Millennials bogotanos sí asumen sus responsabilidades y no les huyen a los compromisos familiares
“El mercado ha incurrido en formas estereotipadas de representar a los millennials como nativos digitales, con un estilo de vida más hedonista, es decir que solo piensan en su propio desarrollo, en su placer, y que por lo tanto postergan, e incluso se niegan a la posibilidad de adquirir responsabilidades familiares. Sin embargo, los resultados de esta investigación evidencia que tales características no se ajustan a la experiencia de este grupo de jóvenes capitalinos”, afirma el magíster Óscar David Rodríguez Ballén, magíster en Trabajo Social de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).
En su estudio encontró que la mayoría de los jóvenes entrevistados estaban profundamente involucrados en el cuidado de sus familiares, como sus madres, hermanos o sobrinos.
“Todos respondieron que participan de manera activa en las tareas familiares, lo cual contradice en parte la idea de que los jóvenes nacidos entre 1980 y 2000 no quieren tener familia”, señala el investigador, quién además realizó un análisis minucioso de 30 reportes nacionales e internacionales, como artículos de opinión y noticias.
Los participantes en la investigación se dividieron en tres grupos: jóvenes trabajadores que no accedieron a la educación superior, estudiantes técnicos, y universitarios de una institución pública. La muestra se seleccionó estratégicamente de modo que representara distintas trayectorias educativas y socioeconómicas.
“Elegimos una población muy específica porque una de las hipótesis que teníamos es que hay jóvenes con experiencias relacionadas con ese estereotipo millennial, pero eso obedece a sus condiciones socioeconómicas, pues pertenecen a sectores medios y altos”, menciona el magíster.
Para obtener los resultados, el investigador indagó sobre el apoyo emocional y económico que estos jóvenes les brindan a sus padres y hermanos; sus experiencias de pareja y convivencia, y por último cómo veían su futuro en términos familiares.
Varios de los jóvenes entrevistados hablaron de su responsabilidad con sus sobrinos o con sus hermanos menores, aportando al sostenimiento económico y emocional de la familia, a pesar de no ser sus progenitores.
También explica que “una narrativa dominante es que los millennials ‘no sientan culpa’ de vivir con sus padres, pero esta es una visión estereotipada que desconoce la realidad económica y familiar de muchas personas, pues en muchos casos permanecer en la casa familiar es una estrategia de sobrevivencia familiar”, subraya el investigador.
Un ejemplo de ello fue lo narrado por un joven de 34 años que, tras la separación y el distanciamiento de su padre, asumió el papel de cuidador en su hogar. Según comenta el magíster, “el participante comentó que sentía culpa de pensar en independizarse, pues no quería dejar sola a su madre, quien experimentó el abandono del padre, es decir su esposo”.
En cuanto a las relaciones de pareja y cómo se ven influidas por las transformaciones en las dinámicas de género, el investigador encontró que, aunque algunos hombres aún conservan una visión tradicional, refiriéndose a sus parejas como “mi mujer” y creyendo que las tareas del hogar son responsabilidad femenina, se observan cambios en todos los grupos de hombres entrevistados, sobre todo entre quienes han tenido acceso a la educación superior.
“En los jóvenes universitarios vimos cómo el discurso feminista ha permeado más profundamente. Un participante, que convive con su compañera, describió cómo ha transformado sus visiones sobre estar en pareja gracias a lo que ha aprendido junto a ella”, explicó el investigador.
Sobre las perspectivas a futuro de los jóvenes respecto a la familia, identificó que a pesar de los estereotipos, muchos manifestaron su deseo de formar un hogar en algún momento. “La mayoría manifestó querer tener hijos, una meta que posponen debido a las dificultades económicas, sociales y ambientales actuales”.
Precisamente, el tema económico para esta generación es uno de los que más desafíos representa, ya que hay dificultades para que la juventud se integre al mercado laboral. Por ejemplo, los jóvenes, entre 18 y 28 años representan el 23,9 % de la fuerza de trabajo, el 21,4 % de los ocupados y el 44,8 % de los desempleados de Colombia.
Para el autor de este estudio, los resultados reflejan la necesidad de cambiar la forma en que se entiende la transición a la adultez, tradicionalmente pensada en 5 pasos: independizarse, casarse, tener hijos, empezar a trabajar e ingresar a la educación superior.
“No todos los jóvenes pueden emanciparse o casarse, pero eso no significa que no asuman responsabilidades. Muchos contribuyen activamente al hogar y cuidan a sus familiares, lo que también debe ser considerado como un marcador de adultez”, concluye.