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Ciencia y Tecnología

Rayos cósmicos “marcan” la Tierra para siempre, ¿cómo?

    Los rayos cósmicos, provenientes del espacio exterior, “tocan” toda la superficie terrestre, como lo hace la luz del Sol, pero con partículas subatómicas de alta energía. Su impacto sobre minerales como el cuarzo se puede medir en el tiempo para saber cómo era la Tierra antes de la aparición de los primeros humanos. Estudios adelantados en lugares como la Sierra Nevada del Cocuy-Güicán, el Altiplano Antioqueño y el río Farallones dan pistas sobre el clima, la erosión y la dinámica de los ríos del pasado, y aportan claves para la gestión del riesgo y la adaptación al cambio climático.

    La lectura de las rocas se hace con métodos de distintos tipos y niveles de sofisticación, entre los cuales la isotopía cosmogénica es uno de los más revolucionarios, apenas explorado en Colombia.

    “Parece una locura, pero así funciona: fuera de nuestro sistema planetario ocurren explosiones estelares que generan ‘radiación cósmica’, una forma de alta energía que, al atravesar la atmósfera, ocasiona una ‘cascada’ de partículas subatómicas (protones, neutrones, muones, piones…) que lo ‘tocan’ todo”, explica el geólogo Sergio Andrés Restrepo Moreno, profesor adscrito al Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín.

    Por medio de colisiones, algunas de estas partículas “fragmentan” los átomos de minerales como el cuarzo, haciendo que, por ejemplo, el oxígeno y el silicio muten en berilio-10. Gracias a ellas el profesor Restrepo, en cooperación con investigadores de la Universidad de Grenoble Alpes (Francia) y EAFIT (Colombia), establecieron que la Piedra del Peñol –una roca de casi 200 m de altura localizada en Antioquia–, a pesar de formar parte de un altiplano labrado por ríos hace más de 21 millones de años, tardó apenas 2 millones de años en quedar completamente expuesta durante el Cuaternario.

    “La isotopía cosmogénica revolucionó las ciencias de la Tierra, pues permite lo que ninguna otra técnica había logrado: abarcar una franja de tiempo amplia que va desde lo reciente –décadas, siglos y milenios– hasta decenas de millones de años, lo que facilita cuantificar la temporalidad y la magnitud de fenómenos que hasta hace poco no se habían podido medir”, agrega.

    Para hacer estos análisis, los investigadores viajan a los lugares de interés, toman menos de 1 k de muestra de roca expuesta, y en el laboratorio la trituran, tamizan y separan por gravedad y susceptibilidad magnética para obtener el cuarzo, el mineral donde se almacena el berilio-10 cosmogénico.

    “De esa cantidad queda una parte mínima, similar a un polvillo gris, que enviamos a los países que cuentan con los equipos para hacer las mediciones, como Francia o Estados Unidos. Cuanto más tiempo haya estado expuesta la roca mayor será la radiación cósmica recibida, es decir, mayor concentración de berilio-10. Esos datos nos los envían y nosotros los ‘traducimos’ y contextualizamos”, agrega el profesor.

    Las glaciaciones en Colombia

    El hielo y la nieve que cubren los picos montañosos de Colombia tampoco son estáticos. Su masa, área y volumen dependen del clima: en periodos cálidos o interglaciares disminuyen, y en periodos fríos o glaciales aumentan.

    Además, fluyen lento y con fuerza valle abajo, arrastrando –como un gigantesco buldócer– material rocoso que termina acumulándose en forma de morrenas, que son crestas pedregosas situadas al final (morrena frontal) o a los lados (morrena lateral) del glaciar.

    Recientemente estas se han estudiado en la Sierra Nevada del Cocuy-Güicán (Boyacá), el Nevado de Santa Isabel (Parque Nacional Natural Los Nevados) y el Páramo del Sol (Antioquia), con el fin tanto de establecer la edad de los ciclos de glaciación y deglaciación como de entender el cambio climático antes del Antropoceno, es decir, antes de que los seres humanos fueran un agente de perturbación de los procesos naturales.

    Los estudios se hacen en el trópico colombiano, con expertos como Gordon Bromley, de la Universidad de Galway (Irlanda), y Meredith Kelly, del Darmouth College (Estados Unidos), teniendo en cuenta que el trópico, aunque es el “motor” del cambio climático y la puerta de entrada de la mayor cantidad de radiación solar, ha sido poco estudiado en este sentido.

    “En las morrenas del país encontramos unos datos preliminares con los que concluimos que la deglaciación en el Máximo Tardiglaciar (inicio del deshielo que llevó al Holoceno, o últimos 11.000 años) se disparó rápido, y con diferencias temporales entre localidades, hace unos 15.000 o 17.000 años”, cuenta el geólogo.

    Estos datos sirven para entender el cambio climático del pasado y sus efectos en los ecosistemas de alta montaña, que son reservorios naturales de vida y agua. “Así mismo, ayudan a comprender los ritmos del cambio climático-ambiental moderno y permiten diseñar medidas para la mitigación y la adaptación, entendiendo, por ejemplo, qué parámetros ejercen controles locales: la topografía, las fuentes de humedad o la circulación atmosférica, entre otros”.

    Evolución del paisaje y riesgo para las comunidades

    Según la Unidad de Gestión del Riesgo de Desastres, en el último siglo cerca de 1,5 millones de personas en Colombia han sido damnificadas por avenidas torrenciales y deslizamientos de tierra por lluvias, por eso es fundamental seguir estudiando estos fenómenos de forma transdisciplinar.

    Con la isotopía geológica berilio-10 se han analizado las edades de grandes bloques de rocas arrastrados por este tipo de eventos, con el fin de establecer algunos datos sobre su periodicidad y magnitud.

    En la cuenca del río Farallones de la cordillera Occidental (Antioquia), encontraron que la edad aproximada de algunos de estos depósitos era de 7.000 años, lo que coincide con un periodo de lluvias muy fuertes en la región.

    “Así conectamos clima y respuestas geomorfológicas pretéritas que pueden dar claves sobre amenazas naturales o antrópicas para la sociedad moderna. Además, este evento pluvial se había registrado en el norte de Suramérica, el Amazonas y el Orinoco, por otros grupos de investigación, y nosotros confirmamos que también impactó los Andes tropicales”, continúa.

    Con esta información es posible desarrollar modelos fluviales asistidos por computador, para observar cómo se comportaría una creciente o una avenida torrencial al modificar parámetros como la precipitación media anual, la cobertura vegetal y las pendientes.