Pese al riesgo de desaparecer, el tejido artesanal busca alternativas para perdurar en Colombia
A lo anterior se suma el impacto que la globalización genera sobre los sistemas productivos, ya que para cumplir con los compromisos comerciales deben acelerar los ciclos productivos aumentando el consumo energético y el uso de materias primas no renovables –como las fibras sintéticas– para así atender las exigencias de los mercados nacional e internacional.
Pero no solo eso: el acceso a las materias primas también se ha hecho muy difícil porque estas se solían cultivar en zonas destinadas ahora a cultivos ilícitos, en donde además hay conflicto armado y violencia por el control territorial, lo que está obligando a los artesanos a utilizar fibras sintéticas que son más económicas, fáciles de obtener y transformar.
De igual manera, pese a que Colombia es uno de los países con mayor diversidad de especies de plantas y animales, especialmente concentradas en la Región Andina, el Chocó biogeográfico y el Amazonas, esta riqueza natural no siempre favorece el uso y aprovechamiento por parte de las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas.
Así lo revela un informe del Grupo de Investigación en Diseño Industrial (GUIA) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, presentado durante el evento internacional “CCID Cultural and Creative Industries Days”, realizado por la Pontificia Universidad Católica de Río Grande del Sur (Brasil).
Las investigadoras Lina Marcela Olaya Muriel, estudiante del Doctorado en Estudios Ambientales de la UNAL Sede Palmira y Nélida Yaneth Ramírez Triana, profesora de la Facultad de Ingeniería y Administración, anotan que “aunque desde tiempos precolombinos los tejidos artesanales han reflejado las cosmovisiones de las comunidades indígenas y simbolizado el rol femenino y la memoria de los territorios, los artesanos enfrentan hoy la modernización y luchan por preservar su esencia ancestral”.
En la actualidad, el tejido artesanal sigue siendo una de las principales actividades económicas de subsistencia en comunidades de Cauca, La Guajira, Nariño o la Sierra Nevada de Santa Marta, donde se continúan elaborando objetos utilitarios de uso ritual y cotidiano como mochilas, canastos, lazos y otros textiles, promoviendo la preservación de su identidad.
“Uno de los mayores desafíos que enfrentan las comunidades artesanales en el territorio colombiano es buscar alternativas que les permitan transferir las tradiciones orales, los conocimientos y prácticas relacionadas con la naturaleza acumuladas a lo largo de los tiempos”, afirman.
En el recorrido histórico realizado por las investigadoras se destaca que en la época prehispánica los tejidos permitían una forma de intercambio entre las comunidades y se utilizaban para pagar tributos.
Por ejemplo, los Tairona trabajaban con algodón y fique, extensamente cultivados, mientras que hoy las fibras sintéticas son las más empleadas en La Guajira (89 %) pero Magdalena (69 %) y Cesar (78 %) continúan empleando fibras vegetales.
“Hallazgos arqueológicos evidencian restos de tejidos pertenecientes a mochilas depositadas en tumbas Tairona, con lo que se evidencia la habilidad técnica y organización social, ya que algunos diseños estaban reservados para las élites”, destacan las investigadoras.
Por su parte, en los Andes orientales, los guane en Santander también trabajaba principalmente con fique (80 %), tradición que aún prevalece en el territorio dejando en segundo lugar las fibras sintéticas (33 %). En Cundinamarca y Boyacá los muiscas utilizan las fibras vegetales (entre un 48 y 55 %) seguidas de las fibras de origen animal (37 %). Estas culturas tejían sus textiles en telares simples donde por medio de figuras geométricas registraban sus símbolos culturales, en muchos casos de manera jerárquica.
Las comunidades en Tierradentro (Cauca), San Agustín (Huila-Cauca) y Nariño, en los límites entre Colombia y Ecuador, también manejaban en mayor medida el fique o cabuya, y a partir de la colonización integraron en los textiles las fibras de origen animal como la lana de ovino y la seda.
Durante la colonia, en Nariño los textiles se caracterizaban por los diversos diseños, en especial mantas de algodón que destacaban por su alta calidad, técnicas complejas y variación cromática según el destino que se les asignaba, este podría ser para uso social, tributo, político, religioso y mágico. En la actualidad esta zona es una de las más importantes en tejidos precolombinos de Colombia.