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Salud

Fiebre Q, de la granja al humano

Vacas, ovejas y cabras, entre otros animales de granja, tienen un enemigo común. Bacterias del genero Coxiella, responsables de la fiebre Q, una enfermedad altamente infecciosa que no solo se transmite fácilmente entre especies animales, sino que, por contacto, puede contagiar al ser humano. ¿Cuál es la situación en Colombia?

La fiebre Q es una patología mundialmente distribuida. Fue reportada por primera vez en 1936 en Australia. El agente etiológico que desencadena el cuadro clínico es el cocobacilo Coxiella burnetii, altamente infeccioso y muy resistente a la desinfección.

Al producirse el contagio, el microorganismo ingresa al cuerpo del animal, dirigiéndose a sus tejidos mamarios, ganglios linfáticos supramamarios, placenta y útero. Allí se aloja en las células para reproducirse, pero un número de agentes infectantes permanece en el espacio extracelular para ser excretadas en la leche, el semen, la orina, las heces, los tejidos placentarios y el líquido amniótico al momento del parto.

Tanto secreciones como tejidos se convierten en una importante fuente de infección. Se calcula, por ejemplo, que en la placenta de una oveja contaminada pueden encontrarse aproximadamente mil millones de microorganismos por gramo de tejido; de igual manera se liberan en la leche, pues se han encontrado aproximadamente cien mil unidades infectantes de Coxiella burnetii por ml.

La infección se puede transmitir por contacto directo entre animales, por medio de vectores biológicos como ácaros y garrapatas, y a través de organismos que se alimentan de sangre y trasladan los agentes bacterianos a animales domésticos y salvajes. De la misma forma puede ocurrir con las personas.

Humanos, en alto riesgo


Los individuos con más probabilidad de contagiarse con el microorganismo de la fiebre Q son quienes trabajan en explotaciones donde se manejan animales y sus productos: granjeros, veterinarios, empleados de las plantas de sacrificio, laboratoristas, entre otros, cuyo contacto con vacas, cabras, ovejas y sus secreciones (que además pueden convertirse en aerosoles, aumentando el riesgo de infección) es permanente.

Por eso es importante que este personal conozca y practique las medidas sanitarias pertinentes para evitar el contagio, sin importar si los animales presentan o no el cuadro clínico asociado a la enfermedad, ya que una vez la especie presenta sintomatología puede recuperarse y ser portadora de la infección latente en forma asintomática.

Lo anterior se evidencia en estudios epidemiológicos de seroprevalencia realizados en los Estados Unidos, país en el que la fiebre Q se considera como enfermedad de declaración obligatoria. Esto debido a que, al analizar sueros sanguíneos en grupos de animales de granja, se encontró reacción positiva antígeno"anticuerpo para Coxiella burnetii en el 41,6% de los ovinos, 16,5% de los caprinos y 3,4% de los bovinos analizados.

En el mundo, la sociedad le está dando cada vez más prioridad a la prevención de la enfermedad y al control de este agente infeccioso para evitar el aumento de casos. En Holanda los reportes a diciembre del 2009 muestran que han fallecido seis personas y cerca de dos mil trescientas están contagiadas con la fiebre Q. Por eso, el ente gubernamental inició una campaña de sacrificios masivos en granjas de producción de cabras y ovejas infectadas, con la meta de sacrificar aproximadamente cuarenta mil animales de 61 explotaciones. Así busca evitar la propagación del mal.

En Checoslovaquia, durante un estudio que buscaba probar (en 1982) la efectividad de una vacuna para controlar la expansión de la enfermedad, también fue hallado un número significativo de infectados. De mil trescientas diez personas en alto riesgo de ser contagiadas, todas resultaron seropositivas a la patología. Así mismo, se ha evidenciado la presencia de la fiebre Q en países de Suramérica. En Argentina, en 2005, al realizar análisis serológicos de los animales en una granja, se encontró que el 13% estaba infectado, razón por la cual se sacrificaron.

Casos en el país

En Colombia también hay presencia de la enfermedad. Reportes del año 1961 muestran un alarmante porcentaje infeccioso en la población bovina de diferentes regiones, en las que se encontró 83% de prevalencia en vacas lecheras y 77% en animales tipo carne.

Estudios realizados en 1977 mostraron una prevalencia de anticuerpos del orden del 24% en la población del país. Actualmente, el porcentaje de personas afectadas genera números cercanos a los encontrados en la década del 70. Esto lo evidencia una investigación realizada por el grupo del Dr. Máttar en 2006, que tuvo como objetivo establecer la seroprevalencia en la población de tres microorganismos, uno de los cuales era C. burnetii.

Al realizar chequeos serológicos representativos de la población en riesgo entre los 16 y 65 años, en los departamentos de Córdoba y Sucre, Máttar encontró una seropositividad a este microorganismo del 26,6%, lo que permitió concluir que los niveles de anticuerpos contra la bacteria son altos. Se demostró que las enfermedades zoonóticas en la región del Caribe colombiano son comunes entre la población.

Los síntomas

Es importante tener en cuenta la sintomatología de esta enfermedad, incluida en la lista de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), como una de las zoonosis de alto impacto en la sociedad.

Cuando ingresan los microorganismos infectantes al ser humano se incuban por un espacio que oscila entre 15 y 30 días. Transcurrido este lapso se presenta un cuadro gripal acompañado por fiebre (temperaturas entre 39º y 40ºC), intenso dolor de cabeza, molestia muscular, pérdida del apetito, decaimiento, fatiga y malestar general. Un porcentaje de los afectados puede padecer neumonía, tos y fuerte dolor torácico.

La fiebre Q también puede afectar otros sistemas del paciente y generar hepatitis, ictericia, cambio en el color y textura de las heces, alteraciones cutáneas, y en casos menos frecuentes, meningitis y pericarditis. Sin embargo es poco frecuente que el paciente afectado por la forma aguda de esta enfermedad muera. En el caso contrario, durante la forma crónica, ocurren periodos de fiebre cuya prolongación por varios meses aumenta el riesgo de mortalidad, ya que los microorganismos que migran por el torrente sanguíneo presentan tropismo por los tejidos cardiacos, generando endocarditis e insuficiencia cardiaca progresiva que puede desencadenar la muerte.

El tratamiento para esta enfermedad se realiza con una antibioterapia; el antibiótico de elección, Doxiciclina, hace parte del grupo de las tetraciclinas. Es efectivo debido a su amplio espectro contra bacterias de tipo Gram (+) y (-).
De esta manera, se plantea el riesgo y la facilidad de infectarse con microorganismos que no son exclusivos de los animales, a los que están expuestos quienes trabajan en el sector pecuario. Motivo suficiente para tomar conciencia sobre prácticas sanitarias acordes al trabajo que se desempeña en la granja y acudir a una valoración médica ante cualquier alteración de la salud, que permita hacer un diagnóstico adecuado e instaurar una terapia eficiente para contrarrestar la presencia de la enfermedad.