Malnutrición y desnutrición, los males que aquejan a niños indígenas y afros en el país
En la población indígena es cinco veces más frecuente la presencia de exceso de peso o retraso en la talla. Foto: Jeimi Villamizar, Unimedios.
La población afro también enfrenta la problemática de la doble carga nutricional. Foto: Jeimi Villamizar, Unimedios.
Disminuir el consumo de azúcares y aumentar la ingesta de frutas y verduras sería clave para abordar este problema. Foto: Jeimi Villamizar, Unimedios.
La poca variedad de alimentos a los que accede una población también se relaciona con la doble carga nutricional. Foto: Jeimi Villamizar, Unimedios.
Laura Vásquez, nutricionista y magíster en Seguridad y Soberanía alimentaria. Foto: Laura Vásquez.
Aunque el llamado de diferentes organizaciones internacionales es lograr disminuir la desnutrición y que cada día menos colombianos pasen hambre, este objetivo está lejos de cumplirse, pues, de la mano de este problema, camina el exceso de peso, que según cifras del Ministerio de Salud y Protección Social tiene una prevalencia del 18, 7 %. Ambas realidades dan cuenta de la importancia de mejorar el acceso a alimentos de adecuada calidad nutricional en el país.
Por ello, la doble carga nutricional cobra relevancia, ya que se presenta cuando, en una misma población, hogar o individuo, coexiste el exceso de peso o malnutrición y la desnutrición a lo largo de la vida, un problema recurrente en América Latina y el Caribe.
Laura Vásquez, nutricionista y candidata a magíster en Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), estudió el panorama de la doble carga nutricional en niños de 5 a 12 años partiendo de dos variables: una doble carga que se manifiesta con el exceso de peso y retraso en talla, y otra que se presenta con el exceso de peso y la anemia.
Tomando como referencia la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional (ENSIN) realizada en el 2015, encontró que el exceso de peso y el retraso en talla es 2,5 veces mayor en hombres que en mujeres; y además, es cinco veces más frecuente en población indígena y 2 veces más en áreas rurales y centros poblados.
“Esto es importante porque demuestra que hay determinantes sociales de la salud estructurales y marcan la condición nutricional de una persona. Por ejemplo, la pertenencia a un grupo étnico o la condición económica” puntualiza la investigadora.
Añade que, para el caso del exceso de peso y la anemia, la situación se presenta hasta 3 veces más en regiones como la Orinoquia, Amazonía y el Pacifico, donde cerca de 56.250 niños la padecen, en especial aquellos que pertenecen a la población afro del país.
Dentro de su investigación estableció que existe una relación entre lo que come una persona y la presencia de la doble carga nutricional. Una muestra de ello es que, la prevalencia en el exceso de peso y el retraso en talla es mayor en zonas en las que se consumen altas cantidades, y con mayor frecuencia, de azúcar, panela o miel, así como de menudencias de pollo. También ocurre con el consumo reiterado de alimentos ultra procesados o pescados.
“Esto no significa que el pescado o las menudencias sean dañinas para la salud; tiene que ver directamente con la poca variedad de alimentos que hay en ciertas poblaciones, como la afro. El simple hecho de aumentar la variedad de alimentos disminuye la prevalencia de que exista doble carga nutricional, pues se reciben diferentes nutrientes de varias fuentes de alimentos” señala la nutricionista.
Añade que, luego de tener los patrones de consumo, utilizó un modelo de regresión para determinar cómo afecta a las personas la prevalencia de esta situación en el consumo de algún alimento en específico. “Si aumento el consumo de frutas, verduras o derivados lácteos disminuyo la probabilidad de una doble carga nutricional”.
Para la magíster, este estudio representa una oportunidad para actualizar los datos sobre la situación nutricional en Colombia, pues la última encuesta realizada en el 2015 no permite dimensionar cuáles son las consecuencias en seguridad alimentaria que dejó la pandemia, o la crisis económica que ocasionó.
Concluye diciendo que, “para mejorar las condiciones nutricionales es necesario que se involucre a la población, porque hay que construir programas alimentarios y políticas públicas que se adapten a las condiciones sociales y culturales de las comunidades afectadas. Además, se debe aprovechar la gastronomía local, ya que perder ciertos alimentos también influye en la inseguridad alimentaria".