San Isidro y Manrique, entre los barrios con mayores consultas anticonceptivas en los años 70
Durante los últimos años el mundo ha experimentado un cambio relevante en la tendencia demográfica: las familias son más pequeñas y los nuevos hogares se proyectan sin hijos. Tanto es así que, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a finales del siglo XXI la población mundial llegará a los 10.200 millones de habitantes, lo que es un 6 % o 700 millones de personas menos de las que se proyectaban hace una década.
El punto de quiebre en las tendencias se puede rastrear a finales de la década de 1960 e inicios de 1970, cuando la idea de limitar el crecimiento poblacional se extendió en todo el mundo, con especial influencia en los países en vías de desarrollo, con la promesa de que el control de la natalidad impediría el incremento del hambre y la pobreza mientras se fortalecían programas sociales, de sanidad e infraestructura.
“Así, junto a la popularización de los métodos anticonceptivos modernos, también se extendieron discursos a favor y en contra de gobernantes, compañeros y miembros de la Iglesia católica que procuraron instrumentalizar el cuerpo de las mujeres para alcanzar fines políticos o religiosos”, explica Estefanía Rivera Guzmán, historiadora y magíster en Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá.
Teniendo esto en cuenta, y con el objetivo de reconocer las prácticas anticonceptivas que utilizaron las mujeres de Medellín entre 1965 y 1975, la investigadora Rivera revisó documentos públicos y privados, folletos distribuidos por la Iglesia, debates gubernamentales, fotografías de archivo, historietas y prensa de la época, y además conversó con tres mujeres que vivieron su juventud en ese lapso de tiempo.
“Así encontramos, por ejemplo, que la Iglesia les enseñaba a las mujeres a planificar con métodos naturales como el del ‘ritmo’ y el Ogino-Knaus –ambos basados en evitar los días de ovulación–, para no ir en contra de la idea de familia numerosa promovida por la Biblia. Así mismo, vimos que las fotos de los folletos eran de familias ricas, que reiteraban el ideal clasista de reproducción”, agrega.
Según la investigación, los discursos internacionales tuvieron una alta incidencia en Medellín, pese a ser un municipio de corte católico y conservador. “Revisamos una encuesta realizada en la ciudad en 1967, en la que el 78 % de las entrevistadas decía que los embarazos no debían ser más de 2,6 en un intervalo superior a los 33 meses, y sin embargo, las medellinenses tenían 6,6 embarazos por cada 8,5 años de vida matrimonial, es decir un embarazo cada 16 meses”, cuenta.
Así mismo, gracias a los archivos de la Secretaría de Salud y Bienestar Social del municipio, la investigadora encontró que en 1974 (7 años después de la encuesta), de los 27 centros de salud disponibles, los ubicados en Manrique Central, San Isidro y Robledo fueron los que realizaron el mayor número de consultas para el uso de píldoras anticonceptivas e implantación del DIU (Manrique y Girardot).
Según su análisis, el alto número de atenciones en estos obedecería a la cantidad de población ubicada en sus alrededores, sobre todo mujeres empobrecidas y migrantes llegadas del campo. “Fue un hallazgo muy interesante: ellas eran las que accedían mayoritariamente a los programas de salud. Y en este punto Profamilia, fundada en 1966, desempeñó un papel tan fuerte que los principales descensos en la tasa de natalidad (-25 %) en el país se dieron en la década de 1970”.
Para la Iglesia la reproducción era fundamental para garantizar la idea de familia, y para el Estado el control de esta era clave para llevar a cabo sus planes de estabilidad. “Los cuerpos de las mujeres eran medios para sus fines. Sin embargo, al revisar las fotos de la época y hacer las entrevistas constatamos que también hubo mujeres que se resistieron a esas influencias, que trabajaban en las fábricas, iban a la universidad, eran vendedoras ambulantes e incluso feministas”.
Según la magíster Rivera, algunas tomaron decisiones autónomas, aunque a escondidas, e incluso construyeron entre sí espacios para el aprendizaje. “El caso de las obreras y las sindicalistas es muy interesante porque tenían muchos controles y limitaciones, además de que sus compañeros, afines a la izquierda, tampoco solían apoyarlas. Con ellas sería muy valioso profundizar”, añade.
Entre otras conclusiones relevantes está que, tanto los discursos políticos como los religiosos tuvieron el interés de mantener un orden social a partir del sometimiento, reduciendo a las mujeres a su rol materno y disminuyendo sus posibilidades de elegir libremente.
“El modelo de familia numerosa era más practicable en las clases altas y eso sigue influyendo hoy. Basta con ver las ideas eugenésicas, relacionadas con el mejoramiento y la superioridad genética promovidas por personalidades como Elon Musk. Por eso, la revolución para las mujeres sigue siendo apropiarse de su cuerpo, de su sexualidad y su reproducción, luchando contra el neoliberalismo que también limita el deseo de maternidad”, finaliza.
El proceso y los hallazgos de esta investigación, dirigida por la profesora Ruth López Oseira, de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Sede Medellín, están consignados en el libro Mujeres y anticoncepción: Discursos y prácticas. Medellín 1965-1975, que formó parte de la 18ª Fiesta del Libro de Medellín.