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Ciencia y Tecnología

Putumayo y Nariño zona con más diversidad de borrachero en Colombia

    Investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) le siguen el rastro a esta planta, que aunque en Colombia se conoce más como materia prima de la burundanga, también presentaría un alto potencial para uso biomédico.

    El estudio de esta planta coloridas flores en forma de trompeta, temida en las ciudades por el peligro que representan sus semillas cuando se administran como burundanga, pero apreciada entre las comunidades indígenas por los usos que le dan para curar dolores, mareos e infecciones, entre otras dolencias, es liderado por uno de los grupos tándem de Colombia, vinculados a la prestigiosa organización científica alemana Max Planck.

    El profesor Federico Roda Fornaguera, de la Facultad de Ciencias de la UNAL, líder del grupo de investigación Genómica evolutiva del metabolismo especializado, lleva ya dos años y medio recopilando las variedades de estas plantas del género Brugmansia que oficialmente están extintas en la naturaleza, pues solo crecen donde hay presencia de seres humanos.

    Según el rastro seguido por el grupo de investigación, en Colombia la mayor zona de producción se encuentra en el valle de Sibundoy (Putumayo) y en los alrededores de la laguna de la Cocha (Nariño). En estos lugares, campesinos y comunidades indígenas la cultivan.

    En la región, se encuentran borracheros con flores de distintos colores (rosa, amarillo, blanco, rojo) y hojas pequeñas, grandes y de formas irregulares.

    “Hay muchas variedades, como buyes, dientes, culebra, amarón, quinde y guamuco. Se trata de especies medicinales diferentes a las ornamentales registradas en otros países de Latinoamérica” señala el profesor Roda.

    El interés de identificar los compuestos que producen las diferentes variedades de borrachero, cacao sabanero, trompetero o floripondio –como también se le conoce–, lo ha llevado a trasladarse a Putumayo y a Nariño con el fin de colectar muestras e impulsar un intercambio de saberes con las comunidades cultivadoras de esta planta, que también la incluyen en la preparación del yagé, bebida sagrada de sanación física y espiritual para los nativos.

    Una parte de la investigación se centra en analizar la variación genética de esta especie, con el fin de entender la evolución de los cultivares medicinales y de los compuestos de cada variedad. Con este análisis esperan entender la historia de esta especie y encontrar genes que sean importantes para que las plantas puedan producir las sustancias con potencial biomédico.

    El estudio será coordinado con miembros de las comunidades del sur de Colombia que cultivan estas plantas desde hace mucho tiempo, como las Inga, Kamsá y Quillacinga. “Queremos socializar con la comunidad colombiana toda la información que obtengamos del análisis de laboratorio, para enseñarles el valor de las plantas y sensibilizarlos para que las conserven”.

    Variedades para escoger

    Además del trabajo de campo en el sur del país, el profesor Roda cuenta con un invernadero en el campus de la UNAL Sede Bogotá, en donde, con un equipo de estudiantes y otros docentes, realiza monitoreo constante a las especies y variedades que se cultivan en condiciones específicas de luz y temperatura.

    Las plantas provienen de semillas colectadas en campo, que se clasifican y guardan en cajas de Petri, las cuales permanecen en refrigeradores para mantener su calidad. Cada una de ellas cuenta con una ficha técnica de caracterización, con las que se está conformando una base de muestras para experimentación y conservación de semillas nativas. Cuando estas semillas germinan, las plántulas se llevan a unas bandejas especiales y luego se trasplantan a macetas.

    “El proyecto es crear un banco de semillas, pero para ello se requieren más equipos y personal encargado”, advierte el docente mientras manipula con precaución las semillas de borrachero. “Son un peligro –dice– a algunos empleados se les han llegado a dilatar las pupilas cuando las manipulaban”, relata.

    Este trabajo es apoyado por la profesora Clara Isabel Bermúdez Santana, directora del Grupo de RNómica, Teórica y Computacional, del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias de la UNAL, quien señala que “desde el Laboratorio de Biología Computacional colaboramos con el profesor Roda en el análisis de ADN –información genética– y ARN –expresión genética– de las plantas, para identificar los genes que determinan la producción de alcaloides tropánicos”.

    Desde el ámbito computacional, el grupo analiza la transcriptómica de estas plantas, que es el estudio de la expresión de los genes en una célula o tejido.

    Eso implica analizar las secuencias y niveles de expresión mediante herramientas de cómputo con el fin de identificar qué genes muestran diferencias de expresión entre las distintas especies.

    “Uno puede encontrar varias especies de borracheros con diferentes secuencias génicas que ayuden a hacer más o menos efectiva la producción de los metabolitos psicoactivos”, menciona la profesora.