Fotogalería. Harina de insectos alimenta peces y contamina menos
Helbert Antonio Arévalo Arévalo y Edna Magaly Menjura Rojas, estudiantes de la Maestría en Salud y Producción Animal de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la UNAL, coordinan dos innovadores proyectos –financiados por organizaciones internacionales– cuyo objetivo es obtener harinas para alimentar peces a partir de larvas del “gusano de la harina” y la mosca soldado negra.
Antes de entrar en detalles sobre este revolucionario producto, es importante recordar que el sistema productivo de peces más utilizado es la piscifactoría, ya que permite almacenar grandes cantidades de ellos en espacios más reducidos para acelerar su crecimiento y pronta comercialización, como se hace con pollos, vacas y cerdos.
Se ha identificado que para su alimentación requieren incluso una mayor cantidad de proteína que los humanos, y las dos fuentes más utilizadas son la harina de pescado y la harina de soya.
La harina de pescado se elabora a partir de la extracción de recursos marinos, ¿sabían que los peces se alimentan de otros peces? ¿cuál es el problema de que esto suceda? Debido a la creciente demanda, este proceso se ha vuelto insostenible; en 2020 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reportó que las poblaciones marinas están en un punto de no retorno, es decir que muchas especies han dejado de existir sin darles la oportunidad de recuperarse.
Por su parte la harina de soya es uno de los cultivo más abundantes en el mundo, tanto así que se destinan grandes extensiones de tierra a este monocultivo, lo cual impacta en los ecosistemas.
Tales aspectos motivan cada vez más la búsqueda de alternativas a los concentrados tradicionales que se ofrecen masivamente en el mercado, y desde 2012 se viene hablando de potencial nutricional que aportan hongos, algas e insectos.
Partiendo de esto, y también de que los insectos –según la especie– aportan entre un 40 y 75 % de proteína en harina, desde 2018 el Centro de Investigación de Artrópodos Terrestres (CINAT) de la UNAL, liderado por la profesora Carol Barragán, trabaja en la identificación de sus potenciales y diversos usos.
En el laboratorio, su pupilo Helberth Arévalo alimenta todos los días a las larvas del gusano de la harina cultivadas en cajas y cuida todo su ciclo reproductivo con el fin de aumentar la producción.
En este momento la iniciativa se encuentra en la fase de prueba de 10 materias primas seleccionadas para hacer la identificación o caracterización fisicoquímica (cómo están conformados, qué tipo de proteínas, vitaminas y otros elementos químicos contienen), microbiológica (o sea qué tipo de microorganismos, como bacterias, por ejemplo, están presentes en ellos) y toxicológica, que permita saber si son aptos para establecer dietas específicas que contribuyan al correcto desarrollo de estos insectos.
Por otro lado, la estudiante Menjura ya encontró cuál es el alimento que requieren las moscas soldado negra para cumplir con todas las características nutricionales que los peces necesitan, y en este momento avanza en el proceso de producción de la harina, que pronto será probada en su alimentación.
Dichos avances se realizan de la mano de Katherin Consuelo Torres Monroy, estudiante de la Maestría en Salud y Producción Animal, quien elabora un protocolo para obtener las harinas evaluando el uso del sistema HACCP (Hazard Analyze Control Critical Point), que sirve para identificar los puntos críticos de control.
En Colombia es obligatorio el HACCP para la producción de lácteos y cárnicos, dándole un valor comercial a los productos, por eso se deben desarrollar protocolos de estandarización, para obtener las mejores características fisicoquímicas de las harinas y establecer un protocolo comercial. Esto acompañado de sistemas de gestión de calidad para garantizar la salud de los consumidores, humanos o animales.
Los investigadores piensan en todo; los desechos del gusano de la harina son reutilizados como abono orgánico y sirven para nutrir el cultivo de los vegetales con los que estos se alimentan.
En Europa y Asia estas especies ya están avaladas para consumo animal y humano, de hecho existen grandes industrias que fabrican snacks y otros productos, e incluso en Asia las granjas de insectos son una gran fuente de ingreso económico para las comunidades campesinas.
Aunque en algunos países de Europa ya se encuentran pasabocas y otros productos elaborados a partir de insectos, o en Asia ha habido una cultura milenaria con respecto a su uso como alimento, en Colombia se estima que hasta antes de la llegada de los españoles se consumían por lo menos unas 100 especies, y hoy se registran apenas unas 15, entre ellas las hormigas culonas en Santander y el mojojoy en el Amazonas.
Según los investigadores “esto se debe a que culturalmente se nos ha dicho que los insectos son algo sucio y peligroso, que pueden transmitir enfermedades mortales”; por eso, desde el CINAT también adelanta un importante ejercicio de sensibilización en la UNAL, en colegios y con varias comunidades para que tengan información veraz, y de paso pierdan el temor a darles una probadita través de degustaciones gastronómicas.
El estudiante Arévalo señala que “todo este esfuerzo es solo el inicio de un largo camino, además de todo lo que se realiza en el laboratorio, falta hacer políticas públicas que generen nuevas legislaciones que aprueben la creación de granjas de insectos en Colombia, siempre se presenta este vacío legal, tanto para la comercialización como para la producción, esta es otra de las misiones que tiene este equipo”.