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Inundaciones: ¿invertir un peso en prevención o dos en atención?

  • Cuanto más amplios sean los corredores paralelos a los ríos, menor será la lámina de inundación, tal como lo demuestra la experiencia exitosa en el sector de Playa Alta, Achí. - Cortesía Rafael Ortiz Mosquera

  • Figura 1. Comportamiento de los niveles de agua en el año 2010, en relación con el comportamiento histórico registrado.

  • Figura 2. Sistema hídrico general de la parte baja del Magdalena, Cauca y San Jorge con relación a la geología.

  • Figura 3. Aspecto general del antiguo delta del río Magdalena, en el que se observa el paleocauce por donde se plantea el canal de alivio.

Soluciones para controlar las inundaciones en forma definitiva, como todos lo piden, no existen. Una dosis de humildad frente a la naturaleza no hace daño. Por el contrario, permitirá entender mejor los fenómenos e incluso sacar provecho del agua como recurso natural que da la naturaleza.

Nada podemos hacer frente a las lluvias, pero sí frente a un agravante de la amenaza como es el aporte de sedimentos que realiza el ser humano a través de actividades como la deforestación, la contaminación y el uso de la tierra, entre otros. Por tanto, se debe trabajar vigorosamente en la educación y toma de conciencia social frente a procesos de degradación ambiental, acompañados de normas y controles estrictos en la aplicación de medidas verdaderamente coercitivas, que eviten la producción de sedimentos más allá de los que naturalmente necesita y puede transportar un río.

El cauce de los ríos está calibrado para llevar los caudales de mayor recurrencia, no para aquellos extraordinarios con menor frecuencia y de grandes magnitudes. En esta oportunidad se presentaron caudales extremos, pero además en tiempos no acostumbrados y con superior duración. Los niveles han sobrepasado los máximos registrados desde 1973 y, en forma permanente, desde el mes de agosto al 24 de diciembre del 2010 completaron casi cinco meses de presencia extrema, como se muestra en la figura 1.

El aumento de los niveles en los ríos ocurre porque los cauces no se calibran o amplían "debido a procesos de erosión general del lecho y las orillas" a la misma velocidad que aumentan los caudales.Así, el agua se desborda y aparece la amenaza de inundación.

Frente a la amenaza

En relación con la amenaza, lo que se debe hacer es manejar el gran volumen de agua: primero, distribuyéndola por el territorio en forma controlada y, segundo, agilizando su tránsito y salida del mismo.

La forma de distribuirla es permitiendo su llegada a reservorios naturales (ciénagas) o construidos (represas), pero una vez estos se llenan son desbordados, al igual que el cauce del río, provocando las inundaciones. Por tanto, en el caso de las ciénagas, se debe procurar aumentar su capacidad o por lo menos mantener la que tienen, pues se van colmatando (rellenando de sedimentación de materiales transportados por el agua) mediante un proceso natural. Adicionalmente, estos ecosistemas tienen un valor importante durante épocas de estiaje (nivel de caudal mínimo), toda vez que se convierten en reservas de agua para peces y riego.

En cuanto a agilizar el tránsito del agua a través del territorio, valdría la pena evaluar el impacto que se lograría interviniendo el sistema de drenaje principal dentro del gran embalse que es la Depresión Momposina, cuya eficiencia podría mejorar si se eliminan algunos meandros (curvas descritas por el cauce de un río) para disminuir la longitud y aumentar la pendiente, y así permitir que la evacuación de las aguas sea más rápida. Los meandros considerados son: el de Pinillos y Barbosa sobre el río Magdalena, uno a la altura de Magangué en el brazo Chicagua, el de San Eduardo sobre el brazo de Mompós, y el de Tacamocho, justo aguas abajo de la confluencia del río Magdalena y el brazo de Mompós.

Otra intervención que agiliza el tránsito y permite una mejor distribución del agua en el territorio es la conformación de un canal, paralelo al cauce principal, definido por diques lo suficientemente alejados de la orilla, pues actualmente se están construyendo muy cerca y ello obliga a que la creciente transite en un espacio reducido con elevaciones de nivel considerables que hacen necesario que la altura de estos también lo sea.

Construir los diques retirados de las márgenes de los ríos permitiría una mejor distribución del caudal con un mínimo aumento en los niveles. Eso haría que los diques fueran a cotas más bajas, y, por tanto, serían menos vulnerables e incluso más económicos pues requerirían de menores especificaciones técnicas.

Clave para sacar el agua y abatir sus niveles

El sistema hídrico andino de nuestro país y su llegada a la parte baja se puede describir así: existe una represa gigantesca que es la Depresión Momposina, con tres tributarios: los ríos Magdalena, Cauca y San Jorge, y un vertedero localizado entre Zambrano y Plato, seguido de un canal relativamente encauzado hasta Pedraza.
A partir de allí se forma el delta de entrega al mar, que se puede describir como el triángulo Pedraza"Barranquilla"Ciénaga, dentro del cual se fue consolidando un cauce único que hoy corresponde al río Magdalena. Este gran delta tenía una salida hacia el occidente por la bahía de Barbacoas, que con el tiempo se fue colmatando mediante un proceso natural de sedimentación, y quedó convertida en cuerpos de agua aislados (ciénagas), a través de los cuales se construyó el canal del Dique. De esta manera, esa gran entrega que tenía nuestro sistema hídrico se redujo apenas a dos salidas, el río Magdalena y el canal del Dique (ver la figura 2).

Así como se construyó ese canal, perfectamente se puede hacer otro de alivio a través del paleocauce (estructura sedimentaria que indica el lugar por el que corrió un río o arroyo) que lleva a la Ciénaga Grande, como se muestra en la figura 3.

No tendría gran profundidad pero sí una gran anchura, con una sección compuesta: un canal central que mantendría un caudal permanente para servir como tributario de distritos de riego en toda la región en épocas de estiaje, y una sección mayor que sería ocupada cuando se presenten crecientes que desborden la capacidad del río y el canal del Dique. Así, se abatirían rápidamente los niveles evitando desbordes y presiones sobre los diques existentes.

En la margen derecha del río Magdalena, entre el Piñón y el cerro de San Antonio, se podría ubicar una estructura tipo vertedero con una compuerta para manejar el caudal del canal central. Una vez los niveles superen la cota de la cresta, se produciría el vertimiento del caudal de exceso y se controlaría el aumento del nivel en el río, llevando estas aguas directamente a la ciénaga que tiene conexión con el mar. En ese mismo sentido, se debe mejorar la salida por el caño Correa y las bocas de Matunilla y Lequerica hacia la bahía de Barbacoas, sobre la margen izquierda del canal delw Dique.

Experiencias exitosas

La solución que se planteó al problema de inundaciones en la región de Sacramento, estado de California (EE. UU.), nos ilustra mejor.

Allí se construyó un canal de alivio de gran anchura, confinando una franja de terreno con diques laterales, para que transitaran los caudales de exceso de las grandes crecientes. Sobre la margen derecha del río se levantó el vertedero de 2,8 km, por donde rebosa el caudal y es conducido por el canal directamente a la desembocadura del río.

Un aspecto importante es que el terreno en el que se conformó el canal se ha seguido utilizando y está dedicado al cultivo de arroz, siendo una de las mayores productoras del país. Esta situación podría implementarse en nuestro caso.

Frente a la vulnerabilidad del territorio

Es necesario establecer corredores paralelos a los ríos "lo suficientemente amplios", que permitan una inundación controlada y, sobre todo, el tránsito de las crecientes cuando se cope la capacidad de las ciénagas. Cuanto más extensos sean, menor será la lámina de inundación.

Al establecer este corredor es muy posible que dentro del área queden involucradas poblaciones de diferente tamaño: caseríos, poblados o ciudades importantes.

Los lugares que no cuenten con una infraestructura de servicios adecuada, redes de acueducto y alcantarillado, energía, obras de urbanismo y de servicios básicos, se deben reubicar por fuera del corredor. Si están cerca unos de otros, es necesario unificarlos en un solo nuevo centro urbano, así será más fácil proveerles de infraestructura y servicios, e incluso será más factible la construcción de una vía para facilitar su comunicación con otras poblaciones. En general, no es solamente sacarlos de una zona de amenaza sino mejorar su calidad de vida.

En el caso de asentamientos humanos consolidados "como pequeñas ciudades", podría crearse un canal de alivio por la parte posterior de la población, o sobre la margen opuesta para distribuir el caudal y aliviar los efectos por erosión y aumento de niveles.

La Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, a través de un convenio de cooperación con Cormagdalena, viene adelantando estudios en este sentido en el departamento de Bolívar, específicamente en las islas Morales, Margarita (Mompós) y Papayal.

Las investigaciones han permitido identificar áreas de reserva para las ciénagas y áreas donde se podría adelantar un programa de adecuación de tierras para hacer más eficiente su aprovechamiento. Con base en estos estudios, ya es posible empezar a establecer dentro de los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) un uso más racional del suelo y adelantar programas definidos para cada caso.

En prevención

Uno de los elementos básicos es identificar las áreas de amenaza frente a los diferentes eventos naturales, por ejemplo inundaciones, deslizamientos, sismos y avalanchas. Mientras no se conozca el territorio será imposible prevenir los desastres. Con base en mapas que contengan esta información se podrá determinar el uso del suelo, de tal forma que el riesgo sea mínimo. No es lo mismo perder un cultivo de palma a perder viviendas, o peor aún, vidas humanas. En términos sencillos, ¿qué estamos dispuestos a arriesgar en dichas zonas?

Definidos estos aspectos (que además deben estar involucrados en los POT), se debe garantizar el cumplimiento de las normas. Permitir un manejo diferente del terreno es verse obligado, en un futuro, a atender emergencias. Por ello, también es necesario adelantar programas de reubicación o construcción de obras para reducir el riesgo y la vulnerabilidad, según cada situación.

La realidad muestra casos en los que la comunidad se va con todos sus enseres a un nuevo sitio, seguro y con mejores condiciones de vida, o el río la saca corriendo solamente con lo que lleva puesto, a un cambuche de plástico.
En otras ocasiones se han trasladado poblaciones después de un evento natural. ¿Por qué no preverlo y actuar con anterioridad?

En relación con los asentamientos que no es posible reubicar, es necesario elevar el suelo de todo el territorio por encima de las cotas de inundación, mediante un programa de renovación urbana.

En síntesis, debemos decidir si invertimos una vez un peso en prevención o todos los años dos en atención. Las obras en prevención son una inversión porque sus efectos son perdurables y reducen significativamente el riesgo, mientras que las acciones en atención son un gasto porque su impacto es temporal y solo sirve para mitigar las consecuencias más notorias de una situación desastrosa, pero después no queda nada.