Grabados y dibujos, entre la oferta de arte y cultura de la UNAL que se podrá visitar en enero

Antes de convertirse en batallón (1781) y en cárcel de Antonio Nariño (1809), el Claustro de San Agustín albergó una biblioteca en la que se dieron los primeros contactos entre los jóvenes criollos y los pilares del conocimiento occidental, semilla de las ideas emancipadoras. Esta edificación colonial del Centro Histórico de Bogotá (costado suroccidental de la Casa de Nariño) hoy es Monumento Nacional, y solo por eso merece la pena recorrerlo.

Pero no solo por eso, ya que desde 2006 es administrado por la UNAL y desde entonces sus instalaciones acogen actividades artísticas y culturales, principalmente exposiciones. La comisión y producción de todas las piezas, intervenciones y registros –entre las que se destacan Forest Mind y El Testigo– están a cargo de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad.

“Signos de los tiempos” y “La montaña cuenta una historia” son las dos exposiciones que permanecerán abiertas al público en este periodo vacacional –excepto 25 y 26 de diciembre de 2024 y 1, 2 y 3 de enero de 2025–, en sus horarios habituales de martes a domingo de 10 de la mañana a 6 de la tarde, con entrada gratuita.

Celebrando la Colección Pizano

La Colección Pizano es uno de los tesoros de la Colección del Museo de Arte de la UNAL. Resultado de la iniciativa y el esfuerzo del pintor y escritor colombiano Roberto Pizano, las obras llegaron al país a mediados de la década de 1920 con un claro enfoque pedagógico y con la idea de acercar lo mejor del arte a quienes no tenían la posibilidad de apreciarlo.

La Colección, declarada en 2002 como Bien de Interés Cultural, está conformada por 1.646 grabados en papel y 242 esculturas en yeso, procedentes tanto de museos como el Louvre y el Británico como de las calcografías europeas.

Los grabados antiguos alrededor de los cuales gira la exposición abarcan seis siglos: del XV al XX. Fueron adquiridos en las calcografías más destacadas de Occidente: Calcografía del Louvre (Francia), Calcografía Regia (Italia), Calcografía Nacional (España) y la Imprenta del Reich (Reichsdruckerei), de Alemania.

La exposición invita a un ejercicio de libertad, como si pudiéramos sobrevolar la Edad Moderna europea (siglos XV al XVIII) para mirar desde el presente sus signos tatuados en estos grabados de la Colección Pizano.

María Belén Sáez de Ibarra, directora de Patrimonio Cultural de la UNAL y curadora de la exposición, destaca que “esta es muy valiosa para los estudiantes de Arte, quienes podrán conocer la historia desde la Grecia antigua y Roma, con grandes grabadores como Rembrandt, Durero o Piranesi, y apreciar sus técnicas”.

Además de los grabados antiguos, “Signos de los tiempos” establece un diálogo con más de 150 obras de arte contemporáneo, incluyendo creaciones de reconocidos artistas como Feliza Bursztyn, Álvaro Barrios y Óscar Murillo. Este cruce de épocas y estilos busca no solo mostrar la evolución del Arte a lo largo de los siglos, sino también reflexionar sobre su relevancia en la actualidad.

“Hemos creado un diálogo con el arte contemporáneo y nuestra Colección de Video, Pintura y Grabado, a través de las cuales uno puede ver el transcurrir de los momentos políticos y la vida universitaria, con una generación de grabadores como Pedro Alcántara, Luis Rengifo y Alfonso Quijano, todos activistas del cambio social y quienes formaron parte de La violencia en Colombia, una publicación histórica en la que participaron el cura Camilo Torres, Eduardo Umaña Luna y los fundadores de la Facultad de Sociología de la UNAL”, afirmó la directora Sáenz de Ibarra.

La montaña como protagonista

En 56 dibujos, el artista Luis Hernando Giraldo, docente de la Escuela de Artes Plásticas de la Facultad de Artes de la UNAL, recoge la visión de la montaña de San Antonio en Pácora (Caldas), ubicada frente a la casa donde nació el maestro. Allí vivían sus abuelos y él pasó las vacaciones en distintos periodos de su vida. Esa montaña que vio desde recién nacido la dibuja en toda su obra y le suma recuerdos, inquietudes y acontecimientos que no necesariamente sucedieron allí.

“Es como una imagen o un leitmotiv que me permite tener un lugar donde poner las historias que pertenecen a mi vida, a la vida de la comarca o a la nacional. La montaña es el telón que está recibiendo las historias para contarlas”, explica el artista.

La curadora Saénz de Ibarra destaca que “cada pintura es una interpretación del mundo que es única, que anida en una percepción, una conexión que Giraldo establece, que viene de muy lejos, y que muchas veces lo encuentra empuñando la tiza con la mano de niño; su honda sensibilidad captura las intensidades más puras del acontecer: las facetas de la vida, los dolores del mundo que fluyen bajo el suelo y en el cielo, lo que enturbia los días aciagos cuando se inunda de presagios, o los días azules del sol de la bienaventuranza”.