En 1942, una gran cantidad de peces de apariencia extraña y desconocidos por los pobladores aparecieron flotando muertos en el lago de Tota. Tenían forma cilíndrica, seis anillos circundantes en su cuerpo y abundante tejido graso bajo su piel. Según la historia, fueron recogidos para derretirlos y fabricar velas. Por fortuna, Cecil Miles, investigador inglés que por esa época trabajaba en Colombia, logró colectar tres de ellos y describirlos científicamente. Se trataba del Pez Graso de Tota.
Los únicos ejemplares conocidos de esta especie en el mundo han sido colectados exclusivamente en este lago y se encuentran en las colecciones científicas del icn, en la Academia de Ciencias de California y en el Museo de Zoología Comparada de Harvard. En 1957, se encontró un nuevo ejemplar y desde entonces no se ha vuelto a reportar su presencia, por lo que los biólogos lo consideran extinto.
Hallazgos como este han motivado a numerosos investigadores a estudiar la biodiversidad de peces del país y a consignar su legado en el ICN. En la actualidad, el Instituto resguarda más de 100.000 ejemplares, de casi 2.000 especies marinas y de agua dulce de Colombia, al igual que las colectadas en otras partes del mundo, dispuestas por investigadores de países como Venezuela, Guayanas, Ecuador y Perú, entre otros.
En estas colecciones se mantienen ejemplares preservados de las profundidades del Océano Pacífico colombiano, de las dos costas marítimas y de las 80 especies de agua dulce, consideradas con algún grado de amenaza de extinción e incluidas recientemente en el Libro Rojo de Especies de Peces Dulceacuícolas de Colombia.
De igual forma, han sido detalladas algunas que parecen extrañas para el común de la gente, como los bagrecitos que parasitan en las branquias de los grandes bagres de la Amazonia y de la Orinoquia; peces ciegos, habitantes de cavernas de la Cordillera Oriental; y algunos conocidos en Amazonas y Orinoco, como temblones o tembladores, los cuales al ser perturbados se defienden mediante descargas eléctricas de hasta 600 voltios.
Entre los innumerables ejemplares también se encuentran pirañas, rayas y el temido pez candirú o carnero del Amazonas, que se puede introducir por la uretra de las personas cuando orinan en el agua y del cual se tienen algunos ejemplares extraídos de pacientes del Hospital de Leticia.
El profesor del icn y experto en peces, José Iván Mojica, quien comenzó a trabajar con este grupo desde los años 80 y es el cuarto curador de la colección, explica que el legado comenzó hacia la mitad del siglo XX, con la recopilación que se adelantó en los ríos Sinú, San Jorge, Cauca y Magdalena, liderada por el científico sueco George Dahl, primer curador. Ahora, el Instituto cuenta con más de 18.000 frascos con material colectado en todo el país.
Pesca histórica
Una colección biológica es equiparable a una biblioteca. Según el investigador, el ICN tiene información sobre la biodiversidad de peces en las grandes regiones hidrográficas del país. Es así como la cuenca del Amazonas sustenta la mayor diversidad de los de agua dulce, con cerca de 800 especies, seguida por la del Orinoco, con alrededor de 650, unas 170 en el Magdalena y casi 150 en los ríos del Pacífico.
La recopilación científica ha permitido documentar especies que ya no existen, pero que fueron parte de la historia de la biodiversidad de Colombia. Ejemplo de ello son los peces colectados en el río Chapinero en Bogotá, en 1940, los cuales, a pesar de que el afluente ya no existe por la expansión de la ciudad, documentan ejemplares que alguna vez vivieron allí.
Debido a los cambios ambientales y a las modificaciones de los ecosistemas acuáticos del país, las generaciones futuras podrán conocer de primera mano cómo eran y dónde estaban distribuidas dichas especies. El docente destaca que los ejemplares que alberga el ICN con descripciones científicas son un tesoro para la Nación.
Muestra de ello es la documentación de la cuenca del río Magdalena, con alrededor de 170 ejemplares de agua dulce, casi todos endémicos, como el bagre rayado del Magdalena, la dorada, el besote o el pataló, que no existen en ninguna otra parte del planeta. Según el profesor Mojica, debido al Convenio sobre la Diversidad Biológica, Colombia está obligada a preservar estas especies, no obstante, cerca del 50 % que habitan en la gran cuenca del Magdalena figuran en el Libro Rojo.
Evidencia científica
La compilación es además el mejor referente científico. Cuando alguien quiere saber cuáles son las especies que hay en una cuenca determinada, en un río o en una región del país, puede consultarla. "Los ejemplares que tenemos sirven de soporte y evidencia científica a publicaciones que se hacen sobre nuestra biodiversidad", resalta el curador.
Este acervo biológico es de libre acceso. Muchos investigadores nacionales y extranjeros llegan a revisar el material y pueden disponer de ejemplares colectados a lo largo del país, lo que facilita sus investigaciones. Así lo evidencia el creciente número de publicaciones científicas que hacen referencia a material estudiado y depositado en el ICN. Así se encuentran, entre otros, artículos sobre revisiones taxonómicas y estudios de ecología que describen nuevas especies, su distribución y su biodiversidad en el país.
El profesor Mojica señala que todo este legado ha servido también de respaldo para la docencia. "Por esta colección ha pasado la gran mayoría de los investigadores colombianos que actualmente trabajan con peces. La UN, con su quehacer académico e investigativo, documenta las especies para que las generaciones futuras tengan un legado de la biodiversidad actual de peces en el país".