Ariel Tarazona, profesor del Departamento de Producción Animal de la UN en Medellín, aseguró que después de realizados los experimentos, "la reactividad en el brete de contención disminuyó, notándose el efecto de la presencia del ser humano en el potrero. Sin embargo, no se encontró diferencia en la velocidad de salida, es decir, que el animal a pesar de que su temperamento para ser manejado fue más dócil, seguía estresado y asociando el brete a experiencias negativas".
Si se puede afirmar que los seres humanos tienen personalidad, de igual manera en los animales se puede hablar de temperamento. Este tiene relación con un componente innato que está demarcado genéticamente. Pero, además de la disposición genética, el temperamento depende, en gran medida, del trato y el manejo que se les dé.
"Un animal que tenga disposición genética a ser reactivo, puede volverse más manso si se hace un manejo adecuado, de igual manera, si se hace un mal manejo, el animal, aunque tenga una disposición genética a ser más dócil, podría volverse reactivo y peligroso tanto para los humanos como para él mismo", afirmó el investigador.
Los investigadores experimentaron y evaluaron el efecto de la presencia humana constante en los potreros sobre la reactividad de los bovinos en los bretes de contención, estructuras que se usan regularmente para vacunar a los animales, marcarlos y ejercer otras prácticas que resultan agresivas.
Primero, se realizó una evaluación de la reactividad en el brete determinando en valores cuantificables: el desplazamiento, la respiración, la vocalización y la presencia de patadas. Después, los expertos compartieron el espacio con los bovinos y se volvió a realizar el primer paso para determinar cambios en el temperamento del ganado.
Como conclusión, según Tarazona, pueden plantearse prácticas de manejo en las cuales se incluya un trato diferente al animal para reducir gradualmente su reactividad.