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Medioambiente

Parques Naturales, amenazados por la fragmentación de los bosques

    En las últimas tres décadas la deforestación y degradación de las áreas naturales ha empeorado de manera significativa en los Parques Nacionales Naturales (PNN) como el Tinigua y el de la sierra de La Macarena.

     

    Al revisar la situación de estas áreas, que se constituyen en un corredor ecológico entre el ecosistema amazónico y el andino, se encontró que en 1985 había un parche de bosque de alrededor de 15.000 hectáreas que hoy ya no existe, está fragmentado y el más grande que se encuentra es de unas 5.000 hectáreas.

    Así lo revela la investigación del geógrafo Nicolás Alexander Pérez Forero, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, enfocada en analizar la degradación de la tierra en áreas protegidas a partir de la ecología del paisaje y del análisis ambiental, en el periodo 1985-2018.

    El estudio, dirigido por la ingeniera geógrafa Myriam Susana Barrera Lobatón, profesora de la UNAL Sede Bogotá, se ubicó en la confluencia de los ríos Guayabero – Bajo Losada, en 30.000 hectáreas que abarcan parte de los PNN Tinigua y sierra de La Macarena.

    La degradación de la tierra se está convirtiendo en una problemática ambiental global, relacionada con la disminución en su capacidad para proveer valores ecológicos y culturales como la riqueza de aves, el paso de ríos emblemáticos como el Guayabero, especies objeto de conservación que están menguando su población –como el mono churuco– y la historia de las comunidades indígenas y su patrimonio.

    A propósito, el geógrafo Pérez enfatiza en que tal degradación está sucediendo en áreas protegidas, es decir en lugares donde se supone que no deberían darse, con dos agravantes para el país: la crisis del desarrollo rural –que se viene dando desde hace mucho tiempo– y el conflicto armado.

    Implicaciones ecológicas

    Esta disminución y fragmentación del bosque en los parques tiene implicaciones ecológicas en las poblaciones biológicas que los habitan. En el estudio también se hizo un conteo de aves a lo largo de cuatro recorridos para determinar si la degradación tiene algún efecto en este grupo biológico.

    Se encontró que un bosque bien conservado tiene menos especies, pero estas son más especializadas y necesitan ciertos recursos que solo los hallan en el bosque. En cambio, en áreas perturbadas hay una gran cantidad de especies diferentes pero son muy generalistas, es decir que no necesitan tantos recursos especializados para sobrevivir.

    Por otro lado, se concluyó que la degradación es irreversible y aunque los ecosistemas tienen la capacidad de renovarse, será a largo plazo, aunque las necesidades de las personas que habitan allí son inmediatas. El bosque se puede renovar en toda su complejidad, pero en tiempos de 100 o 150 años.

    Discurso peligroso

    En cuanto a las problemáticas humanas, una de ellas es que la conservación se está volviendo un discurso peligroso. “Si conservas un bosque te preguntan quién te está pagando o quién te financia por no tumbarlo, porque allá trabajar la tierra está asociado con tumbar el bosque”, señala el geógrafo Pérez.

    Para adelantar la investigación, primero se tomaron imágenes satelitales y se procesaron para el periodo 1985-2018. Se levantaron las coberturas de la tierra a nivel general (los bosques, el pasto, las áreas que estaban sin ninguna vegetación, entre otros) y cómo se iban transformando en cuatro años: 1985, 2008, 2014 y 2018. Así se determinó cómo había cambiado ese paisaje, en qué media y el grado de degradación.

    En una segunda parte se hicieron entrevistas a la población que llevara al menos 10 años en la región, enfocadas en la percepción sobre la degradación. Esto permitió determinar si lo que se estaba investigando ellos también lo asumían como degradación, y qué implicaciones o significado tenía un área protegida.

    Por último, se cruzó toda la información para hallar los puntos de contacto entre lo cuantitativo y la percepción de la gente para construir unas explicaciones de por qué se tumba la selva.

    Este estudio fue apoyado por la Asociación de Guías del Raudal Angostura I y el Instituto de Estudios Ambientales (IDEA) de la UNAL Sede Bogotá.