Poca diversidad de árboles reduce la variedad de aves en Valledupar, ¿por qué?
David Esteban Restrepo Zuluaga, magíster en Bosques y Conservación Ambiental de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, menciona que “los edificios, calles, centros comerciales y avenidas han transformado radicalmente los ecosistemas naturales, lo que ha perjudicado servicios ecosistémicos que brindan bienestar a todos los individuos, no solo a los humanos, sino también a las aves, por ejemplo”.
Mirlos, colibríes, azulejos y otros pájaros se encargan de dispersar las semillas, es decir de la polinización que garantiza la reproducción de algunas plantas, el control de insectos plaga e incluso de la materia vegetal en descomposición, evitando así la proliferación de enfermedades.
“La urbanización limita todos estos servicios, y esto lo podemos cuantificar mediante los índices de diversidad funcional, que son como gráficas tridimensionales”, anota el magíster.
Para su investigación evaluó el gradiente de urbanización, que clasifica el impacto humano de 0 a 100 –nulo y grado más alto– teniendo en cuenta variables como el aumento en la densidad poblacional, la distancia de las vías, los tipos de usos de la tierra y las especies de plantas, entre otras, y así encontró que la ciudad no tiene niveles inferiores a 65, lo que la hace una zona altamente urbanizada.
“Además determinamos 15 puntos en toda la ciudad, cada uno de 1,76 hectáreas y separados por una distancia superior a los 200 m, para identificar la estructura de la vegetación y caracterizarla junto con las aves que rondaban por allí, trabajo adelantado con estudiantes de pregrado y otros profesionales”, precisa.
Después de identificar los pájaros, entre los que abundaron el sirirí, el bichofué, la maría mulata y el periquito bronceado, se compararon algunas de sus características físicas, como por ejemplo la forma y el tamaño de sus picos, alas, tarsos o patas, etc.
“Estas características nos dan información sobre su alimentación, si comen semillas o insectos, si se desplazan mucho o poco, y si tienen hábitos alimenticios aéreos o rastreros, y esto nos sirve para entender qué servicios está prestando el lugar”, explica el magíster.
Así, encontró que las aves tenían rasgos muy parecidos entre sí, lo que significa que en la zona hay una redundancia funcional. “Los lugares en los que encontramos más diversidad fue en los menos urbanizados. Además, vimos que factores como la altura de los árboles y la cantidad de follaje tenían relación positiva con la biodiversidad entre las especies”, continúa el investigador.
Con respecto a la relación de las aves con la vegetación para alimentarse de frutos, el que mostró más frecuencia de interacciones fue el saltador ajicero, con 138 eventos, que representan el 18,6 % del total, seguido por el periquito bronceado, con 95 interacciones, es decir el 12,8 % de los interacciones.
Por otro lado, las planta que sostuvieron mayores interacciones fueron el higuerón y el matapalos con 128 eventos, es decir el 17,3 % del total, seguidos del árbol palo rosa con 119 interacciones y el mango con 104.
“Estos resultados nos muestran que las redes de frugivoría de Valledupar son pequeñas, conformadas por un núcleo de aves generalistas (que tienen una alimentación variada) y muy pocas especialistas, lo que ocasiona declives en los procesos y el equilibrio ecosistémico”, explica el magíster Restrepo.
Una de las principales consecuencias de este fenómeno es la posible extinción secundaria de algunas plantas, especialmente de aquellas que necesitan de animales específicos –con picos muy largos y delgados (como los colibríes)– para ser polinizadas.
“Este estudio demuestra la urgencia de implementar planes de manejo y medidas de conservación en la ciudad, sobre todo en sitios como los cerros tutelares, las áreas verdes y los bosques de galería alrededor del río Guatapurí”, concluye el magíster.
La tesis fue dirigida por los profesores Joan Gastón Zamora-Abrego y Juan Fernando Acevedo-Quintero, de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Sede Medellín.