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Política y Sociedad

Honoris Causa para un apasionado de la historia colombiana

El norteamericano David Bushnell, profesor emérito de la Universidad de Florida y especialista en historia colombiana y latinoamericana, recibió el Doctorado Honoris Causa póstumo por su aporte excepcional a la memoria histórica del país. Esta es una semblanza de su trabajo, que inició cuando en 1943 aterrizó por primera vez en Medellín.

¿Qué pasaría por la mente de David Bushnell en 1948, cuando decidió escoger a Colombia para adelantar su tesis sobre el General Santander, con la que recibió el título de doctor en Historia de la prestigiosa Universidad de Harvard?

En la década de 1940, Colombia aún no había registrado su huella en la academia mundial. Aquellos que se interesaban por América Latina preferían estudiar a México, Brasil o Argentina. Sin embargo, Bushnell desde muy joven empezó a fascinarse con la escasa información que algún día le llegó sobre un lugar diferente en Sudamérica, que se perfilaba como "un oasis de paz y democracia".

La curiosidad lo trajo por primera vez a Colombia en 1943. Llegó a Medellín en un vuelo proveniente de Panamá. El mareo que le produjo el pequeño avión, que aterrizó en el angosto Valle de Aburrá, no fue excusa para abandonar su optimismo. La suerte estaba echada, y así lo puntualizó en una carta que dirigió a sus padres el 2 de diciembre de ese mismo año, desde la capital antioqueña: "¡Este país me va a gustar!".

¿Todo le gustó?
Recorrer a Colombia en 1943 era una verdadera aventura, ¿o una tortura? Bueno, todo dependía del viajero. Para aquella época, el país contaba con más de 20.000 km de carreteras nacionales y departamentales, y tan solo 784 km estaban pavimentados. El ferrocarril era una opción, pero como lo dejó expresado Bushnell en su texto Colombia por primera vez y hace medio siglo, "los trenes colombianos eran sumamente lentos, (") condenados a recorrer una red de una sola vía trazada por terreno accidentado y no muy bien mantenida".

Pese a lo anterior, el norteamericano convirtió la falta de confort y la lentitud de los medios de transporte intermunicipales en "una lección de sociología" y en una oportunidad única para conocer detalles que de otra forma nunca habría experimentado.

Siempre recordó las conversaciones con personas que se acercaban espontáneamente al "llamativo forastero" para intercambiar impresiones e ideas sobre cualquier tema. Bushnell también lo escribió: "Lo que más me gustó de Colombia fue su gente, al parecer "siempre a la orden" y de una extremada cortesía".

En su memoria quedaron los paisajes y la variedad de alimentos que probó en las paradas del tren: iniciaba con piña en tierra caliente, y luego pasaba al caldo con legumbres, la gallina asada con papa salada, el café y terminaba con el traguito de aguardiente "para espantar el frío sabanero".

De vuelta en 1948
Tres meses en Colombia le bastaron para tomar la decisión de volver en 1948 y ubicarse en Bogotá. En esta ocasión llegó con su primer hijo, John, y su esposa, Virginia Starkes, quien estaba embarazada de su segundo hijo. Con ellos se ubicó en un apartamento, ubicado en la primera planta de un edificio de tres, en Teusaquillo, construido por una pareja alemana que había llegado a Colombia huyendo de la II Guerra Mundial. La amistad con esta familia perduró desde entonces.

Inger Hoise, hija de los alemanes, en ese momento tenía 12 años y todavía recuerda la habilidad del profesor Bushnell para repartir su tiempo entre la familia y el trabajo, su afición por comprar billetes de la Lotería de Bogotá y el agrado por la comida típica colombiana, especialmente el ajiaco.

"Tiempo después, cuando David ya estaba radicado en Estados Unidos y venían sus estudiantes de posgrado a conocer Colombia, siempre le llevaban un caja de "papas criollas enlatadas". Eran importantes para que David y Virginia invitaran a almuerzos con ajiaco a sus colegas", recuerda con nostalgia.

Los ajiacos no eran cuestión de poca importancia. Después de la publicación de su trabajo de tesis El régimen de Santander en la Gran Colombia (1966), en donde redescubrió a este prócer como un hombre de leyes, de libre pensamiento y fundamental para la construcción de las instituciones políticas y económicas del siglo XIX, Bushnell se convirtió en un embajador de nuestro país ante la academia norteamericana, al punto de ser reconocido como "el decano" de los colombianistas, grupo de destacados académicos interesados en el estudio del país (entre otros, se pueden mencionar a Malcom Deas, Charles Bergquist y Frank Safford).

Colombia, ¿una nación?
Colombia, una nación a pesar de sí misma se publicó en 1996 y de inmediato se convirtió en un referente para conocer de manera concreta la historia del país desde la época prehispánica hasta la década de 1990. Para el historiador Álvaro Tirado Mejía, la obra es una muestra de que Bushnell era "un verdadero profesor y pedagogo, que combinaba la rigurosidad de su trabajo de investigador con la facilidad para transmitir el mensaje".

El libro refleja una importante contradicción: desde la Independencia se hacen elecciones periódicas para escoger presidentes en Colombia. Además, el país logró convertirse en uno de los mayores exportadores de café del mundo. Sin embargo, los colombianos sufrieron la barbarie de la confrontación entre liberales y conservadores y aún no superan los problemas causados por la corrupción. ¿Cómo puede llamarse ?nación" a un sitio así" Bushnell lo hizo y desafió al país con una historia diferente, sin centrarse en la violencia y los fracasos, más bien en su riqueza botánica, cultural, la fortaleza de sus instituciones económicas y su marcada tendencia a preferir la democracia sobre el autoritarismo.

Doctorado Honoris Causa
Otros libros del profesor Bushnell como Eduardo Santos y la política del buen vecino (1984) y Simón Bolívar: hombre de Caracas, proyecto de América: una biografía (2002), junto a decenas de escritos en revistas especializadas, se convierten en un aporte excepcional a la memoria histórica nacional, que cobra relevancia en el año del Bicentenario de la Independencia. La importancia de su trabajo, reconocida sin titubeos por la comunidad académica colombiana, le mereció el Doctorado Honoris Causa que entrega la Universidad Nacional de Colombia.

Bushnell conoció la noticia de su distinción a mediados de agosto de este año. Siempre estuvo listo para volver al país. Ni su avanzada edad (87 años) ni el cáncer que le había sido diagnosticado eran impedimento. Sin embargo, en esta ocasión no pudo cumplir la cita. Murió el 3 de septiembre del 2010 en Gainesville (Florida) en Estados Unidos.

El pasado 24 de septiembre, en ceremonia realizada en el Auditorio León de Greiff de la UN, su hija Cathy Bushnell recibió el título póstumo. Ella prefirió recordar la huella que su padre dejó en su familia: "Él nos enseñó que no existen barreras culturales, mientras se respeten la diferencia y las costumbres de los demás. Este reconocimiento, que él estaba muy orgulloso de recibir, es un premio a su constancia y pasión por la vida".