FOTOGALERÍA: La voz de las manos y el lenguaje del tacto, los sentidos de la inclusión
Desde 1824, cuando Louis Braille inventó el sistema que lleva su nombre, millones de personas ciegas han encontrado una forma de leer, escribir y participar activamente en la sociedad. De igual manera, la lengua de señas, cuya historia se remonta al siglo XVII con los primeros registros formales, representa mucho más que gestos: es un idioma completo que da forma visual, gestual y espacial a las expresiones de una comunidad que durante siglos fue relegada al silencio.
En los talleres de lectoescritura braille y lengua de señas dictados por el grupo Mapenzi Inclusiva en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, estudiantes y profesores transforman estas herramientas en vehículos de cambio, construyendo un puente hacia una sociedad más empática y equitativa.
“El taller de lectoescritura braille fue pensado como un espacio en donde las personas no solo aprendan a escribir y leer, sino que además comprendan el porqué y el para qué detrás de estas herramientas. Los participantes no solo salen con conocimientos técnicos –como el uso de la regleta, el punzón y el papel especial–, sino también con una nueva sensibilidad hacia los desafíos que enfrenta la población ciega”, comenta Adrián Esguerra, uno de los instructores.
Tayira Juliette, estudiante de Ingeniería Química, destaca este aspecto transformador: “en la cotidianidad es difícil encontrar cosas sobre braille. Muchas veces estas herramientas están cerradas al público en general, pero este taller nos abre un mundo nuevo, en el que comprendemos los retos y también las posibilidades de la inclusión”.
A su vez, el taller de lengua de señas ha sido un pilar fundamental para romper las barreras de comunicación entre personas sordas y oyentes. Cristian Casallas, actual facilitador, resalta la importancia de este espacio: “la finalidad es que todos los oyentes puedan comunicarse en lengua de señas, promoviendo la inclusión en cualquier grupo social”.
Desde 2015, cuando inició como un proyecto en la Facultad de Enfermería, el grupo Mapenzi Inclusiva ha sido un faro de inclusión en la UNAL. El taller ha evolucionado y hoy es liderado por un equipo que incluye profesores sordos. “Es increíble ver cómo los estudiantes disfrutan las clases y se sienten motivados al aprender directamente de un profesor sordo. Usar las manos para comunicarse les da una nueva perspectiva”, comenta el facilitador Casallas.
Juan Patiño, participante del taller, comparte su experiencia: “aunque llegué con conocimientos muy básicos, ahora siento que puedo mantener una conversación. Más allá del vocabulario, lo importante es la disposición para comunicarse y ser inclusivo con el otro”.
Más de 300 personas han pasado por estos talleres, pero el impacto trasciende las cifras. “Muchos de nuestros exalumnos han creado sus propios grupos de estudio y han difundido el conocimiento en sus comunidades. Es un intercambio de saberes que crece con cada generación”, sostiene el instructor Esguerra.
Además, los talleres ofrecen una inmersión en los materiales y técnicas fundamentales. En el caso del braille, los participantes aprenden desde las letras básicas hasta simbología matemática y técnicas de escenografía, una forma abreviada de escritura. Para el lenguaje de señas el énfasis está en la práctica constante y en la interacción con personas sordas, promoviendo una integración auténtica.
“Muchas veces hacemos a un lado a las personas con discapacidad visual o auditiva”, reflexiona Cristian Casallas, estudiante de Ingeniería Agrícola, y agrega que “este taller no solo nos da herramientas para comunicarnos, sino que además nos sensibiliza sobre los problemas que ellos enfrentan día a día, desde el alto costo de los insumos hasta la falta de acceso a espacios verdaderamente inclusivos. Hay mucho por hacer”.
Los talleres del grupo Mapenzi Inclusiva no solo enseñan habilidades, sino que además invitan a cuestionar y transformar una sociedad que con frecuencia olvida la importancia de la diversidad. Finalmente son un recordatorio de que el lenguaje —hablado, escrito o signado— es el puente más poderoso para unir a las personas.