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Política y Sociedad

Políticas en salud mental no han sido efectivas, su enfoque sería el problema

    En el país cada 20 minutos se presenta un intento de suicidio, y en 2021 se dieron en promedio 2.962 suicidios; estos datos no solo obedecen a un diagnóstico de depresión y ansiedad, sino que va mucho más allá, hacia la inequidad, la falta de recursos y la estigmatización social, que son clave, y que las políticas públicas en salud mental no han contemplado ampliamente hasta el momento.

    En Colombia, la primera política pública en este campo apareció en 1998; antes de ese periodo el problema se trataba como algo relacionado con las bebidas alcohólicas o incluso con estar inmerso en lo que denominaban “degeneración moral”, el campo de la prostitución o la delincuencia, lo cual resulta bastante paradójico en un país tan golpeado por el conflicto armado, cuyas secuelas siguen dejando problemas psicológicos hasta hoy.

    Esa primera política puso sobre la mesa el hecho de que la guerra también tiene un impacto en la salud mental de las personas, y planteó que se debía promover el Estado de bienestar, pero los intereses sociopolíticos y económicos no permitieron que este modelo se desarrollara plenamente, por lo que, una vez más, se quedó en el discurso y las prácticas en salud mental no se transformaron.

    Los rezagos de este tipo de políticas públicas se evidencian en el enfoque que se le ha dado a la salud mental en el país, en donde la solución a trastornos como la depresión o el trastorno bipolar han sido especialmente farmacológicos, y no a partir del entendimiento de factores sociales, económicos, político o históricos, lo cual hace ineficaz que esta normativa resuelva el problema.

    Así lo determinó Edwin Herazo Acevedo, doctor en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien encontró los vacíos conceptuales que han estado presentes desde esa primera hasta la actual política pública de salud mental imperante, establecida en 2018.

    Para ello examinó un gran acervo documental, con informes y recopilaciones de expertos y profesionales en salud mental en Colombia y en el mundo, así como un archivo normativo y judicial de las principales instituciones asociadas con la construcción de estas políticas públicas.

    Además, realizó 25 entrevistas que recogían voces de personas que han ayudado a construir esas normativas, pacientes y algunos familiares, así como organizaciones y sindicatos que han puesto en evidencia los vacíos de las políticas públicas en salud mental.

    Para el experto, una evidencia de que la política pública de 1998 no se implementó de manera efectiva es que en las décadas de 1970 y 1980 Colombia venía en un ascenso en el desarrollo del campo de la salud mental, con diagnósticos un poco más completos y con dependencia exclusiva dentro del Ministerio de Salud y Protección Social, pero en la década de 1990 desaparecieron para convertirse en “grupos funcionales de trabajo”, que presentaron una desarticulación mayor.

    “La falla está en que el problema se ha tratado desde el discurso y no desde la práctica, lo cual no sirve, porque se queda en el papel y no ve la realidad de la población en general que tiene síntomas asociados con este tipo de malestar social, que no se restringe a los pacientes que acuden a una cita, sino que puede estar presente en cualquier persona”, asegura.

    La segunda política en salud mental en Colombia se planteó en 2018 y es la vigente; aunque se acerca a distintos sectores de la población y pretende generar conciencia, se vuelve a quedar corta y en el papel, ya que la salud mental se sigue viendo como algo que compete solo a expertos como los médicos psiquiatras y no pone la discusión para que se construya en colectivo.

    “Nombrar un trastorno es más fácil que enfrentar el problema desde sus verdaderos orígenes: los determinantes sociales en salud, que se enmarcan dentro de algo tan cotidiano como las relaciones entre personas que conviven, las condiciones económicas y sociales, el contexto del lugar o la institución en la que se estudia”, indica.

    Añade que “en las universidades y los sitios de trabajo también se debe buscar que cada individuo hable de lo que le pasa, pues ya de por sí los diagnósticos en salud mental forman parte de un consenso que termina siendo subjetivo y convierte la depresión en un tema psicopatológico, que la persona empieza a ver como una “anomalía”, lo cual dificulta atacar y disminuir el problema”.

    Hoy en día el tiempo que tiene un médico para atender a un paciente sigue siendo un gran problema, ya que en 20 minutos de consulta no termina de comprender lo que en realidad le está pasando al paciente, además de que en los centros de salud es difícil conseguir una cita, y en ocasiones el personal no está del todo capacitado para atender este tipo de consultas, por lo que investigaciones como esta es un insumo para que se puedan mejorar las políticas públicas de salud mental en el país.