¿Nueva oportunidad? Desde 2001 el hospital San Juan de Dios de Bogotá cerró sus puertas después de ser, por casi un siglo entero, el centro de salud de la Universidad Nacional de Colombia: donde los médicos de esa ciudad universitaria podían adelantar su formación práctica. Una lástima, por demás, que el centro de estudios superiores público más importante de este país no tenga un lugar dónde hacerlo. Resulta paradójico, vergonzoso, casi caricaturesco.
Pero las crisis financieras no dan lugar a que las políticas públicas necesarias tengan ejecución en el lugar apropiado. Por eso, durante largos años, el San Juan de Dios se convirtió en un lugar abandonado y derruido (pese a ser patrimonio cultural) y tomado por más de cien personas que exigen lo que les deben: liquidaciones y pensiones.
La situación, que no parecía una bomba de tiempo, sí demostraba un vacío institucional tremendo. El alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, anunció lo que podría considerarse como una luz de esperanza: el centro hospitalario fue comprado por el Distrito, dándole cumplimiento al primer paso de su promesa de campaña: que no sería vendido.
La oportunidad para que los siguientes pasos se cumplan depende enteramente del Distrito. Pero no será fácil. Mucho más allá de lo simbólico (cosa en la que nuestro burgomaestre es experto) hay que dar paso a la materialización de unabuena idea. Algo que, desde este espacio, le hemos criticado bastante. Pero no nos centremos en eso, en aras del buen debate.
¿Qué pasó? Lo primero fue la llegada de Pablo Enrique Leal, quien asumió la liquidación del hospital y puso en venta las 24 edificaciones de la institución. Gracias a eso, la Empresa de Renovación Urbana pudo comprar los terrenos por $150.0.00 millones. Ahora, como parte de una integralidad, otras entidades han entrado en la partida.
Restaurarlo debe ser una prioridad desde el punto de vista arquitectónico, así como ponerlo a funcionar como un hospital moderno: instalaciones aptas para que cumpla las metas fijadas, como hospitalización psiquiátrica, banco de células, órganos y tejidos, un instituto para la donación y el trasplante de órganos, terapias y cirugías intrauterinas. En todo este plan están metidos (y deben estarlo) el Ministerio de Cultura, la Secretaría de Salud y el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.
Ojalá todos hagan una gestión sistemática para recuperar de forma rápida e inteligente este centro hospitalario. De nada servirán los esfuerzos si no se hacen en conjunto: ahí es donde puede haber un vacío que debe llenarse con el liderazgo del Distrito. Pero esa no parece ser la nuez del asunto.
Están, y es lo más preocupante, los $2.417 millones de reclamaciones por parte de los fondos de empleados y las agremiaciones sindicales, en conjunto con otros $85.000 millones de pagos pensiónales, que se cierran con la bicoca de $235.000 millones, si es que la Fundación San Juan de Dios acepta las tutelas interpuestas por los trabajadores para que les paguen los salarios que hay acumulados hasta la fecha, cosa de la que tenemos dudas razonables que no han sido respondidas.
La pregunta de la posible nueva oportunidad es, por supuesto, financiera: ese aspecto que no deja prosperar, a ratos, a las políticas públicas. Ojalá la razón de su cierre no sea el impedimento para su apertura. ¿Soñamos?
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1) El Nuevo Siglo.com