La astronomía que practicó el Sabio Caldas estaba ligada a la geografía
El profesor José Gregorio Portilla Barbosa, de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) e integrante del Observatorio Astronómico Nacional, menciona que hace 200 años a la gente le interesaba la astronomía para hacer mapas, situación que no ocurre hoy en día.
En la actualidad el desarrollo tecnológico permite contar con invenciones como aviones, satélites artificiales, drones, computadoras, teléfonos móviles, tabletas o navegadores.
“Algunos de estos aparatos tienen sistemas de posicionamiento global (o GPS) y aplicaciones que permiten determinar en cualquier instante la ubicación del usuario sobre la superficie terrestre, con incertidumbres de unos pocos metros, o menos”.
Según el académico, elaborar el mapa de una región –o al menos el croquis– es hoy una empresa relativamente sencilla: basta con tomar fotografías desde un globo, un avión, un satélite artificial o un dron.
“Sin embargo, antes del surgimiento de tales aparatos hacer el mapa de un terreno requería el esfuerzo continuado de alguien que pudiera recorrerlo y –mediante técnicas de triangulación (lo que requiere de alguna experiencia matemática)– determinar la ubicación relativa de los puntos de interés como asentamientos humanos o el curso de los ríos”.
Agrega que “para hacer negocios se necesitaba saber bien, por ejemplo, cómo eran los caminos y la distribución de los ríos y de las montañas”. De hecho, uno de los principales aportes del Caldas astrónomo fue determinar la latitud y longitud de 15 poblaciones en lo que hoy es el centro y sur del Huila.
Según el profesor Portilla, autor del libro Firmamento y atlas terrestre: la astronomía que practicó Francisco José de Caldas, casi todos los trabajos astronómicos del Sabio están estrechamente relacionados con la geografía.
“Con ello se quiere decir que las medidas astronómicas tienen el objetivo primordial de encontrar la latitud y la longitud del lugar en el que se encuentra el observador. Al realizar varias de estas medidas en distintos lugares (casi siempre poblaciones), complementadas con medidas de rumbo, de distancia y barométricas (para determinar la altura sobre el nivel del mar) a lo largo de una región geográfica, es posible elaborar una carta geográfica, esto es, un mapa”.
Para encontrar la latitud, Caldas utilizó tres instrumentos de medición: un gnomon, un cuarto de círculo y un octante.
El gnomon es tan sencillo como un objeto largo, por ejemplo un palo, que se pone sobre una estructura con unos valores, cuya sombra se proyectaba para ver el paso del tiempo.
El cuarto de círculo permite medir la altura de las estrellas sobre el horizonte, por medio de una herramienta circular graduada a 90° y situada en el plano vertical.
El octante facilita la medición de la altura y el ángulo de las estrellas sobre el mar, es un arco graduado a 45°.
Para encontrar la longitud se usaba un reloj que realmente funcionara, ya que hace 200 años estos artefactos se adelantaban y atrasaban bastantes segundos, situación que no ocurre hoy.
“Los astrónomos utilizaron una técnica para medir la altura a la que está el Sol antes y después de pasar por el meridiano, y además se guiaban por eclipses tanto lunares como de los satélites de Júpiter”, señala el profesor Portilla.
Además de estas contribuciones, el Sabio también hizo medidas de la refracción –cambio que experimenta un cuerpo celeste cuando su luz atraviesa la atmósfera–, la declinación magnética y la relación entre la Luna y la meteorología.
Para el académico, “en un país como Colombia es importante enseñar la historia científica y mejorar los procesos de educación básica y media en este campo. Cualquier esfuerzo que se haga en recordar quiénes hemos sido y cómo llegamos a donde llegamos es ya de por sí un logro notable”.
Una de las motivaciones del profesor Portilla para publicar su libro nace “del vacío bibliográfico acerca de los avances del científico en este campo, pues la mayoría de los estudios se centran en su prematura muerte y abordan su trabajo de manera muy superficial, se quedan en cartas pero nada más, lo cual generaba un vacío en la historia de la ciencia en el país”.
Hacia ese reto apunta la publicación, que fue una de las novedades de la Editorial UNAL y la Facultad de Ciencias en la pasada Feria Internacional del Libro de Bogotá 2022.