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Los pulpos no necesitan otro brazo, pero sí una mano en investigación

    Aunque existen registros de por lo menos 80 especies de pulpos, por ser enigmático y vivir en las profundidades del mar, este cefalópodo y otros como el calamar no se han investigado a fondo en el país. Un biólogo creó el primer mapa de distribución y riqueza de especies del Caribe y Pacífico colombiano, con la grata sorpresa de que puede haber hasta 8 clases que no se conocían y para cuya tarea de descripción se necesita mayor inversión y apoyo.

    Tal vez cuando usted piensa en pulpos o calamares, además de sus ocho brazos, recuerda historias de terror o fantasía en las que estos aparecen como seres inmensos que embisten barcos; sin embargo, más allá de la cultura popular, este animal que posee tres corazones y hace muchísimos años tenía caparazón, rara vez ataca a las personas; por el contrario, estudios han encontrado que tiene gran capacidad cognitiva para aprender, camuflarse o moverse, ya que su cerebro funciona de manera similar al nuestro.

    Aunque se estima que en el mundo hay cerca de 200 especies de pulpos, en Colombia no se han estudiado formalmente, lo que quiere decir que las investigaciones se han limitado a recolectar material cuando hay expediciones marinas (que no se enfocan en cefalópodos), y a catalogarlos dentro de listas de especies; de hecho, la mayoría de investigaciones antes de 1997 se hicieron en países como Estados Unidos.

    El biólogo Andrés Leonardo Panche Arias, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), le dio una mano al estudio de los pulpos, al elaborar el primer mapa de distribución y riqueza de pulpos y calamares en las aguas de Colombia, un esfuerzo que pone en diálogo años de olvido de estas especies y la necesidad de considerar planes de conservación, pues en el Caribe ellos navegan cerca de áreas protegidas como los Parques Nacionales Naturales Tayrona y Corales del Rosario, y en el Pacífico en Bahía Málaga y Gorgona.

    “Aún no sabemos si los pulpos están en algún tipo de riesgo o de qué se alimentan algunas especies, información que se tiende a ignorar porque no tienen servicios ecosistémicos particulares como los identificados para los peces o los corales. Por eso se desconocen las amenazas que enfrentan, como por ejemplo con actividades como la pesca de arrastre –que consiste en lanzar redes gigantes que atrapan todo lo que haya en la zona– o a la contaminación industrial, sin importar que estén en aguas profundas”, indica el biólogo, quien contó con la guía de la profesora Luisa Fernanda Dueñas, del Departamento de Biología de la UNAL.

    Añade que la profundidad es otro factor que hace que los investigadores se “bajen del bus” al momento de estudiarlos. “Aguas profundas” hace referencia a lugares más allá de los 200 m de profundidad, en donde no llega la luz; incluso hay cefalópodos que habitan entre los 700 y 1.000 m, y en casos aislados a los 3.000 m, lo que se traduce en dificultades para identificarlos y describirlos, pues sacarlos a la superficie significa realizar trayectos de kilómetros en los que los especímenes se dañan.

    Mapas de calor

    Para su trabajo el biólogo implementó el software de análisis geográfico QGIS, que permite construir los mapas de calor de la presencia de los cefalópodos en el país utilizando grandes bases de datos del Sistema de Información sobre Biodiversidad Oceánica y del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras José Benito Vives de Andréis (Invemar), que tienen todos los registros e información de pulpos y calamares. Además incluyó unos 50 artículos con datos del Caribe y el Pacífico, y reportes en países como Ecuador, Perú, Venezuela, Costa Rica o Panamá.

    “El 63 % de los registros están en el Caribe y hay muy poca información del Pacífico, pero estudios en Ecuador y otros países han mostrado que hay tiburones alimentándose de especies que posiblemente estén en Colombia. Hay por lo menos 8 especies que en los mapas de distribución estarían presentes en el país, pero aún se necesitan más investigaciones para confirmar su presencia”, explica.

    Entre las especies a las que hace referencia están: el calamar de profundidades, que mide solo 5 cm; el pulpo cristal, que tiene una transparencia inconfundible y parece de otro planeta; el calamar látigo, que vive a 200 m de profundidad, y el pulpo serpiente, que tiene colores y camuflajes que recuerdan a este reptil.

    Por último, el investigador asegura que al determinar que los cefalópodos están cerca a áreas protegidas y que sus movimientos pueden ser imperceptibles o rápidos, se necesita incluirlos en los planes de manejo y conservación de estas zonas, que cada vez amplían más su cobertura, por ejemplo en el Distrito Nacional de Manejo Integrado Yuruparí – Malpelo, ubicado en la zona central de la cuenca pacífica colombiana.