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Desarrollo Rural

Fotogalería. La UNAL tiene un hato lechero en el corazón de Bogotá

    En el campus de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, donde convergen la enseñanza y la naturaleza, existe un espacio único: el hato lechero de la Clínica de Reproducción Animal de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia. Aquí el sonido del ordeño marca el ritmo de un día lleno de aprendizajes y labor comunitaria, un pilar en la formación de futuros profesionales en Medicina Veterinaria.

    De los 51 animales del hato cerca de 20 son vacas que están activamente en ordeño, práctica que combina precisión técnica, aprendizaje académico y cuidado integral de los animales.

    El hato de la Clínica produce unos 160 litros de leche al día, es decir que cada vaca da 12 litros diarios en promedio.

    Aunque no se trata de una producción industrial, esta cantidad de leche cumple un propósito clave: financiar el bienestar y mantenimiento de todos los animales bajo el cuidado de la Facultad, incluidos caballos y ovejas.

    Si se presentan casos de mastitis (inflamación de las glándulas mamarias provocada por una infección) o si la vaca está en tratamiento con antibióticos su leche se descarta por completo, garantizando estándares de calidad y bienestar animal.

    El ordeño también incluye el manejo de los terneros. Los “recién nacidos” consumen calostro, la primera leche rica en anticuerpos, esencial para su inmunidad. Posteriormente son alimentados con leche durante 4 meses, administrada en balde para facilitar el manejo y optimizar el uso de la leche de las vacas en ordeño.

    Desde pasantes hasta voluntarios, los estudiantes en diferentes etapas de su carrera dedican tiempo a aprender no solo la técnica de extracción, sino también a detectar señales de salud en las vacas. Cada rotación, de 5 semanas, les permite adquirir competencias prácticas que los preparan para futuros desafíos profesionales. Además de ser un aula práctica para estudiantes de Veterinaria, el hato lechero es un punto de encuentro para la comunidad universitaria, pues estudiantes de otras carreras, como Artes e Ingeniería, se acercan al espacio para observar, interactuar o incluso crear proyectos inspirados en la relación humano-animal.

    A pesar del impacto positivo del ordeño, el hato afronta desafíos como la falta de un sistema de forraje especializado que optimice la producción láctea. En la actualidad las vacas se alimentan de pasto kikuyo, que aunque es el más utilizado en el país limita su potencial productivo. Sin embargo, el equipo sueña con implementar proyectos a mediano plazo que incluyan mejores praderas y sistemas de riego para garantizar una alimentación más nutritiva.

    La leche producida en el hato no se destina a una gran comercialización, sino que se utiliza para mantener el equilibrio financiero de la Facultad asegurando el bienestar de todos los animales que forman parte de este entorno educativo único: las mismas vacas, los caballos y las ovejas.

    En cada gota de leche extraída hay una historia de dedicación, aprendizaje y propósito que transforma vidas, tanto de quienes la producen como de quienes la consumen.