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Política y Sociedad

Psicología y gestión cultural enriquecerían transformación social en América Latina

    Si se abordaran de manera conjunta, dichas áreas ofrecerían múltiples posibilidades para entender fenómenos como la pobreza, la migración o la desigualdad, y también la transformación de los territorios, a partir de la memoria colectiva y la poesía, por ejemplo. Así lo expresaron los expertos invitados al “I Coloquio interseccionalidades entre gestión cultural y psicología: desafíos en contextos latinoamericanos”, realizado en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales.

    La profesora Rayén Amanda Rovira, directora de Bienestar Universitario de la Facultad de Administración de la Sede, señaló que “la intervención social en los territorios debe ir más allá de la retórica, y para ello es necesario hallar un método más integral”.

    “Para ello es necesario, además de la teoría, recorrer el territorio, pues solo así se puede enriquecer la comprensión de las problemáticas de la gente y generar cambios reales”.

    Al respecto, el profesor Carlos Yáñez Canal, coordinador del Grupo de Investigación en Identidad y Cultura de la Facultad de Administración, manifestó que “la interrelación psicología y gestión cultural, como ciencias sociales, debería darse desde el caminar, como una dosis de aventura en donde la investigación sea innovadora no repetidora”.

    “Los expertos en estas áreas tenemos un compromiso ético ante la vida, no basta con pensar, es necesario formar bandos cuyos términos no las separen”, anotó.

    ¿La poesía como mediadora?

    La profesora Ana Patricia Noguera, coordinadora del Grupo de Investigación en Pensamiento Ambiental de Facultad de Administración, se refirió al arte y la poesía como expresiones que sirven para generar una resignificación de los sentidos, profundizar relatos e incluso concientizar. En su opinión, “desde la ‘métodoestesis’ (caminos del saber), palabra creada por ella, se aborda la crisis ambiental transformando las relaciones y emergencias culturales, dando forma al mundo a través del pensamiento-acción y la creación-productividad”.

    “Una muestra de ello ha sido el arte, el retrato, la poesía y la pintura, expresiones que mediante imágenes alegóricas pueden decir mucho de las vivencias de un país, su sentir, su inequidad o desigualdad, que muchas veces la palabra no permite, ya sea por miedo o por el silencio mismo”.

    “Por ejemplo obras emblemáticas como El Portillo de Alberto Durero de 1525, o el Duelo a garrotazos de Francisco de Goya de 1819, en las que no importa la forma ni el estilo, sino motivar una reflexión sobre la violencia y sus representaciones”.

    Otro ejemplo es Marmato, municipio minero de Caldas, cuyas riquezas en oro no han servido para garantizar la calidad de vida de sus pobladores: “toneladas de este precioso metal salen al año, millones de pesos se pueden facturar al mes, pero siguen siendo más de 100 años de carencia, daño social, ambiental, y medioambiental”, expresó mientras enseñaba al auditorio una foto de la zona.

    De otra parte, Claudia Calquin Donoso, magíster en Psicología Educacional de la Universidad de Santiago de Chile, se refirió a cómo, a partir de las huellas y el olvido se pueden construir experiencias de investigación-creación, utilizar otros lenguajes y nuevas estéticas “que nos recuerden que conocer no es un suceso sino un proceso, hacer memoria nunca será un acto en vano”.

    “Por ejemplo, técnicas como el vaciado (elaboración de esculturas) pueden dejar improntas para la exploración de la memoria histórica como los monumentos, que tienen una narrativa sobre esos sabores amargos de momentos vividos por la dictadura en Chile y el golpe de Estado en 1973 en nuestro país”.

    “Es llegar al lugar y hacer de los símbolos –como esculturas, placas, rostros, murales y estatuas– un rompimiento de la ausencia de un pasado; estos elementos ayudan a construir una memoria que, aunque abolida, genera un espectro para la reivindicación de la guerra”, concluyó la investigadora chilena.