Primer reporte del ADN de 8 especies de moscas de importancia forense
Las moscas del género Fannia tienen una amplia distribución geográfica, desde zonas templadas hasta tropicales, con cerca de 350 especies en todo el mundo. “Algunas de sus especies son consideradas como sinantrópicas, es decir que tienen una estrecha relación con los asentamientos humanos, dada su capacidad para descomponer materia orgánica animal y vegetal”, explica Yesica Sidney Durango Manrique, magíster en Ciencias - Entomología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín.
Son pequeñas y colonizadoras de espacios muy reducidos o encerrados como cuartos, orificios y ataúdes, además son de importancia tanto médico-sanitaria –porque pueden causar miasis, tanto en humanos como en animales– como veterinaria-económica, ya que son vectores mecánicos de algunos patógenos que generan pérdidas económicas en granjas de alta producción como las avícolas y las peleteras.
A pesar de su importancia, estudiarlas e identificarlas ha sido difícil por factores como la ausencia de claves taxonómicas integrales, es decir de características específicas y definidas que permitan su identificación independientemente de su sexo. “En la actualidad estas características solo están definidas para machos, dejando a un lado a las hembras que morfológicamente son muy similares entre especies. Así mismo, hay una ausencia de datos moleculares o de ADN de referencia, especialmente en la región del Neotrópico, que comprende al centro y el sur de América, además de que hay un bajo número de especialistas que deseen trabajar con el grupo”, señala la investigadora.
Por eso se propuso evaluar dos marcadores moleculares o “regiones en el ADN” que permitan diferenciar una especie de otra, además de analizar el potencial que tendrían las alas y sus particularidades geométricas para el mismo propósito.
“Trabajamos con dos marcadores, uno mitocondrial (COI) y otro nuclear (ITS2), para discriminar 10 especies del género Fannia Robineau-Desvoidy, 1830 (Diptera: Fanniidae) de Colombia. Para ello, revisamos y seleccionamos cerca de 50 individuos de la Colección Entomológica del Tecnológico de Antioquia (CETdeA), los registramos fotográficamente y emprendimos el análisis molecular y de morfometría geométrica alar”, explica.
Ambos análisis se adelantaron en el Laboratorio de Entomología Forense del grupo Bioforense del TdeA en Medellín, con la financiación de la convocatoria interna de investigación del TdeA para 2021.
Como los individuos se habían colectado entre 10 y 13 años atrás y preservado en alcohol al 80 % (sustancia que afecta la calidad del ADN), para el análisis molecular se tuvo que trabajar con el ejemplar completo, excepto la genitalidad de los machos, las patas posteriores (estructuras esenciales para identificar la especie) y las alas que dejó, junto con las fotografías, en el repositorio de la CETdeA como soporte.
Las demás muestras se procesaron y el producto obtenido se envió a Macrogen (empresa pública de biotecnología de Corea del Sur) para hacer el proceso de secuenciación. “Con esta información, procedimos a analizarla y confirmar que se trataba de las primeras secuencias reportadas de estas especies, específicamente para la región del Neotrópico, y algunas de ellas reportadas solo para Colombia”, añade la magíster Durango.
Mediante los datos moleculares pudo confirmar con precisión 6 de las 10 especies que había definido antes por su morfología, mientras que para las otras encontró inconsistencias entre su apariencia (morfología) y su ADN. “Además, en el interior de F. dorso maculata detectamos dos grupos mitocondriales, lo que sugeriría una diversidad oculta, quedando así una línea base para futuras investigaciones”.
Los resultados también permitieron actualizar el número de especies para la región del Neotrópico: de las 97 reportadas fue posible llegar a 114, de las cuales 37 tienen presencia en Colombia. “A partir de esta investigación se logró obtener la secuencia de ADN de 10 de las 37 especies reportadas para Colombia, 8 de las cuales son nuevos reportes de secuencias de ADN. Es un paso muy importante para seguir estudiando a estas moscas en el país y en el mundo”.
Morfológicamente solo los machos pueden ser identificados a nivel de especie. Las hembras son tan particulares que es imposible asociarlas con sus conespecíficos. Por eso, la investigadora Durango también exploró el estudio de las alas, buscando en ellas pistas que permitieran que las hembras de cada especie se pudieran diferenciar entre sí.
“Utilizamos la información genética como base y exploramos si las diferencias alares coincidían con las del ADN. Para ello extrajimos las alas y las montamos en placas para hacer un registro fotográfico detallado. Luego marcamos unos puntos específicos, tratando de diferenciarlas, tal y como se hace con una huella dactilar”, relata.
Por último, las agrupó en sus respectivas especies, confirmando así que hay un fuerte dimorfismo sexual, es decir que las alas de hembras y machos de una misma especie son radicalmente diferentes. No obstante, estas diferencias no son suficientes para asociar a las hembras con los machos de su misma especie. “Por eso la herramienta más precisa sigue siendo la identificación molecular. Para futuros estudios sería importante incluir mayor número de muestras de los grupos que estudiamos y así robustecer los hallazgos”, concluye la magíster Durango.
Esta investigación abre nuevos caminos para seguir identificando y comprendiendo las funciones de moscas de importancia forense y médica.