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Desarrollo Rural

Jóvenes rurales son las protagonistas en Tumaco y Cuaspud para garantizar el alimento en sus territorios

    Durante cuatro meses, las mujeres rurales participaron en un proceso en el cual registraron con fotografías sus alimentos tradicionales y compartieron conocimientos relacionados con la siembra y el intercambio de semillas, que les permiten no solo mostrar su identidad gastronómica, sino además emprender, aumentar sus ingresos y asegurar el alimento en un territorio en riesgo por la violencia y el olvido estatal. Mediante este ejercicio también amplían sus roles y conquistan espacios relegados para ellas y levantan su voz para defender sus derechos.

    ¿Cómo los saberes y las prácticas de las mujeres jóvenes rurales de Tumaco y Cuaspud Carlosama (Nariño) construyen soberanía alimentaria? Esta fue la pregunta inicial en la investigación de Leidy Rosario Lemus Barrera, magíster en Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), para identificar la realidad de las comunidades y acompañarlas a crear estrategias para velar por su seguridad alimentaria.

    El trabajo de campo se realizó con organizaciones comunitarias del municipio de Cuaspud (cuya cabecera municipal recibe el nombre de Carlosama) y del Bajo Mira y Frontera (Tumaco) con mujeres rurales entre 15 y 23 años, y se identificó que las prácticas respecto a la alimentación también se han afectado por factores como: los precios inestables de comercialización de los alimentos; los daños ambientales causados por la fumigación con glifosato; el histórico olvido estatal; el déficit en el acceso tanto al agua potable como a la electricidad y a internet; el deterioro de las vías terciarias de transporte terrestre; el conflicto armado; y las violencias de género.

    Frente a esta realidad, se trabajó con las mujeres de los territorios en un proceso de cuatro meses –inicialmente virtual y luego presencial– en los cuales pudieron expresar sus sentimientos, compartir conocimientos y saberes culturales frente a la soberanía y autonomía alimentaria.

    Ellas tomaron fotografías de productos tradicionales como plátano, papa, yuca, mazorca de maíz, olluco y piña, entre otros, que son cultivados en huertas familiares y en chagras, para dar a conocer la riqueza de sus territorios, adueñarse de ella y persistir en participar en espacios de construcción de políticas públicas en los cuales han sido relegadas, y también ser más activas en el tema de la soberanía alimentaria y en emprendimientos que se fundamentan en el cuidado y la sostenibilidad.

    Esto se refleja, por ejemplo, en el respeto por las plantas medicinales: en la comunidad Awá no las maltratan ni las cortan, los árboles de remedio no se pueden ‘tumbar’ porque cuando hay niños enfermos estos son cruciales para su recuperación. Las plantas medicinales que ojean se escupen, lo que significa saludarlas, lo cual forma parte de sus saberes y cultura que se fundamentan en la sostenibilidad de los recursos naturales y se evidencia en el intercambio de semillas y cultivo de productos que dan una identidad gastronómica a sus pueblos.

    “Con la socialización de experiencias vividas en el trabajo de campo se evidenció que las jóvenes rurales son protagonistas en la transformación social en diferentes escenarios de sus territorios, ya sea en la chagra en Cuaspud Carlosama, en la huerta en Tumaco, en la escuela, en el fogón, en los mercados, y también en los espacios de los procesos comunitarios y de participación artística”, señala la magíster Lemus.

    Dinamización de los saberes ancestrales y alimenticios

    Las mujeres de “la Perla del Pacífico”, un territorio intercultural, producen alimentos en fincas familiares o propias y en huertas caseras, los cuales se comercializan en la zona urbana de la región, y también se dan trueques de alimentos con verduras y frutas que no se producen en el territorio y son llevados desde municipios del Nariño andino.

    Dalia Rosero, una de las jóvenes que participó en el proyecto, afirma que “somos capaces de todo, diría yo: colaborar, ayudar, sembrar o cosechar, siempre y cuando sean cosas que nos veamos capaces de hacer, manejar una pala puede que no sea tan fácil para nosotras, pero sembrar lechugas, o repollos sí, y de esta manera ayudamos a la soberanía alimentaria de Tumaco”.

    La investigación propició espacios de reflexión acerca de lo que hacen las mujeres jóvenes para rescatar las tradiciones culturales y producir, intercambiar y vender alimentos para que sus comunidades no padezcan hambre, teniendo en cuenta que el sistema agroalimentario de Colombia no está solucionando las problemáticas de alimentación en estas zonas rurales afro e indígenas.

    Por lo tanto, la fotovoz, una herramienta para identificar y reflexionar a través de la imagen problemáticas de los territorios, permitió evidenciar que las mujeres, a pesar de no tener mucha participación en los espacios comunitarios y políticos locales, sí están realizando una transformación social. Esta herramienta fortaleció la creatividad en ellas ya que lograron expresar sus conocimientos ancestrales y sobre el territorio con libertad y sin sentirse intimidadas.

    “Son mujeres que hoy tienen emprendimientos con la producción del cacao, y vivir esta experiencia las ha empoderado, hablan con propiedad y están saliendo del rol de amas de casa para conquistar otros espacios de participación, uno de ellos es defender sus derechos, luchar contra la corrupción y construir paz”.

    “Las mujeres jóvenes rurales mejoran sus condiciones de vida a través de sus saberes y prácticas. Sin embargo, el Estado tiene una deuda histórica de inversión para superar las dificultades”, recalca la magíster.

    Al final, las mujeres jóvenes rurales han resistido a través de la alegría, la unión, la juntanza, las sororidad y los deseos de crecer y aportar en sus territorios en la búsqueda de esa paz soñada que no se puede dar en el marco de la violencia de género y la falta de oportunidades.