Así se desprende de la investigación que por cerca de cuatro años desarrolló el Grupo de Restauración Ecológica (Greunal), de la Universidad Nacional de Colombia, con apoyo de la Secretaría de Ambiente del Distrito de Bogotá.
En la primera fase del proyecto se establecieron varios experimentos para determinar las medidas naturales que se necesitan para devolverles el carácter de bosque andino a ciertos lugares invadidos por el retamo espinoso.
En efecto, se llegó a la conclusión que esos sitios pueden recuperar sus funciones ecológicas originales si hay un compromiso serio de las instituciones capitalinas y de los pobladores de la zona. El proceso de revertir los potreros y los bosques de pino en bosques biodiversos, los mismos que existieron décadas atrás, llevará su tiempo, pero puede ser realidad.
El profesor Orlando Vargas Ríos recordó que el retamo espinoso es un arbusto que fue traído a Colombia a mediados del siglo pasado. Su capacidad de reproducción hizo que se extendiera por cientos de hectáreas, quitándole terreno a especies nativas.
En el caso del pino, se tumbaron bosques originales para darle espacio a este árbol maderable. Hoy es común verlos como si fueran parte de los ecosistemas locales, pero no son más que invasores.
La segunda fase del proyecto arrojó como resultado un libro en donde se dan las pautas y recomendaciones para que la restauración ecológica en sitios como el bosque de Chisacá, en el sur de la Sabana de Bogotá, pueda llevarse a cabo.
"El retamo espinoso no solo se encuentra en territorio de áreas protegidas amenazando la diversidad de esos lugares, sino que también representa una pérdida económica para quienes sustentan su actividad económica en esas zonas. Como no se puede establecer claramente a los responsables, la sociedad por medio de sus instituciones es la que debe asumir los costos", concluyen quienes intervinieron en el estudio.
En la actualidad, los investigadores desarrollan más experimentos para saber de qué forma se pueden restaurar los terrenos donde hay plantaciones viejas de pino. "Allí hay que hacer un gran esfuerzo para restaurar el suelo, pues hay que hacerle un cambio muy grande para que pueda volver a sustentar la vegetación original", dice Vargas.