para mejorar el flujo de agua y evitar que se acumule en los techos.
“Dado su valor patrimonial, cualquier intervención en la Biblioteca requiere de una autorización especial del Ministerio de Cultura. Ya obtuvimos el permiso para instalar gárgolas y mejorar el sistema de evacuación de aguas. Esta mejora busca preservar el edificio y garantizar que las colecciones de la Biblioteca estén protegidas en caso de futuras lluvias intensas”, manifiesta el profesor Torres.
El docente Torres también detalla que uno de los problemas recurrentes en el campus es el mantenimiento de las cubiertas de los edificios, muchas de las cuales se obstruyen con hojas y otros residuos que caen de los árboles. La Universidad organizó cuadrillas de trabajo que llevarán a cabo labores de limpieza preventiva durante 6 meses, centrándose en el mantenimiento de techos y canales.
“Queremos implementar un plan piloto con 4 cuadrillas permanentes, equipadas con las herramientas y los materiales necesarios para limpiar de forma continua todas las cubiertas del campus”, comenta.
Además, la Institución está gestionando un programa de sensibilización dirigido a la comunidad universitaria, con el fin de fomentar el manejo responsable de residuos y el cuidado de las instalaciones. “No es solo un problema de infraestructura; necesitamos que estudiantes, profesores y personal administrativo asuman el compromiso de cuidar el campus, evitando arrojar basura y adoptando prácticas adecuadas durante las lluvias”, añade.
Como medida complementaria, la UNAL constituyó el Comité de Crisis Permanente, encargado de coordinar acciones rápidas en situaciones de emergencia. Este equipo de respuesta está compuesto por representantes de diversas áreas y trabaja en estrecha colaboración con la Oficina de Gestión Ambiental para identificar y mitigar riesgos.
“La Universidad está comprometida no solo en resolver esta emergencia actual, sino en adoptar una serie de medidas preventivas que nos ayuden a reducir el impacto de futuros eventos climáticos. No nos hemos quedado cruzados de brazos; entendemos la urgencia y la responsabilidad de proteger nuestra infraestructura y a nuestra comunidad”, concluye el profesor Torres.
Con este conjunto de acciones, la Universidad refuerza su capacidad de respuesta ante fenómenos climáticos, asegurando que los edificios históricos y patrimoniales continúen en pie y cumplan con su función educativa y cultural.