Ingeniería humanitaria, alianza exitosa de academia y comunidades
“La ingeniería humanitaria une los saberes comunitarios con las ciencias humanas, las ciencias exactas y la tecnología en la ingeniería, las cuales, mediante la docencia, reflexión, investigación, innovación y fabricación fortalecen el empoderamiento y la apropiación tecnológica de las comunidades”.
Esta es la tesis que propone Andrés Leonardo León Rojas, doctor en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, al observar la interacción y proyección social en tres proyectos de extensión solidaria de la UNAL (trashware, emisoras comunitarias y desalinizador de agua), adelantados con el grupo de Investigación en Tecnologías e Innovación para el Desarrollo Comunitario (GITIDC) de la Institución.
Con base en lo que observó, el investigador afirma que un aprendizaje en doble vía entre miembros de la comunidad, la academia y los profesionales ingenieros sí se logra.
En primer lugar, una escuela popular del barrio El Progreso –en la zona de Altos de Cazucá en Soacha (Cundinamarca)– se benefició del proyecto Trashware, que consistió en mejorar –junto con la población y estudiantes de la UNAL– el acceso y uso de tecnologías instalando una sala de cómputo con equipos tecnológicos reutilizables o “desechados” y software libre.
El doctor León resalta que “el proyecto fue más allá cuando todos los participantes también realizaron integraciones como sancochos comunitarios, padres y madres de familia se acercaron a la escuela y algunos de ellos y personas mayores aprendieron a redactar cartas y derechos de petición en talleres de computación, lo que habría demostrado la alta apropiación espacial y tecnológica que se logró, además de mejorar el acceso efectivo a las TIC”.
Luego siguió la creación de una emisora comunitaria en la vereda de Puerto Matilde, en Yondó (Antioquia), de la mano con la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC). Se trata de un canal de denuncia sobre violaciones de derechos humanos por parte de actores armados legales e ilegales en la región, y un medio educativo comunitario que responde a su cultura.
La población y la UNAL adecuaron el antiguo centro de llamadas de la vereda y realizaron capacitaciones de manejo, operación y mantenimiento de equipos tecnológicos de radiodifusión, y diseñaron tanto los contenidos multimedia como el mapa de cobertura geográfica que tendrá la emisora.
El investigador menciona que al final crearon cortinillas sonoras para la emisora y una playlist de 28 canciones de la cultura campesina colombiana, libres de derechos; también se definieron quiénes se encargarían de la emisora y la parrilla de programación, y algunos estudiantes se comprometieron voluntariamente a seguir visitando a la comunidad para aportar sus conocimientos y experiencias al éxito del proyecto.
Por último, el prototipo de un desalinizador de agua para la comunidad de La Loma Amarilla, en Riohacha (La Guajira), podría darles acceso al agua potable a sus 30 habitantes, la mayoría indígenas.
El investigador explica que el barrio donde se ubica esta población carece de servicios de agua y energía eléctrica, no tienen pavimentación y el alcantarillado cubre menos del 10 %. Teniendo en cuenta que la energía más abundante de la zona es el sol, que se ubican al lado del mar y algunos miembros del grupo tienen conocimientos de ingeniería, construyeron el desalinizador de agua para volverla potable, incluyendo también diálogos de saberes para cocrear y construir tecnologías de bajo costo.
“Al enfocar la luz del sol en un punto el agua se calienta haciendo que el vapor pase por un tubo de cobre y se condense en un recipiente ya sin sal; así se logra recoger cerca de 1/2 litro por hora en promedio, es decir 6 litros por día, contando solo las horas de luz natural”, relata el doctor León.
En suma, los estudiantes y la población aprendieron nuevos usos de materiales de bajo costo y lograron construir tecnologías colaborativas con pertinencia social. Además se redujo la vulnerabilidad de la salud en su población y se beneficiaron niños y jóvenes, quienes por lo general son quienes deben transportar el agua.
Por lo anterior, el investigador concluye que “las soluciones se buscan con las comunidades, no para ellas ni sobre ellas. Históricamente se ha diseñado a la ingeniería para que involucre solo a una parte de la población. Sin embargo, solucionando problemáticas que vulneran a poblaciones marginadas del país y trabajando con ellas también se propende por el buen vivir, la relación con los otros, con la naturaleza y consigo mismo”.