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Artes y Culturas

La tambora, expresión cultural de la depresión momposina que se debe conservar

    Una de las máximas representaciones del folclor en el Caribe colombiano es la tambora, propia de los pueblos que forman parte de la llamada depresión momposina, cuenca hidrográfica bañada por el río Magdalena en la que están incluidos varios municipios del Cesar.

    La tambora va un poco más allá de ser un instrumento o un ritmo musical. La palabra tambora tiene varios significados, pues se refiere no solo al instrumento, sino también a la fiesta alrededor de ella: la música, la danza, el canto y las tradiciones.

    Entre los instrumentos originales se encuentran la tambora hembra y el currulao, que es el macho. Además de estos, ahora se usa el guache y se tocan cuatro aires: la tambora-tambora, la guacherna, el verroche y el chandé.

    La candela viva, La perra, Dime porqué lloras y Vuela pajarito, entre muchos, son cantos de la tambora nacidos de la cotidianidad que se convirtieron en vallenatos muy famosos en toda la región Caribe, algunos de ellos grabados por Alejo Durán, “el hijo de El Paso”, y por Totó la Momposina.

    Las profesoras Claudia Mosquera Rosero Labbé y Lucía Eufemia Meneses Lucumí, investigadoras del Laboratorio de Paz Territorial, espacio impulsado en esta región por la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede de La Paz, hablaron de los principales exponentes de esta expresión cultural.

    Uno de los objetivos del Laboratorio es valorar a las comunidades desde sus características culturales, sociales e históricas, y reconocerlas como dueñas de saberes y conocimientos sobre los ecosistemas presentes en sus territorios.

    Con esa idea, las docentes recorrieron los municipios donde es tradicional la tambora como una expresión autóctona y generadora de integración entre los pobladores.

    Poblaciones como Tamalameque, Chimichagua, Chiriguaná, El Paso, Gamarra y La Gloria son dueñas de esta tradición, propia de la llamada cultura “riana”, que al son de bailes, ritmos, música y cantos manifiestan sus sentires y vivencias.

    En El Paso encontraron a la cantadora y bailadora Rosa Emilia Hernández, quien desde que tiene uso de razón ha estado cantando y bailando la tambora en su pueblo natal. En su relato recuerda a muchas mujeres y hombres que influyeron en su vida y que fueron grandes exponentes de la tambora, como Antonia Silva, Emelina Maldonado, Francisca Blanco, Emilia Melo, y la mamá de Alejo Durán.

    “Las mujeres les cantaban a los pájaros, al ambiente, al tronco, a un árbol, a todo lo que le pudieran hacer un canto”, cuenta Rosa Emilia, autora, entre otros cantos, de El manduco, producto de sus recuerdos de cuando su mamá la llevaba a lavar la ropa al caño.

    En Tamalameque entrevistaron a Katerine Gómez Machuca, cantadora y bailadora de tambora, integrante de la agrupación Los Hijos de Chaulo, desde donde trabaja para divulgar la cultura de este pueblo de pescadores, agricultores y ganaderos.

    “La tambora tiene orígenes afros, indígenas y algo del blanco; lo indígena viene de los instrumentos, lo negro por la danza y el movimiento, y de la cultura de los blancos la vestimenta que se utiliza” precisa Katerine.

    Los compositores de la tambora le cantan a todo lo que sucede a su alrededor, puede ser un tema nacional de moda, vivencias, cosas cotidianas, o con base en el lema que se haya escogido para un determinado festival.

    La primera mujer tamborera del Cesar fue Mildred Pasos Pabón, quien integra la Fundación Folclórica El Chandé, del municipio de Gamarra.

    Mildred tuvo su gran oportunidad cuando uno de los hombres del grupo se fue para el Ejército y ella tuvo que reemplazarlo, lo cual ha hecho con gran éxito desde entonces. En la entrevista se evidenció que le ha tocado luchar muy duro contra el machismo alrededor del oficio de tamborero y muchas veces tuvo que abrirse paso para ganarse el respeto de sus colegas músicos.

    Aunque la tambora es una expresión única, tiene diferencias sutiles en cada uno de los municipios de la depresión momposina; sus exponentes coinciden en que se debe incentivar a niños y jóvenes a través de un proceso de formación para enamorarlos de esta expresión artística.

    Las entrevistadas, mujeres cantadoras y bailadoras, piensan que los procesos culturales se deben sacar adelante y dar a conocer mucho más la tambora como representativa del Cesar, y así evitar que la tradición se pierda, aunque dicen que hoy muchos niños están interesados en aprender sobre este ritmo, y eso es un indicador de que esto no se va a acabar nunca.