Fuertes pero vulnerables a la luz, así son algunos árboles de la Amazonia
Como todo ser vivo, los árboles nacen, crecen, se reproducen y mueren. En los bosques el ciclo suele ser equilibrado: aquellos que fallecen son reemplazados por los más jóvenes. Sin embargo, en las últimas décadas este equilibrio se ha visto afectado a raíz de un aumento significativo en las tasas de mortalidad.
La esperanza de vida de los árboles se ha reducido de manera significativa, en especial de aquellos de los bosques tropicales. Las razones podrían estar relacionadas con el cambio climático, tasas más rápidas de crecimiento y mayor ocurrencia e intensidad de eventos de precipitación, vientos y sequías.
Teniendo este contexto como base, las investigadoras Luisa Fernanda Gómez Correa, magíster en Bosques y Conservación Ambiental, y María Camila Jaramillo, ingeniera forestal, ambas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, analizaron 984 árboles de la Parcela Permanente Amacayacu, en la Amazonia colombiana.
Explican que “como insumos teníamos datos de la Parcela desde 2007 y algunos vuelos de dron que se hicieron entre 2013 y 2019 para explorar las variables específicas que estarían contribuyendo a la mortalidad de los árboles de ese bosque”.
Para ello tomaron la información de los árboles de dosel (los más altos del bosque que forman un “techo” con sus copas), dispuestos en 18 hectáreas de la Parcela; calcularon las tasas de crecimiento, apuntaron la densidad de su madera según la especie, y con las imágenes de dron establecieron la proporción de área de la copa que estaba expuesta a la luz directa.
Después cruzar estos datos y hacer algunas visitas en campo, las investigadoras señalan que, “aunque se creería que los árboles que reciben más luz deberían morir menos, porque la luz es un recurso que utilizan para vivir, hallamos que la influencia positiva o negativa de esta dependía de otro factor: la baja o alta densidad en su madera, es decir qué tan densa o porosa es, características específicas relacionadas con cada especie”.
“Las especies con alta densidad de la madera tienen más defensas, están más preparadas frente a situaciones adversas y son más resistentes a patógenos, mientras que aquellas con baja intensidad de madera son más vulnerables”.
De los 984 árboles estudiados, 101 (10,3 %) murieron después de un promedio de 6 años, lo que da como resultado una tasa de mortalidad anual de 1,82 %, que además presentó un leve incremento entre los árboles con mayor densidad de la madera y con mayor parte de su copa expuesta a la luz del sol.
“Lo que nos dice este hallazgo es que hay una mayor probabilidad de que las especies que conforman típicamente el dosel en bosques de la Amazonia, que no están sujetos a inundación y que no han sido intervenidos, sean un poco más propensos a morir cuando están más expuestas a la luz”, indica la magíster Gómez.
Agrega que “es importante desarrollar más investigaciones para extrapolar estos resultados a otros tiempos y espacios, es decir, para que dejen de estar sujetos a las características específicas de la parcela estudiada, y además para evaluar si otros factores son los que están influenciando estos resultados”.
Con estos resultados también se muestra la importancia de incluir las estrategias de historia de vida de las especies (la densidad de la madera, por ejemplo) en el modelamiento de la mortalidad de los árboles tropicales, es decir en la predicción de la demografía forestal que luego se usa para crear políticas públicas de conservación y regulación de bosques.
“En la actualidad, las predicciones de los cambios en la demografía suelen hacerse con variables como la temperatura y el déficit de presión de vapor. Nosotros nos dimos cuenta de que es importante incluir también la densidad de la madera, las estrategias de las especies”, concluye la investigadora Gómez.