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Ciudad y Territorio

Patrimonio y cultura, esenciales en los modos de habitar los espacios en Colombia

    Esterilla, guadua, madera y barro son algunos de los materiales utilizados por las comunidades indígenas y campesinas del país para construir sus viviendas y que forman parte de la cultura e identidad de sus territorios. En aspectos como el diseño y los colores de sus casas se halla una parte importante de su legado ancestral, el cual incluye prácticas como la pesca o la siembra, esenciales en sus modos de vida.

    El libro Vivienda y cultura: Modos de habitar y construir vivienda en el espacio urbano y rural en Colombia se compone en tres apartados: vivienda autóctona, vivienda tradicional y arquitectura urbana y se trata de una recopilación de experiencias de 15 investigadores –hombres y mujeres– sobre la incidencia de las prácticas humanas en cinco territorios nacionales, las cuales se convierten en patrimonio y cultura social.

    Mediante diferentes enfoques analíticos, los 12 capítulos del libro abordan el vínculo entre vivienda y cultura tanto en la región Caribe (San Andrés, Alta Guajira, Sierra Nevada de Santa Marta y La Mojana), como en el litoral Pacífico (aldeas costeras y ciudades como Buenaventura y Tumaco), la región cafetera (Caldas, Risaralda y Quindío), y el suroccidente andino (norte del Cauca y el caso particular de Cali) y el Amazonas (Leticia y Mocoa).

    En estos territorios se identificó que las costumbres más relevantes son tejer, sembrar, arriar ganado o pescar, ya que se trata de actividades que se realizan en espacios (infraestructuras) propicios y autóctonos de cada región, considerados como patrimoniales.

    Estas experiencias en los modos de ocupar un espacio están separadas por tres distintos modos de vivienda: la autóctona, también conocida como vernácula, que junto con la vivienda tradicional corresponden al uso de materiales de la región para realizar edificaciones o casas en barro, arcilla, paja, estiércol, esterilla, madera o guadua; y la vivienda urbana, caracterizada por ser “casas antiguas” adecuadas o reforzadas con ladrillo y cemento.

    Desde 2019 las arquitectas Gilma Mosquera Torres y Ángela María Franco Calderón, profesoras de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sedes Bogotá y Manizales respectivamente, les vienen siguiendo la pista a dichas prácticas, y además son las editoras de libro, publicado por la Universidad del Valle y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), presentado el pasado 22 de marzo en Bogotá.

    Vivienda y cultura

    Para su estudio realizaron una investigación cualitativa en la que compartieron con las comunidades de las cinco regiones del país. Dichas prácticas, como por ejemplo las tradiciones agrarias o las artes de pesca, permanecen en los adultos y son compartidas con las generaciones más jóvenes como una manera de preservar su legado.

    “Entre vivienda y cultura existe una estrecha relación, mediante la cual cada espacio construido y habitado tiene un fin tanto social como funcional según la destinación de la tierra, con lo que es posible construir un acervo o conjunto de bienes, valores y actividades que representan a un territorio”, mencionan las arquitectas.

    Es el caso de las rancherías en La Guajira, que se adaptan a las altas temperaturas, o el hábitat anfibio de las viviendas palafíticas de La Mojana, en Bolívar, construidas así por las constantes crecientes del río.

    En primera instancia indican que existen tres casos específicos que cumplen con el papel de la estética y la técnica de la arquitectura tradicional: “adornar o embellecer una construcción adecuada a su tradición”, identificado en la isla de San Andrés (turismo), el Eje Cafetero (casas coloniales) y el litoral del Pacífico colombiano (pesca).

    Los centros culturales tienen una fuerte incidencia en las ciudades, en la construcción de asentamientos espontáneos, es decir, agrupaciones de viviendas que migran y se ubican en ciudades, aspecto que se apreció en ciudades como Buenaventura y en Mocoa y Tumaco, consideradas como ciudades-refugio.

    Las investigadoras desean continuar con el trabajo para indagar si los modos de vivir y el hábitat encontrado en las comunidades visitadas han cambiado o no.