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Política y Sociedad

Pobreza y desempleo entre otros determinantes importantes para una política pública de salud mental

    “Para afrontar el suicidio de manera integral y desde una perspectiva de salud pública es necesario pensar en un concepto de ‘determinantes sociales de la salud mental’, es decir, teniendo en cuenta factores como pobreza, desempleo, necesidades básicas insatisfechas o acceso a salud, entre otros”, afirmó la médica psiquiátrica Carolina Corcho, exministra de Salud y Protección Social, durante el II Simposio de Psiquiatría: Detección y prevención de la conducta suicida, realizado en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

    “El tema del suicidio desde una perspectiva de salud pública está siendo debatido en la reforma a la salud que se adelanta en la actualidad, y es importante porque si hablamos desde el concepto de ‘determinantes sociales de la salud mental’ se abordará el problema más allá de un estricto modelo biomédico”, sustentó la magíster en Estudios Políticos de la UNAL.

    El modelo biomédico hace referencia a un enfoque médico que, en el caso de la salud mental, ayuda a entender y tratar los trastornos mentales a través de factores biológicos, como por ejemplo problemas en el cerebro.

    Según la experta, egresada de la UNAL, “es fundamental considerar los determinantes sociales de la salud, que incluyen aspectos económicos, sociales, ambientales e incluso culturales, para poder abordar de manera efectiva la detección temprana del creciente fenómeno del suicidio”. El Instituto Nacional de Salud (INS) informó que en 2022 se registraron 37.359 casos de intento de suicidio.

    Durante el Simposio se presentaron datos preliminares de un ejercicio en que el a través de mapas geográficos se hizo un análisis del índice de necesidades básicas insatisfechas y el índice de pobreza multidimensional; estos factores coincidieron con aquellas zonas en donde se reportan más intentos de suicidios, entre ellos Vaupés y Amazonas.

    “Cerca del 100 % de los suicidios de los jóvenes en estos territorios se da, entre otros factores, por la falta de transición de inclusión social para entrar a la educación superior. Lo que se puede encontrar es un ambiente de consumo de alcohol, drogas, corredores de narcotráfico y lo que sobreviene es el vacío, la angustia y el ahorcamiento”, puntualizó la experta Corcho.

    Para el doctor Diego Francisco Vargas Chávez, psiquiatra y coordinador de docencia de la Clínica Montserrat, “este fenómeno también debe ser abordado desde la salud pública. Sin embargo, los estigmas y tabúes siguen siendo unos de los principales retos”.

    Para el especialista, el suicidio debe ser cada vez más comprendido como una “sindemia”, término que hace referencia a la presentación de dos o más enfermedades o condiciones en una misma persona y que están estrechamente relacionadas con las desigualdades sociales y económicas persistentes en las que vive.

    La sindemia permite reconocer cómo la violencia estructural y las interacciones fundamentadas en el estigma, la discriminación y exclusión conforman un sistema de vulnerabilidad generador de sufrimiento y problemas que pueden motivar el suicidio.

    “Si analizamos el comportamiento del suicidio en las diferentes regiones del mundo, vemos que se da de manera muy diferente”, afirmó.

    También hizo referencia a que se deben realizar estudios de costos en relación con la enfermedad mental y con el suicidio para generar unas mejores propuestas que puedan llegar a políticas públicas.

    Señales de alerta

    La desesperanza es ese último momento donde una persona siente que no puede continuar con su vida y es en ese escenario donde las señales no pueden pasar inadvertidas entre la sociedad, familiares o amigos.

    • Hablar constantemente sobre ideas suicidas.
    • Comportamientos imprudentes o riesgosos repentinos.
    • Aislamiento.
    • Aumento en el consumo de alcohol o de sustancias psicoactivas.

    Cuando una persona tiene un plan suicida, tenderá a buscar mecanismos que le ayuden a llegar a ese objetivo. Los expertos reunidos en la UNAL reiteraron que este no es un asunto de voluntad, pues cuando hay un diagnóstico médico el sentirse bien o mal no se trata de una decisión, por ello enfatizan en la importancia de conocer la sintomatología para tomar acciones ante un evento de este tipo.

    “Entre el 50 y 90 % de las personas que tienen un intento suicida tienen un trastorno mental”, especificó el profesor Álvaro Romero Tapia, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Sabana.

    Señaló además que “se ha reportado que un tercio de la población que tiene conductas suicidas tiene antecedentes de alguna forma de abuso. Lo preocupante es que el 66 % de los intentos consumados ‘avisan’ antes de cometer el suicidio”.