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Artes y Culturas

Símbolos y diseños de tejidos indígenas van más allá de lo comercial

    El mercado de mochilas, canastos o artesanías elaboradas por las comunidades indígenas crece con los años e incluso se exportan hasta países como Polonia; sin embargo, poco se conoce el significado de los diseños y formas que los componen, un legado que plasma la cosmogonía de los pueblos y la riqueza cultural del país. Una investigación pionera en este campo descifró algunas de estas particularidades, y ahora se muestran en una exposición en el Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

    Para los arhuacos de la Sierra Nevada de Santa Marta, los espirales significan el flujo y el cambio del agua, un recurso vital para su territorio que plasman en sus mochilas, y esta forma no solo está presente en sus pueblos, sino que para los misak, comunidad indígena que habita en regiones como Cauca, este símbolo hace referencia al desarrollo de la vida, y a cómo la historia del ser humano ha ido evolucionando e involucionando.

    La profesora Luz Helena Ballestas, de la Facultad de Artes de la UNAL, ha dedicado su vida a estudiar la cosmovisión de estas comunidades desde el diseño, y asegura que incluso algunos pueblos indígenas manejan símbolos de los que hasta hoy no se conoce a ciencia cierta su significado.

    “Por ejemplo los guahíbos del Orinoco utilizan símbolos de cruces invertidas con puntos a los lados, pero cuando les pregunté a qué hacían referencia me respondieron que no hay una traducción exacta al español de este tipo de conceptos”, relata.

    Añade que “desde mi tesis de doctorado también he estado inmersa en las dinámicas de comunidades como las tejedoras del pueblo misak, así como de los pastos, en Nariño, o los ingas que habitan Putumayo. Allí he podido presenciar formas características en los tejidos como las huellas de tigre o araña, y una especie de camino de la tortuga morrocoy, en zigzag”.

    “En la comunidad arhuaca el caracol juega un papel muy importante, pues simboliza una entidad suprema llamada Serankua, que forma parte de la esencia de la vida y el patrimonio del territorio; además, la serpiente es indispensable en su forma de ver el mundo, pues no solo hacen los tejidos con partes que asemejan el recorrido de su piel, sino que también hay un curioso parecido con el sebucán o matafrío, un objeto elástico y en forma de tubo con el que extraen el veneno de la yuca brava, un tubérculo que se da en el Amazonas, y que cuando está crudo es letal para los humanos”, expresa.

    Según ProColombia, entidad del Gobierno encargada de promover el turismo en el país, en 2022 entre los artículos más exportados a Polonia hubo cerca de 24.000 mochilas wayuu, las cuales fueron elaboradas por alrededor de 600 artesanos de La Guajira. Estos datos muestran el importante tejido económico que supone para estas comunidades el seguir con sus tradiciones materiales.

    Sin embargo, el panorama también ha ido cambiando para estas fabricaciones por los cambios y gustos de este comercio; la profesora Ballestas cuenta que en algunas ferias de artesanías ha ocurrido que las mochilas wayuu se hacen de manera distinta por algunos diseñadores, haciendo innovaciones en donde solo hay un color o con bordados muy grandes. Construcciones que distan de la manera original de las tejedoras de estas comunidades, pero que en este tipo de eventos se venden muy bien.

    “En el pueblo emberá, de regiones del Pacífico, el maíz se ve reflejado en sus tejidos, pues su nombre traduce algo como ‘la gente del maíz’, lo que evidencia el sustento que esta planta ha tenido en su soberanía alimentaria, en especial el de tipo chococito, variedad propia de estos pueblos, pues tiene una adaptación a condiciones de altas precipitaciones e inundaciones que son muy comunes en estos lugares”, afirma.

    Toda la investigación dio como resultado la exposición “Entre-telares, forma y sentido de la biodiversidad en los pueblos originarios de Colombia”, que se realizó con ayuda de profesores del Instituto de Ciencias Naturales, y que ya está abierta al público en el Museo de Historia Natural de la UNAL.

    Al respecto, el profesor Carlos Sarmiento, director del Museo, asegura que “los imaginarios con los que crecemos no son propios de este territorio, la gente crece pensando que debe rugir como el león y no como el jaguar, a ser alto como la jirafa y no a volar alto como el cóndor; por ello se necesita una resignificación, que esta exposición ofrece de una manera ardua y comprometida”.

    Comenta además que “en la muestra hay 14 piezas entre tejidos, cerámicas e imágenes de pinturas corporales, además de distintos elementos identitarios de las comunidades, empezando por animales como monos, jaguares, aves o arañas que componen estos sellos, así como plantas características como la de coca o el moriche”.