Plaza de La Hoja, buena en los planos, pero con fallos en su implementación
El proyecto VIP Plaza de la Hoja busca darle un sentido social y real a la inclusión de las víctimas de la violencia a través de vivienda propia. Fotos: Carlos José Guáqueta, magíster en Hábitat de la UNAL.
El mural realizado en la Plazoleta de La Hoja es una expresión multicolor de sus residentes que buscan cambiar la imagen del proyecto.
3. Adecuación de cancha para fútbol en plazoleta de La Hoja.
Acceso al conjunto y patio central convertido en parqueadero.
Muestra de frentes pintados, tiendas y colores de las cortinas.
Los sitios en donde se iban a construir los parques terminaron convertidos en parqueaderos, tampoco se hicieron canchas deportivas ni zonas verdes, las terrazas de algunos edificios –destinadas a ejercicios de agricultura urbana– nunca se pudieron utilizar porque generan humedad en los apartamentos, y además la inexistencia de muros o vallas los hizo vulnerables a robos.
Ante esta situación, y con sus propios recursos, los residentes han tenido que “buscarle la comba al palo” para hacer de este un espacio adecuado para vivir.
La Plaza de La Hoja se pensó como un proyecto integral que, además de ser un programa de vivienda de interés social, tuviera un enfoque económico, ambiental y cultural que combatiera la segregación social, el desempleo y la falta de protección social que muchas de las víctimas del conflicto habían sufrido en sus lugares de origen o a los que llegan como desplazados.
Carlos José Guáqueta, magíster en Hábitat de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, afirma que, aunque como idea fue revolucionaria por su diseño y concepción urbanística, terminó basada más en la rentabilidad financiera y de eficiencia en los procesos constructivos, parecidos a los realizados por el sector privado.
“El proyecto se configuró como un piloto que cambiaría la manera en la que se construyen las viviendas de interés prioritario, es decir, en las periferias de la ciudad, por lo que en la propuesta se contemplaba variedad de usos del suelo, dentro del marco de una intervención urbana integral de todo el predio”, agrega.
En su estudio, a través de una investigación analítica, el magíster revisó cada una de las fases proyectuales, desde su planteamiento y construcción hasta su uso por los habitantes, a la luz de lo que él denomina el “habitar complejo”, basado en la revisión documental que se ha hecho del proyecto y de un proceso de observación y entrevistas a actores relacionados con este.
Encontró, entre otras cosas, que los apartamentos cuentan con condiciones adecuadas de ventilación, adaptabilidad e iluminación, atributos que fueron mantenidos desde el planteamiento de proyecto hasta su construcción, por lo que hoy los habitantes destacan el potencial que tiene cada vivienda.
En cambio, “por la falta de un cerramiento perimetral cuando entregaron la construcción, los habitantes tuvieron la sensación de que el proyecto era un lugar abierto y vulnerable al exterior, por lo que realizaron por su cuenta dicho cerramiento para sentirse seguros”, asegura el magíster.
Así mismo, “las zonas de recreación previstas en el diseño no se realizaron durante la construcción debido al tope presupuestal, por lo que los patios se convirtieron en parqueaderos ante la indiferencia de algunas entidades distritales, y además no se aprobó la licencia de urbanismo en las condiciones planteadas desde el inicio en los diseños, lo que hizo que fuera necesario ajustar la propuesta arquitectónica y su materialización”, menciona.
Fue así como los residentes decidieron hacer una cancha de fútbol sobre el parqueadero de TransMilenio, por ser considerada urbanísticamente como “zona muerta” por su falta de actividad, con el fin de tener zonas verdes y de esparcimiento para los niños y jóvenes.
El estudio también analizó la permanencia y pertenencia de sus residentes, el cual demostró que el modelo de vivienda gratuita o subsidiada no garantiza la permanencia de los habitantes en el proyecto, pues algunos de ellos vendieron o arrendaron su apartamento de manera formal o informal.
“Sin embargo, otros residentes han mostrado su sentido de pertenencia creando tiendas en los mismos apartamentos, personalizando sus viviendas y exteriores, a través de la diversidad de colores en las cortinas, y el mural realizado en la plazoleta de La Hoja”, explica el magíster.
Por otro lado, los habitantes del proyecto implementaron una huerta urbana en uno de los patios del conjunto, colindante con uno de los lotes sin construir, con el fin de recrear sus imaginarios de la herencia campesina de cuando habitaban las tierras de las cuales fueron desplazados.
Lo mencionado evidencia una falta de diálogo entre los actores del proyecto, pues el habitante fue estandarizado y debió adaptarse a las nuevas formas de habitar.
Como alternativa en la formulación de proyectos de este tipo, el magíster propone “entender el proyecto arquitectónico de vivienda de interés prioritaria como un sistema evolutivo y no como un producto terminado”.
Por eso, mediante la proyectación arquitectónica, el magíster plantea un método en el cual se pueden tener en cuenta los diversos momentos del proyecto y a su vez aspectos del “habitar complejo”, ya que el proyecto es un proceso constante que no finaliza cuando se termina la obra de construcción”.