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Ciencia y Tecnología

Rocas cerca de Popayán y San Agustín dan nuevas pistas sobre el levantamiento de la cordillera Central

    Muestras tomadas por investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) en los alrededores de la cadena volcánica de los Coconucos (en el suroriente colombiano) dan cuenta de un evento volcánico de gran magnitud, ocurrido hace unos 2,6 millones de años, y que habría tenido influencia en el levantamiento de la cordillera Central. Estos datos serían útiles para disciplinas como la Gestión del Riesgo, la Biología o la Arqueología.

    “Se dice que las tres cordilleras del norte de los Andes se empezaron a formar hace alrededor de 70 millones de años, pero con este estudio encontramos levantamientos más recientes en el sur del país”, asegura Juan Sebastián Jaramillo Ríos, Ph. D. en Ingeniería de la UNAL Sede Medellín, autor de la investigación.

    Para su trabajo analizó las ignimbritas, un tipo de rocas originadas tras las erupciones volcánicas que además de expulsar lava también arrojan gases y materiales como ceniza, fragmentos de cristales, vidrio y piedra pómez. Estos últimos se acumulan en el suelo dando lugar a este tipo de roca, comúnmente de tonalidades claras, que puede dar información del pasado.

    “Son unas rocas impresionantes: se forman por el colapso de calderas o volcanes a más de 300 km/h y alcanzan hasta 600 ºC, además tienen gran importancia geológica porque dan información sobre erupciones de hace millones de años, lo que resultaría útil para la gestión del riesgo”, explica el doctor en Ingeniería de la UNAL.

    Las muestras se tomaron en una provincia volcánica ubicada entre Cauca y Huila, la cual, según la bibliografía consultada por el investigador, es producto de un evento volcánico muy fuerte, localizado donde hoy se encuentra la cadena volcánica de los Coconucos y el volcán Puracé. “En Colombia no son tan comunes provincias así de grandes; aquí generalmente tenemos erupciones en las que la lava fluye sin ser tan explosiva”, comenta el investigador Jaramillo.

    “Es una zona en la que podemos ver depósitos volcánicos de mínimo 30 y máximo 900 metros de altura, en un área que ocupa más o menos 3.000 km2”, explica el profesor Agustín Cardona Molina, director del Grupo de Estudios en Geología y Geofísica (EGEO) de la Sede, quien acompañó la investigación.

    Pistas sobre el levantamiento en el sur de la cordillera Central

    Una de las primeras preguntas que se hizo el investigador Jaramillo fue cuánto tiempo tardó en generarse esta provincia. “Es muy interesante porque puede ocurrir que la base de la secuencia –o de las ‘capas’– se forme en un periodo determinado, y el tope, a 200 m de altura, se genere un millón o miles de años después, lo que nos da información sobre la actividad del volcán y qué tan violento puede ser”.

    Para hallar respuestas sobre la formación de esta provincia en la cordillera Central, el investigador tomó alrededor de 100 kg de muestras de las ignimbritas ubicadas entre Popayán y San Agustín, las preparó en laboratorio y llevó una parte a la Universidad Estatal de Washington (Estados Unidos) para examinar su química y edad a partir del circón, uno de los minerales que las componen.

    “Como el circón está presente desde el inicio en el magma, nos permite saber en qué momento exactamente se formó la roca. Así, gracias a su ‘lectura’ vimos que los circones de la base y los del topo (270 m más arriba) tendrían casi la misma edad: unos 2,6 millones de años (con un margen de error de 100.000 años), que es muy poco en tiempo geológico, e incluso humano si hablamos de prevenir futuras tragedias”, continúa.

    Más de 70 % de las ignimbritas es sílice, lo que que da cuenta de las condiciones tectónicas de la zona en que se encuentran. “Sabemos que para que se formaran este tipo de rocas la corteza terrestre tuvo que haberse engrosado mucho, ya que ella trabaja casi como un iceberg: nosotros vemos la parte superior (en este caso las montañas), pero la mayor parte está ‘sumergida’”. Este hecho implica que los picos se vuelvan mucho más pronunciados o que “la cordillera crezca más”, otro elemento novedoso de la investigación.

    Estos datos son valiosos para conocer la dinámica de los volcanes a lo largo de la historia y gestionar posibles riesgos, además de que se pueden cruzar con otras disciplinas como la Biología o la Arqueología. “Por ejemplo, investigaciones como las de la bióloga María José Sanín muestran que la edad de estas ignimbritas coincide con la dispersión de la palma de cera al norte de esta zona, y también se sabe que estas rocas se han usado como artefactos líticos (piedra) por algunas culturas precolombinas”, concluye.