Malaria y sequía, una riesgosa combinación para la Amazonia
Esta investigación se ha titulado “Alianza estratégica interdisciplinaria Leticia, Medellín y La Paz para el estudio del microbioma de insectos vectores de enfermedades tropicales y su relación con el cambio climático y la sociedad”, en la cual está incluida su tesis de maestría, enfocada en la malaria.
La bióloga María Camila Aroca, estudiante de la Maestría en Estudios Amazónicos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Amazonia, es coinvestigadora en un proyecto enfocado en la malaria, el dengue y la leishmaniasis para entender cómo se relacionan los insectos que transmiten estas enfermedades con el cambio climático y cuál es el manejo que se les da en las comunidades indígenas de la Amazonia, específicamente en los departamentos de Amazonas y Vaupés.
“Los mosquitos abundan más cuando el río baja. Si lo miramos desde la salud pública, a nosotros nos importa cuando hay mosquitos cerca de las personas. En ese sentido, si tenemos el criadero en la mitad de una comunidad y disponible todos los meses del año, se pone en riesgo la salud de todos, porque para infectarlos de malaria solo se necesita un mosquito”, aseguró la investigadora Aroca.
Aunque estos insectos siempre están presentes en territorios con una altura por debajo de los 1.600 msnm, las dinámicas ecológicas del bosque y los ciclos del río –que cambian cada año según sus estaciones (temporada de aguas bajas y altas)– también impactan la alteración de estos vectores. Así mismo, la investigadora sostiene que los extremos del cambio climático no son buenos, pues los mosquitos que transmiten la malaria siempre llegarán a cualquier lugar donde exista agua estancada como charcos o pozos.
Las comunidades indígenas tienen un riesgo especial, ya que generalmente viven al lado de un río, de lagunas, o tienen pozos cerca para su sustento. Una población como San Pedro de los Lagos, ubicada en la zona rural de Leticia, tiene un estanque en medio de la comunidad, lo que aumenta la posibilidad de que aparezcan los mosquitos.
En esta comunidad, la bióloga Aroca realizó un levantamiento de anofelinos (mosquitos Anopheles) utilizando trampas CDC y cebo humano para capturarlos, además caracterizó los criaderos y mapeó detalladamente los lugares específicos donde se ubican.
Durante el trabajo encontró mosquitos Anopheles oswaldoi, capturados entre las 18:00 y 19:00 horas. Entre tanto, la especie A. darlingi (vector principal de la malaria) estuvo presente en todas las franjas monitoreadas, pero tiene un pico de abundancia entre las 21:00 y 22:00 horas en espacios intradomiciliarios, lo cual demuestra un riesgo importante para esta comunidad. Además, en un criadero artificial se hallaron ejemplares de A. triannulatus, cuyos hábitos son más zoofílicos, por eso no se encontró en contacto con el humano.
Además de su trabajo técnico, la investigadora destacó varios desafíos importantes, entre ellos el difícil acceso a las comunidades, además de evidenciar que el 30 % de los habitantes de San Pedro de los Lagos no cuentan con toldillos adecuados para su protección. También, falta de acceso a los medicamentos para tratar la malaria y dificultad para transportar a las personas enfermas hacia un centro de salud.
En junio, durante las visitas a la comunidad, se identificaron 13 casos de personas, 9 diagnosticadas y 4 sin diagnóstico. Así mismo se identificaron una niña y una adulta mayor con sospechas de la enfermedad.
La investigadora Aroca destaca cómo las comunidades indígenas manejan la malaria desde su perspectiva cultural y espiritual. San Pedro de los Lagos es una comunidad que en su mayoría pertenece a la etnia tikuna, por lo cual ven esta enfermedad como parte del mundo y de la historia de los territorios.
En la prehistoria la presencia de parásitos de la malaria ya era una realidad, con el primer reporte histórico de la enfermedad que fue registrado hace más de 4.000 años. Los antiguos describían la malaria como un “mal aire”, asociando su aparición con olores desagradables cada vez que infectaban a una persona. Sin embargo, hoy la malaria sigue siendo una amenaza, especialmente para los pobladores de la Amazonia.
“La enfermedad no siempre es negativa, a veces indica algo sobre el cuerpo o el territorio […] en algunas temporadas del año la enfermedad llega y la medicina tradicional está lista para enfrentar los síntomas de las personas. Por eso, estas personas ya saben cómo controlarla, es importante tener en cuenta esta visión cultural y la medicina tradicional para desarrollar estrategias en las que se respeten e integren las prácticas ancestrales de los indígenas”.
“Es fundamental construir una base técnica para los tratamientos de la enfermedad, además de que el Estado colombiano debería pensar no solo en estrategias de exámenes PCR y muchos medicamentos, sino evaluar la posibilidad de valorar los conocimientos ancestrales para tratar a los enfermos de malaria”, señaló la investigadora Aroca.
Indicó además que “el sistema de salud no tiene cómo abarcar a un departamento tan amplio y disperso como el Amazonas, no podemos desamparar a las comunidades, la logística de transporte es muy grande. Es importante que los atiendan con prontitud […] no podemos desamparar a estas comunidades, porque es muy triste ver cómo una persona tiembla por el frío que provoca la fiebre tan alta”.
El trabajo continuará a partir de los conocimientos de los habitantes, para poder implementar procesos técnicos y protocolos de detección de vectores, además de brindar acceso a la información educativa y política para construir trabajos de prevención articulados.
Los hallazgos y últimos avances de esta investigación sobre la malaria se presentarán en la International Conference on Malaria and other Blood Parasites of Wildlife y el International Symposium of Wildlife Disease Research Network, que se llevará a cabo en Medellín, del 26 al 30 de noviembre de 2024.