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Desarrollo Rural

Sistemas acuapónicos garantizan soberanía alimentaria de familias vallecaucanas

    Trucha, tilapia, fresas, lechuga y otro tipo de hortalizas están siendo producidas a través de tres sistemas acuapónicos liderados por madres cabeza de hogar del corregimiento de El Arenillo en Palmira (Valle del Cauca). Esta apuesta por la soberanía alimentaria ha contado con el acompañamiento de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira.

    La identificación y elección de las familias se hizo a través de la Asociación Gestora de Desarrollo Rural (Asogeder), organización creada en 2013 por iniciativa de un grupo de mujeres víctimas de violencia y estigmatización durante el conflicto armado por parte del paramilitarismo en esta zona del país.

    Para cumplir con el propósito del proyecto, los peces y las plantas se seleccionaron según la temperatura del lugar y la calidad del agua.

    Este proyecto de Extensión Solidaria, financiado por la UNAL, inició el año pasado y los resultados se presentaron en el Seminario de Biotecnología y durante la celebración de los 20 años de investigaciones del Laboratorio de Biología Molecular, que se realizó en la Sede Palmira.

    Para su desarrollo se utilizaron metodologías de cartografía social, encuestas, entrevistas y talleres para acercarlas a la acuaponía; así mismo, para la construcción de los tres sistemas acuapónicos se contó con la asesoría de académicos e investigadores.

    La acuaponía es la integración de tres ecosistemas que incluyen peces, microrganismos y plantas. Los microrganismos son los encargados de transformar los desechos de los peces para que sean aprovechados por las plantas en su alimentación, y a su vez filtran el agua en un proceso de recirculación, una forma limpia y ecológica de producir alimentos para garantizar el abastecimiento y la alimentación sana de las comunidades.

    Facilitadores vs. barreras

    La profesora Paula Rugeles, de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Sede Palmira, explica que cada familia participante le dio un significado personal al proyecto.

    “En la zona más alta, debido al clima, se sembraron truchas, lechuga y hortalizas; en otra zona la familia sembró tilapia y hortalizas como albahaca y fresas, entre otros vegetales comestibles. La tercera familia tiene tilapia y otros sistemas de alimentación”.

    Por su parte, el biólogo Juan Pablo Erazo Londoño, de la Universidad del Valle, encargado de ejecutar el proyecto en campo, informó que “durante el proceso se identificaron aspectos facilitadores y barreras que, dependiendo del sitio donde se implemente esta tecnología, determinarán su éxito o fracaso”.

    Entre los facilitadores se destacan la curiosidad que generan las nuevas tecnologías, la innovación, la apropiación y la toma de decisiones.

    “El proyecto fortalece otros roles, se conjuga con las prácticas de los campesinos, promueve la vinculación familiar, es fácil de integrar con otras alternativas y brinda alimentos libres de cualquier sustancia nociva, además, a pequeña escala, el mantenimiento es sencillo y económico”, agrega el biólogo.

    Entre las barreras se reconoció la dependencia a factores externos, las condiciones climáticas, el estado de ánimo de las participantes, las ocupaciones, los hábitos de limpieza y la inversión inicial que deben hacer quienes apuesten a proyectos acuapónicos.

    ¿Qué dicen las mujeres cabeza de familia beneficiarias?

    Doña Marina Gaviria tuvo dudas en el inicio del proyecto: “al principio creíamos que no iban a llegar los peces, pero llegaron y todo fue muy bueno. Mi mamá ha sido la que más se ha entretenido con el sistema acuapónico. Mi hermanos e hijos también, todos meten la mano y cuidan los peces”.

    Por otro lado, la señora Olga Sarria comentó que “me gusta mucho estar en el sistema acuapónico y cuidar de los peces. Se pasan las horas y ni siquiera me doy cuenta. Es un lugar donde me concentro en lo que tengo que hacer y el tiempo se va volando. Me mantiene ocupada y me gusta mucho comer pescado, me encanta la trucha”.

    Algo parecido le sucede a doña Lucero Villalba, quien afirma que “este espacio es uno de los favoritos de mi casa. Yo vengo a cuidar los peces, a darles alimento y a verlos como nadan y comen. También vengo a mantener el semillero, pero las horas se me pasan muy rápido cuando estoy adentro del sistema acuapónico”.