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Ciencia y Tecnología

Hallan en Colombia el primer fósil de excremento de anfibio, y es de hace 13 millones de años

    Aunque por mucho tiempo se creyó innecesario estudiar el excremento fosilizado (coprolito) de animales de hace millones de años, por lo que se desechaba, una investigación pionera revalorizó estos restos en el estudio de la digestión y la dieta de animales de hace 13 millones de años, y encontró el primer registro fósil de heces del sapo (familia Bufonidae), y de un cocodrilo que tenía materia fecal que nunca defecó, lo que facilitó ver lo que ocurría en su intestino.

    Los excrementos dicen mucho más de lo que se piensa; características como forma, color y textura le pueden indicar a una persona si su dieta es saludable, o si, por el contrario, necesita de un cambio radical de alimentación. Incluso existe la escala de heces de Bristol, una herramienta que clasifica los distintos tipos de deposiciones que existen.

    En los animales ocurre lo mismo, y el intestino es la puerta para descubrir qué comen y cómo, sin importar si se estudia un animal que vive actualmente o si fue uno que caminó por la tierra hace millones de años; y es precisamente aquí en donde se ve la importancia del excremento, porque al salir del cuerpo tiene que pasar por el intestino, y según su forma, así se evacuarán las heces.

    Por mucho tiempo el biólogo Boris Alejandro Cárdenas Contreras, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), se preguntó por qué hoy se tienen coprolitos en museos o lugares de exhibición sin saber de qué animales son, lo que lo llevó a cuestionar por qué se trata como desecho a algo que no lo es.

    El experto estudió 98 coprolitos de algunas zonas del desierto de la Tatacoa y 6 del Amazonas, los cuales le fueron proporcionados por el Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la UNAL –de la Colección de Paleontología de la Biodiversidad–, el Departamento de Geociencias –Colección de Paleontología–, el Museo de Historia Natural del ICN y el Museo Geológico Nacional José Royo y Gómez, del Servicio Geológico Colombiano.

    En esta muestra se pudo determinar que los excrementos fosilizados eran de reptiles como cocodrilos y tortugas, de algunos peces, mamíferos, y, de manera inesperada, de anfibios, específicamente de la familia Bufonidae. “Hay que tener en cuenta que cuando se habla de los coprolitos de estos animales no se habla de especies sino de categorías más generales, ya que en algunos grupos de animales, al defecar, el excremento mantiene una forma muy similar a la del intestino”, asegura el biólogo.

    Pero para llegar a esta identificación primero necesitaba un punto de partida para comparar, ya que por muchos años el estudio de los coprolitos ha estado descuidado en el país y se tienen pocos registros del animal de procedencia, por lo que, gracias a la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia, y de la Colección de Docencia del ICN, el biólogo Cárdenas pudo analizar el intestino y el colon de algunos ejemplares de los animales conservados allí.

    Así, encontró una correlación entre la forma que tenían los intestinos de estos cocodrilos, tortugas y anfibios, con los coprolitos que estaba analizando: “los cocodrilos tienen una serie de pliegues en el intestino que se pueden observar en el excremento, mientras que el de los peces tiene forma de espiral, en mamíferos hay una especie de estrechamientos o ahorcamientos, y en el de anfibio se presentaron estrías, que son una serie de líneas a lo largo del coprolito”, explica el experto.

    Añade que “algo muy importante también fue hallar un colonito, que es como se le llama al fósil de desechos alimenticios que el animal aún guarda el colon y el recto, en este caso de un cocodrilo, lo cual es todo un hito, pues si la aparición de un fósil es difícil, tener la oportunidad de ver heces que se mantuvieron en este réptil y no fueron defecadas, lo es todavía más”.

    A todos los fósiles se les realizó una tomografía axial computarizada, lo cual es novedoso porque permite evaluar el interior de cada uno, y esto es importante porque hay una serie de capas que cubren el excremento que no se ven a simple vista y en las que se encontraban huesos, dientes u otros restos que reafirmaran a cuál animal pertenecía cada coprolito, ya que mostraba cuál era su dieta.

    “Se cree que los fósiles tienen entre 11 y 13 millones de años, pero esto es relativo, ya que el desierto de la Tatacoa es uno de los puntos con mayor diversidad geológica del mundo y ha sido estudiado en toda su extensión de 330 km2, y según el lugar puede variar su datación”.

    “Estos descubrimientos dan pistas sobre lo que ocurría hace millones de años en la vida de estos animales, tanto en sus hábitos alimenticios –pues la mayoría eran depredadores y algunos de sus excrementos contenían huesos– como en su ambiente y ecología, es decir la forma en que convivían e interactuaban con otros animales y con su entorno”, concluye el biólogo Cárdenas.