Mapa de Vegetación Natural, con instrucciones para reforestar luego de incendios, no se usa
Sin embargo, la implementación de dicha herramienta desarrollada por el Instituto de Ciencias Naturales (ICN), de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), junto con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, e institutos como el Humboldt o el Ideam, aún está en veremos, sin importar que es fundamental para la reforestación de páramos y bosques nativos, ya que ofrece información de las especies que deben ser plantadas en cada región, lo cual disminuiría errores a largo plazo y daños en los ecosistemas.
El profesor Orlando Rangel, del ICN, uno de los líderes de la creación del mapa de vegetación, afirma que, este se apoya en la evidencia. “Con él se puede fácilmente determinar que, por ejemplo, en la parte boscosa de los cerros orientales, hay que plantar especies leñosas como el árbol del canelo (Drimys), el encenillo (Weinmannia) o los gaques (Clusia, Vallea); y en lugares como los páramos hay que tener muy presente a frailejones como el Espeletia grandiflora, también llamado frailejón mayor y no a otras especies como Espeletia lopenzii (frailejón perrito) de los páramos de Boyacá”.
Desde las décadas de los 30 y 40, se realizaron plantaciones con árboles que no son propios de estas zonas, como los pinos y eucaliptos, así como otros cipreses, los cuales han repoblado zonas aledañas a Monserrate, pero que no son nativas; “no hay una armonía con la situación original, además, representan un riesgo durante incendios por los aceites en sus tejidos o la necromasa que termina siendo un combustible rápido”.
“En aquellas épocas no se tenía el conocimiento y la capacidad tecnológica y científica que se tiene hoy en día, por lo que sé el trabajo no se hizo de manera adecuada; pero en la actualidad no hay excusa para ello, y la universidad desde el Instituto y todos sus profesionales tiene la capacidad y el mejor personal para asistir las estrategias de reforestación que se lleven a cabo”, indica el experto.
Otro punto clave es que, al hacer mal estos procesos, se corre el riesgo de alterar su capacidad para controlar el exceso de gases en el aire como el dióxido de carbono (CO2), un servicio ecosistémico indispensable.
El experto hace un llamado a que no haya “histeria” por eventos que han pasado desde hace muchos años, y que son propios del devenir histórico del planeta; pero asegura que, “una de las herramientas más poderosas es la pedagogía ambiental, para contrarrestar problemas como la sobrepoblación y los asentamientos, que acentúan los incendios2.
Recalca que, “el país es uno de los mejores documentados en cuanto a vegetación en el mundo, y el arduo trabajo de descripción y materialización del mapa está al servicio de los entes gubernamentales desde su lanzamiento el año pasado”.
Sin embargo, anota, “no se ha logrado que pueda estar al servicio de todos los interesados, y lo preocupante es que, si se sigue dilatando el asunto, la actualización de la información, por ejemplo, lo relacionado con los incendios, va a ser más traumática”.
El profesor anota que, hay que tener en cuenta que los incendios hacen parte de cambios y fluctuaciones propias de los ciclos en la naturaleza, y que hay temporadas específicas del año en donde se sufren con una mayor intensidad, pero en los casos de la actual crisis (entre diciembre y marzo, temporada de sequía) la totalidad de los incendios son producto de la acción humana.
El mapa tiene la vegetación de cada región y su distribución a lo largo del territorio, tan solo basta con verlo para saber qué tipo de frailejón o especies arbóreas son propias de la zona Nadina o del caribe; así como de los bosques del pacífico o de la Amazonía; según los registros, esta última es la mejor conservada con algunos puntos preocupantes para la conservación de bosques como los frentes de deforestación del Putumayo (San Miguel) y del Caquetá (San Vicente del Caguán o Florencia).
Para el académico, “hay que entender que por lo menos el 70 % de Colombia no tiene vocación agrícola, esto quiere decir que no se tiene la convicción de lo que representa el recurso de la tierra, y que sus potencialidades son renovables y recargables”.
“Si se siguieran las instrucciones y la información académica de primera mano que ya se tiene el problema podría solventarse, pues sabiendo qué especies deben ser plantadas en un lugar en donde la vegetación se perdió, la regeneración tendría éxito”, concluye.