No tienen los tradicionales y vistosos colores de los lepidópteros (orden al que pertenecen las mariposas), pero son dos nuevos y valiosos hallazgos para la ciencia. Además, representan una muestra de las condiciones ambientales favorables que persisten en el borde norte de Bogotá, zona declarada Reserva Forestal el pasado 19 de julio. Allí revoletean dos mariposas que eran desconocidas por los expertos.
Las dos especies hacen parte de la subfamilia Satyrinae (familia de las Nymphalidae), cuya característica más relevante es el color oscuro de las alas. Tienen una vena ensanchada en la parte superior de las alas que les permite la movilidad y el aumento del calor corporal, algo muy útil si se tiene en cuenta que viven en altitudes cercanas a los 2.600 metros.
En la parte baja y posterior de las alas presentan manchas amarillas que funcionan como mecanismo de intimidación frente a otros insectos; ese particular rasgo les permite a los investigadores identificarlas rápidamente.
Para estar en actividad requieren temperaturas corporales de
36 ºC. Por sus colores oscuros, que absorben más rápido el calor, y su eficiente sistema de circulación, las Satyrinae logran soportar el frío de los páramos y la Sabana de Bogotá. Su principal fuente de alimento son las hojas de Solanaceae y de Chusquea, características de los páramos bien conservados.
Si se tiene en cuenta que el rango de vida de las mariposas varía entre los 21 días y los 8 meses, se podría decir que las descubiertas tienen una existencia media: un suspiro de vida de tan solo dos meses.
Su función en el ecosistema
"Fue un descubrimiento muy importante, porque en límites con Cota, colindando con el bosque de Las Mercedes y con el cerro de La Conejera, hallamos 23 especies de mariposas. Lo más impactante y hasta paradójico fue que estando tan cerca de la zona urbana (30 minutos) no habíamos identificado especies nuevas para la ciencia", explica el investigador Gonzalo Andrade, descubridor de las dos Satyrinae.
El experto en mariposas del Instituto de Ciencias Naturales de la UN hizo el hallazgo en enero del 2010, mientras estudiaba las características naturales del área en el que limitan los municipios de Chía y Cota.
Según el profesor Andrade, la existencia de mariposas en escenarios naturales es un bioindicador de la calidad ambiental del terreno en donde se encuentran, debido a las características de comportamiento de los ejemplares, ratificadas por la existencia de flora que sirve como alimento.
"Los machos de las mariposas recorren amplias distancias en busca de hembras para la reproducción, mientras que ellas buscan los sitios más adecuados para desovar. Ese patrón permite determinar la calidad ambiental de una zona, ya que las hembras depositan los huevos únicamente en plantas donde las orugas puedan alimentarse", describe el investigador.
Añade que las hembras tienen sensores químicos en las patas que permiten identificar los metabolitos producidos por la vegetación, que es de lo que se alimentan. "Así detectan las mejores condiciones para dejar los huevos, de donde nacen las larvas. En la mayoría de los casos habitan los puntos medios de la planta para protegerse del clima".
Además de su importancia como indicador ambiental, las especies encontradas cumplen un papel importante como polinizadores de las flores de Solanaceae (plantas herbáceas o leñosas) y la Chusquea (similar al bambú).
Se suman a la biodiversidad nacional
Con 3.274 especies, el país ocupa el segundo lugar entre las naciones con mayor diversidad de mariposas, precedido por Perú y seguido por Brasil. Sin embargo, Colombia se ubica en el primer lugar del mundo en cuanto a especies únicas, que solo existen en nuestro territorio. Por ahora, el número registrado es de 350 y la cuenta crece con el hallazgo de las dos especies de Satyrinae.
"Trabajamos en su descripción. Luego continuamos el proceso de nombrarlas; tenemos definido que una de ellas será un homenaje al investigador Thomas Van der Hammen, quien hizo una defensa eterna sobre la Sabana de Bogotá y a quien le debemos que hoy sea una zona de reserva", asegura Andrade.
Según los requisitos técnicos, que son asignar un nombre en latín y la correspondencia taxonómica, la mariposa podría llamarse "Vanderhammiensis", o algo similar, por las características de la familia y de la especie.
A favor de la reserva
El hallazgo sirvió como argumento para que las autoridades ambientales gestionaran la declaración de la Reserva Forestal del borde norte de Bogotá, indica Dalila Camelo, bióloga de la Subdirección de Recursos Naturales de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR).
"El terreno cumple con características para la preservación y hábitat de especies a pesar de enfrentarse a factores contaminantes producidos en la ciudad. Allí se hallan camaleones, lagartos collarejos, colibríes, chisgas, mirlas, búhos, ardillas, murciélagos, entre otros, lo que permite afirmar que la capacidad ecosistémica de la zona aún conserva condiciones favorables", destaca la investigadora de la CAR.
La Reserva Forestal Regional Protectora-Productora del Norte de Bogotá (como se denomina oficialmente) alberga en su territorio los humedales de Torca y Guaymaral, el cerro y el humedal de La Conejera y la ronda hidráulica del río Bogotá.
Son cerca de 1.500 hectáreas clasificadas como suelo de protección, que cumplirán con el papel de ruta migratoria de especies y área de conectividad ecológica para la ciudad. Si el ecosistema se conserva tal como está, las dos nuevas especies de mariposas podrán seguir revoloteando en su hábitat, y quizá los científicos vislumbren nuevas sorpresas
volando.