Vanessa Fernanda Mora, magíster en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), afirma que el libro de cuentos refleja su interés por relatar la cotidianidad doméstica y urbana de los niños, construir historias para "introducirlos a nuevas realidades a través de este género".
Afirma que aunque se encontró con el interrogante de por qué específicamente para niños y no para todos, "tenía siempre una voz baja que me impedía hablar en tonos más altos pensando en que un niño leería, un fantasma censurador que evita una escena violenta, muy trágica o sexual".
Aclara que no tiene propósitos morales o educativos, simplemente quiere que con el libro se interesen por una historia y la lean hasta el final. A lo largo de los relatos se muestra un amplio catálogo de temas e imágenes para que los niños elijan lo que quieren saber y aprender, sin tapujos, sin miedo a hablar de muerte, de sexualidad, de religión o de costumbres.
"Ahora los niños con dar un clic tienen todo un mundo de información, que no en todos los casos se entrega de la mejor manera, algo que con los libros sí se puede lograr, no para adiestrar sino para construir pensamiento", señala.
Agrega que "algunos temas incómodos son pan de cada día, y qué mejor que explicarlos con libros hechos desde la sensibilidad de las palabras, de la poesía o de un dibujo que atraiga la atención del niño".
Cuenta además que la historia surgió de su visita a un pueblo indígena en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde "quedé maravillada con todo lo que pasa en esa montaña, no solo por el paisaje, tan distante ahora de la vida citadina, sino especialmente con el modo de educar a los niños y de enseñarles las cosas importantes".
Así empezó a escribir los cuentos con la intención de reflejar las situaciones que había visto recientemente, con cuidado de no convertirlas en cartillas etnográficas, lo cual se estableció como uno de sus mayores retos.
Relatos para combatir la desigualdad
Los relatos incluyen experiencias cercanas de la autora y hasta rumores populares, al observar y escuchar personas e historias alrededor o al conocer un poco más de la diversidad y complejidad de Colombia y ver la enorme desigualdad que existe entre un lugar y otro, entre un niño que vive al norte o al sur, en un pueblo o en la ciudad.
"Sentí la necesidad de contar esto y de permitir que unos niños se enteren de lo que les pasa a otros niños en diferentes lugares de un mismo territorio", señala.
Sobre las ilustraciones, comenta que siempre ha tenido una afinidad con el dibujo que se ha enriquecido con prácticas y múltiples ejercicios académicos derivados de su formación como diseñadora industrial.
"En la expresión visual existe un recurso poderoso para la comunicación, que acompaña y complementa efectivamente los textos y que robustece los mensajes dirigidos al público objetivo. El dibujo es propósito de conexión y de inspiración tanto para mí como para los niños y jóvenes lectores", indica.
El rostro de una mujer con un fondo azul es la ilustración que acompaña uno de los cuentos que más le gusta a la escritora: Enilda, una niña, hija de un mamo arhuaco, que crece en la montaña pero que desea explorar el mundo. "Ella no quiere quedarse con la idea de que debe casarse a los 15 años y que el fin único es ser mamá y ama de casa. Ella busca salir de allí y estudiar para ser enfermera", cuenta.
Cuentos de Montañas es el acercamiento que puede haber entre el niño de Bogotá o de Cali y el niño que vive en Ciudad Bolívar o en La Guajira. Su autora destaca que son cuentos sin moralismos ni enseñanzas, son simplemente la literatura, por el placer de ella en sí".