Guadua, árboles y flores permitirían recuperar predios reasentados en el río Fucha
En la cuenca alta del río Fucha, en la localidad de San Cristóbal, las familias reasentadas por alto riesgo han dejado suelos abandonados, provocando problemas de inseguridad, invasión y mal uso del terreno. Sin embargo, la comunidad ha tomado la iniciativa de restaurar estos suelos de manera autónoma, logrando importantes avances en la protección del medioambiente.
Así lo identificó la investigadora Jhody Katherine Sánchez Beltrán, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien realizó un estudio sobre los procesos de recuperación de estos suelos, adelantados por comunidades las ubicadas en el sur de la ciudad, los cuales implican desde la siembra de diferentes especies de plantas hasta la creación de espacios para la recreación.
Para desarrollar su trabajo, la investigadora identificó predios reubicados en el área de 10 barrios del Alto Fucha; además realizó visitas de campo y participó en las actividades desarrolladas por la comunidad, y recorrió y georreferenció cada uno de los puntos para determinar su cercanía al río o su ubicación dentro de otros ecosistemas estratégicos. También entrevistó a los líderes comunitarios y a los habitantes de la zona, con el objetivo de obtener diversas perspectivas sobre la situación.
La propuesta de la investigadora se centra en tres líneas de acción importantes para estas iniciativas comunitarias: restauración ecológica, huertas urbanas y recuperación del espacio público, todas desarrolladas por la misma comunidad, lo que genera apropiación y responsabilidad ecológica con el territorio.
Restauración ecológica: utilizando materiales biodegradables como la guadua, un material liviano y económico que no requiere de una gran destreza técnica para este tipo de intervención, se crean “terraceos”, estructuras que incorporan la siembra de semillas de árboles nativos como el árbol loco, mano de oso y el nogal, lo que a futuro permitirá tener un suelo más resistente, evitando la inclinación y el deslizamiento de tierra. “Así, cuando se degrade la guadua, los árboles ya tienen firmeza en el suelo y lo amarran para evitar deslizamientos de tierra”, explica la investigadora.
Este proceso permite adaptar la forma natural del terreno para hacerlo más asequible y estéticamente agradable. “Lo que se intenta con estas estrategias es justamente evitar mayor impacto y posibilitar que el ciclo del agua se dé naturalmente, ya que la acumulación de agua en el suelo es lo que genera los deslizamientos”, señala la investigadora.
Huertas urbanas: la creación de huertas agroecológicas tiene un sentido pedagógico con la gente de la zona, ya que no solo producen alimentos como hortalizas y aromáticas, sino que además educan a la comunidad sobre la importancia de la sostenibilidad.
Las flores de la caléndula, la curuba y la fuchsia boliviana –un arbusto de rivera de río nativa de los Andes– contienen gran cantidad de néctar, estas flores sembradas en la huerta atraen a los insectos polinizadores y aves como el colibrí picoespada (Ensifera ensifera) generando un ecosistema sostenible y ecológico.
Espacio público: los Cerros Orientales cuentan con pocos espacios para la recreación al aire libre, como canchas o parques públicos debido a su origen (en su mayoría informal) y su ubicación geográfica. En esta línea se busca que las comunidades adapten las áreas reasentadas como espacios de encuentro, por medio del uso de la guadua se construyen sillas para el descanso, decoración como el nombre del barrio, se adecua el borde de una vía o las gradas de una cancha del fútbol autoconstruida. “Estas intervenciones no requieren grandes inversiones, solo el reconocimiento y apoyo del Estado para su sostenibilidad”, menciona la investigadora.
La investigación sugiere que, con mayor respaldo institucional y económico, las iniciativas comunitarias podrían garantizar la sostenibilidad de los suelos reasentados en los Cerros Orientales de Bogotá, contribuyendo al bienestar social y ambiental de la ciudad. “Lo que se propone con la tesis es hacer alianzas público-comunitarias, es decir que reconozcan la existencia de estas iniciativas y se repliquen a lo largo de las zonas que han sido reasentadas por riesgo en Bogotá, particularmente en los cerros donde se hizo esta investigación”, dice la magíster Sánchez.
Las estrategias identificadas en el Alto Fucha no solo promueven la conservación del ecosistema, sino que también sirven como un mecanismo de adaptación frente al cambio climático. “Los habitantes no quieren irse de su territorio y manifiestan que el riesgo existe en cualquier parte de la ciudad, lo que queda es adaptarnos como ciudad”, afirma.
Las soluciones propuestas permiten que las comunidades sigan habitando estas zonas de riesgo mientras se implementan medidas que reduzcan su vulnerabilidad. La investigadora enfatiza en que estas estrategias de recuperación autónoma deben seguir siendo replicadas en otros Cerros Orientales. “La gestión del riesgo es un fenómeno social que cambia con el tiempo y es importante reconocer las iniciativas de las comunidades para disminuirlo”.
Según el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (Idiger), en Bogotá existen más de 8.245 predios en alto riesgo no mitigable; en estas zonas de alta amenaza habitan alrededor de 245.000 personas. En la localidad de San Cristóbal 3.135 familias se encuentran en riesgo inminente, y muchas de ellas han sido reasentadas bajo proyectos distritales.
El Proyecto de Inversión 7698, que trata sobre el traslado de hogares localizados en zonas de “Alto riesgo no mitigable” –o los ordenados mediante sentencias judiciales o actos administrativos en Bogotá– tiene como objetivo reubicar 2.150 hogares en 2024. Sin embargo, hasta la fecha solo se ha ejecutado el 20 %, lo que corresponde a 107 hogares, lo que afecta la proyección general planificada para el 2030.
En cuanto a la administración distrital, para reducir las condiciones de riesgo actuales, se han desarrollado acciones con el Plan Distrital de Gestión del Riesgo de Desastres y del Cambio Climático para Bogotá D. C. 2018-2030 (PDGRDCC), llevando a cabo diversas intervenciones en el territorio, tales como la realización de obras, la identificación de áreas que deben ser incorporadas como suelos de protección, especialmente en zonas con amenaza alta no urbanizable o con alto riesgo no mitigable, y el reasentamiento de familias.
Sin embargo, estás medidas han sido insuficientes y requieren de mejoras que atiendan la función social y ecológica de la propiedad, por lo que esta investigación propone algunas posibles estrategias.