Sensibilidad: un factor clave para evitar la revictimización en reunificación familiar por maltrato infantil
Este proceso legal, en el que intervienen entidades como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), la Defensoría del Pueblo, las comisarías de familia o los inspectores de Policía, busca que los menores separados de sus familias por situaciones de violencia retornen a un entorno seguro y que les brinde bienestar.
Sin embargo, este proceso puede resultar revictimizante. La psicóloga María Fernanda Álvarez, magíster en Psicología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), explica que la revictimización ocurre cuando, tras haber sido separados de sus padres por violencia o negligencia, los niños son reintegrados a su núcleo familiar y se repite el ciclo de violencia.
“Volver a iniciar el Proceso Administrativo de Restablecimiento de Derechos (PARD) antes del reintegro, que implica acudir al ICBF, relatar el caso, presentar pruebas y enfrentar la incertidumbre por la decisión del juez, agrava el trauma en el menor, generando un impacto psicológico y emocional aún mayor. Queremos evitar esta situación mediante alternativas de intervención”, añade la investigadora.
La magnitud del problema es evidente en las cifras: solo entre enero y abril de 2024 el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses reportó 11.195 casos de violencia contra menores, de los cuales 5.889 fueron por presunto delito sexual, 2.754 por violencia intrafamiliar y 2.552 por violencia interpersonal.
Por eso el estudio se centró en el análisis de 3 casos representativos de familias de estratos 1 y 2, en los que la violencia física, psicológica y sexual, además de la negligencia, había sido recurrente en dos niñas y un niño de entre 3 y 6 años.
Para prevenir la revictimización, la investigadora Álvarez diseñó una intervención basada en un modelo canadiense, la Intervención Relacional Basada en el Apego (IRBA), adaptado al contexto colombiano, centrado en la intervención familiar y la evaluación de las capacidades de los cuidadores antes de la reunificación.
Esta intervención tiene 4 pilares, mediante los cuales se analizan: (i) los datos sociodemográficos de los cuidadores, (ii) las capacidades de cuidado, (iii) el sistema familiar, y (iv) el desarrollo integral de los niños, que involucra el acceso que tendrían a actividades recreativas, culturales y educativas, ya que estas influye en su desarrollo cognitivo, emocional y social.
Como parte de este enfoque, los cuidadores debían asistir a cursos de pedagogía y crianza, recibir apoyo psicológico y ser evaluados por trabajadores sociales en varias sesiones. “Estas intervenciones se grababan y luego se analizaban mediante herramientas clínicas”, explica la magíster Álvarez.
Todo el equipo de psicólogos que realizó la evaluación pasó por un entrenamiento riguroso en el uso de los instrumentos de observación y análisis, proceso que, según comenta la investigadora, duró entre 2 y 3 meses y fue indispensable para garantizar que las observaciones y las evaluaciones fueran precisas y confiables.
“Este entrenamiento nos permite evaluar cómo está el cuidador y validar el estado del sistema familiar. Si un cuidador no demuestra sensibilidad, se le dedica más tiempo a esa familia aplicando una intervención de unas 10 sesiones”, aclara la investigadora.
Cuando se habla de la sensibilidad del cuidador, la psicóloga alude a dos sistemas de comportamiento en los que, en primer lugar, el cuidador pueda acoger emocionalmente al menor, entender sus necesidades y ser sensible ante ellas. Por ejemplo, si el cuidador lo grita, lo ignora o minimiza los comportamientos diciéndole “eso es una bobada”, lo clasifican con comportamientos de baja sensibilidad.
En segundo lugar valoran cómo se fomenta el conocimiento del mundo a través de actividades. “Buscamos que los lleven al parque, que fomenten la relación con otros niños y participen en actividades. Una baja sensibilidad en este caso sería un padre que cohíbe todo el tiempo, que lo regaña y le dice que por estar sucio no puede hacer determinada actividad”, explica.
Después de evaluar las habilidades de los cuidadores para responder a las necesidades emocionales y físicas de los niños se encontró que “a pesar de las dificultades económicas y algunos desafíos en el cuidado como el estímulo cognitivo, las tres familias estudiadas se consideraron como aptas para el cuidado del niño y las niñas”.
Con estos resultados, la contribución más significativa de este estudio es la propuesta de implementar esta metodología de evaluación de manera más amplia en Colombia. La investigadora argumenta que “aunque implica recursos, ayudaría a disminuir la carga en el sistema de bienestar infantil, prevenir la ruptura innecesaria de núcleos familiares, y evitar la revictimización de los niños”.