Nuevo registro de algas con potencial alimenticio y farmacéutico en Barú
Cuando los turistas de las playas más importantes de Colombia transitan cerca al mar poco se imaginan sobre el mundo de las algas, un grupo de organismos que hace parte del reino protista -nombre que significa “lo más simple”-. Estos seres tienen una importancia más grande de la que se cree, pues sin ellos posiblemente no existirían ciertos tipos de corales, ya que especies como las zooxantelas viven dentro de sus tejidos y les ayudan a producir nutrientes y adaptarse a altas temperaturas.
Pero esto no es todo, solo para que se imagine el impacto que tienen en el medio ambiente y el aire que respiramos, el Consejo Científico Internacional ha indicado que las macroalgas marinas almacenan alrededor de 175 millones de toneladas de carbono cada año, ya sea enterrándolo en sedimentos de las costas o llevándolo a las profundidades del mar.
“Si no hay datos, no hay conservación”, indica la investigadora Natalia Sierra Martínez, bióloga de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien recorrió durante noviembre de 2021 y marzo de 2023 las Islas de Periquitos y Mojaculo, ubicadas en la península de Barú, en búsqueda de las macroalgas más características de la zona, y como complemento, cualquier tipo de animal o planta que viniera adherida a ellas.
La bióloga explica que se identificaron 80 especies de algas bentónicas (llamadas así porque estaban en las rocas y no flotando en el mar), distribuidas entre algas rojas (Rhodophyta), algas verdes (Chlorophyta), amarillo pardo (Ochrophyta) y verde azuladas (Cyanobacteria), este último grupo es de bacterias que a menudo se confunden con algas.
Un hallazgo muy relevante son los 26 nuevos registros para estas zonas de Islas del Rosario, dentro de los que se destaca Feldmannia mitchelliae, que tiene filamentos o hilos delgados en su cuerpo, y cuyo color es rojo se debe a la presencia de un pigmento llamado ficoeritrina, que le permite realizar fotosíntesis a profundidades en las que otras algas no pueden (hasta 60 metros bajo el mar).
Esta especie aún no ha sido aprovechada al máximo en industrias como la alimenticia o farmacéutica, pero tiene un gran potencial, ya que produce compuestos como la carragenina, que en otros países se utiliza en helados, yogures, y otros productos lácteos debido a su textura suave y cremosa, y a que mejora la estabilidad del producto. Así como para la preparación de salsas y aderezos, y para preservar carnes.
Por otra parte, como explica la investigadora Sierra, también se ha estudiado para implementar en medicamentos, pues tiene propiedades antiinflamatorias y antivirales, así como para la creación de cápsulas, tabletas y jarabes; y en cosméticos, pues funciona muy bien para integrar en cremas, lociones, geles y mascarillas por sus propiedades humectantes.
“Es curioso que las personas que viven y visitan las islas no conocen mucho acerca de estas algas; de hecho, los pobladores aún no se han interesado por su potencial industrial, por lo que este tipo de investigaciones da una nueva mirada a estos organismos tan importantes para el ecosistema marino de la zona”, indica la investigadora Sierra.
Se recolectaron en total 44 frascos que contenían alrededor de 35 algas cada uno, por lo que ya se imaginará el proceso para poder clasificar qué especies eran. En laboratorio y valiéndose de microscopios y otros utensilios analizó la estructura reproductiva de las algas, el número de células, el diámetro y la longitud de sus segmentos, entre otras características morfológicas.
“Estos hallazgos amplían significativamente el conocimiento de la flora marina en la región, en comparación con estudios previos que identificaron entre 50 y 71 especies en otras áreas del Caribe, como Punta de la Loma y Córdoba, donde predominan los géneros como Padina, Gracilaria y Caulerpa”, indica.
Añade que las macroalgas Acanthophora spicifera, registrada en la investigación, “tiene un potencial significativo para aplicaciones farmacéuticas debido a sus propiedades antioxidantes y anticancerígenas, así como para un potencial para no permitir los coágulos en la sangre y proteger el estómago de daños asociados a enfermedades gástricas”.
Estos hallazgos son un insumo para el Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SIB), una iniciativa que sigue desglosando lo que ocurre con la fauna y flora del país, en un esfuerzo por preservar su presencia en los ecosistemas y mostrarle a la sociedad el impacto que tienen en la vida diaria y en la dinámica natural del planeta.