Las dinámicas biofísicas del planeta, independientemente de la aparición de los sistemas humanos, se manifiestan a través de fenómenos naturales como los sismos, los huracanes, las lluvias o las sequías. Paulatinamente, estos eventos se han vuelto amenazantes, debido a las relaciones desequilibradas e insostenibles que el hombre ha establecido con la naturaleza.
Sus efectos se hacen evidentes en la generación de condiciones de riesgo, cuya materialización en grandes y pequeños desastres locales y regionales son cada vez más frecuentes1. En este sentido, la gestión del riesgo, que pasó del conocimiento de las amenazas al estudio de la vulnerabilidad física, y más recientemente al de los aspectos que generan la vulnerabilidad social, no puede ser abordada de manera segmentada y unilateral porque va más allá de las disciplinas, dado que responde a una complejidad social y a una dinámica de desarrollo que requiere entonces de un enfoque integrador y holístico2.
En efecto, hemos venido transformando la naturaleza sin conocerla ni re-conocerla, causando profundos desequilibrios (algunos de carácter irreversible) que dan cuenta de las interacciones hombre-naturaleza, expresados en los procesos antrópicos derivados de los patrones de asentamiento y los modelos de crecimiento por los que se ha optado, sin que medie el reconocimiento de los alcances de los recursos naturales del planeta.
Los desastres expresan las inequidades que generan los modelos de desarrollo, los cuales profundizan la problemática unida a la complejidad de los territorios. En esta misma dirección, cualquier transformación de la naturaleza en sí misma contiene restricciones, pues está ligada tanto al límite de la capacidad de sustentación como al que establece la Tierra frente a la vida humana que es capaz de sostener3.
Naturaleza en riesgo
En el mismo sentido, la carta al Club de Roma4 señala que al ritmo actual, estamos llegando al pico de la extracción de petróleo (con unos 87 millones de barriles diarios), lo que conduce a buscar crudos pesados y arenas asfálticas como en Alberta (Canadá), lo cual es perjudicial para el ambiente y presenta una baja tasa de retorno energético (EROI); más gas con procedimientos de extracción que implican inyección de agua con químicos dañinos; petróleo en el fondo del mar con riesgos que están a la vista, y a fomentar los agrocombustibles con un EROI muy bajo, aumentando la apropiación humana de la producción primaria neta de biomasa (Hanpp), en detrimento de otras especies que compiten por el agua contra los cultivos para la alimentación humana.
El pico del petróleo, igualmente, es una excusa para la expansión de la energía nuclear, y por tanto aumenta el riesgo de la proliferación militar y la posibilidad de guerras regionales atómicas en el siglo XXI. Como la energía de los combustibles fósiles se disipa al usarla y no se puede reciclar, y como los materiales se reciclan solamente en parte, hace falta ir a buscarlos a las fronteras de la extracción, destruyendo biodiversidad y vidas humanas.
La mitad de los humedales del mundo y un tercio de los manglares han desaparecido. La disponibilidad de muchas especies de peces disminuye. Una quinta parte de los corales se ha perdido. Aumentan las masas forestales en países europeos y Norteamérica (al haberse sustituido la leña por combustibles fósiles), pero continúa la destrucción del bosque tropical húmedo, a media hectárea por segundo.
Las especies se extinguen a un ritmo que es tal vez mil veces más rápido de lo normal, sin dar tiempo a catalogarlas, sin saber lo que se pierde. Hay POPS (contaminantes orgánicos persistentes) dispersos por todo el mundo, hasta en los hielos polares, y cargamos en nuestra sangre químicos tóxicos aunque no hayamos trabajado en ninguna industria. La Hanpp alcanza tal vez el 40% y sigue creciendo por las plantaciones de árboles para papel, por los agrocombustibles, por la producción de alimento para el ganado arrinconando a otras especies. Casi no quedan ríos sin represar en el mundo.
Más allá de la emergencia
A este panorama no escapa América Latina, y de manera particular Colombia. Las reconfiguraciones espaciales derivadas de las dinámicas propias de la naturaleza, profundizadas por las acciones que las sociedades han establecido en dichos territorios, nos enfrentan a espacios geográficos fuertemente transformados e intervenidos.
En este contexto, la prevención del riesgo, la gestión ambiental y la sostenibilidad del desarrollo se convierten en una triada de obligado abordaje, en el entendido de dar respuestas que vayan más allá de los mecanismos de atención y manejo de desastres, como usualmente se han venido asumiendo en nuestro territorio. Las coyunturas ambientales recientes demandan un verdadero liderazgo de la academia como generadora de conocimiento y como responsable de entregar insumos a los tomadores de decisiones.
Por ello, las experiencias de orden investigativo y las lecciones aprendidas derivadas del ejercicio de Extensión en estos temas, que vienen realizando la Facultad de Ciencias Económicas, el Instituto de Estudios Ambientales y otros programas de la Universidad Nacional de Colombia, permiten pensar en la necesidad impostergable de un trabajo conjunto con la academia, que a la vez ponga en manos de la sociedad, de las instituciones y de los diseñadores de política pública toda esta información interdisciplinaria.
De otra parte, no se puede desconocer el impacto en las finanzas públicas "en el orden nacional y territorial" que genera la prevención, la gestión del riesgo y la atención de desastres. Por tanto, es necesario reflexionar sobre las experiencias que ha tenido el país y la forma como históricamente se ha abordado esta problemática en los presupuestos.
El Foro de Extensión e Investigación UN 2011 "La prevención del riesgo y la gestión ambiental en el marco de la sostenibilidad del desarrollo en Colombia" tiene la responsabilidad de enfrentar el debate temático, confrontar con los procesos investigativos interdisciplinarios y socializar los resultados de estas dinámicas con la comunidad universitaria, la sociedad en general y las instituciones tomadoras de decisiones, con el fin de que hagan parte de la planificación económica, el reordenamiento territorial y la política pública. El foro se realizará el próximo 7 de septiembre en el Auditorio 401 del Edificio 310 de la Facultad de Ciencias Económicas de la UN en Bogotá. La información completa del evento se puede consultar en: www.unal.edu.co/extensionbog.
1 Coca, Claudia P. Contribuciones de la gestión del riesgo del sector educativo de Bogotá en el contexto de la sostenibilidad urbana (tesis de grado), Bogotá: Universidad Nacional de Colombia - IDEA.
2 Cardona, Ómar Darío. Estimación holística del riesgo sísmico (tesis doctoral), Bogotá: Universidad de Cataluña, 2002.
3 Georgescue, Roegen y otros. Economía ¿Ecológica? (Traducción de Ramón Alonso Berrío Cárdenas), Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 1997.
4 Martínez, J. Hacia una economía sostenible: dilemas del ecologismo actual, Barcelona: Club de Roma, 2010.